And if I may just take your breath away,
I don't mind if there's not much to say,
Sometimes the silence guides a mind,
To move to a place so far away
-Sweater Weather
Axel.
Sé que Christine me dijo que lo dejara estar, pero no podía. Tenía que hablar con Arthur.
Ya me odió una vez por creer que le tiraba a Michelle, no necesito su llamarada de odio por haber embarazado a su hermana.
Así que para esto habían dos soluciones, o arreglaba las cosas o terminaba peor que una nariz ensangrentada.
Han pasado solo tres días luego de la noticia del embarazo, estando aquí los señores Müller, Christine pasa mucho más tiempo con ellos en la mansión de Arthur.
Sus padres me han invitado cada vez que ella va, y me he negado queriendo darle tiempo para que hablen entre ellos ya que duran bastante sin verse, pero esta vez no me negué a venir.
Christine estaba abajo en el jardín con sus padres probablemente hablando de su embarazo o alguna otra cosa. El chico Stone vive aquí pero no lo he visto salir de su habitación, tal vez esté abrumado por tanta gente en el mismo lugar.
Los días en la cárcel deben de ser duros.
Dile eso a tu padre.
Tema aparte.
Me dejé llevar de mis impulsos y me dirigí hacia el despacho de Arthur en lugar de a la cocina, lo cual fue lo que dije anteriormente para escaparme. Me detuve al finalizar el pasillo y quedar frente a la puerta.
Estaba a punto de tocar cuando se escucharon unos sonidos inconfundibles de gemidos y palabras. La sangre dejó mi rostro, sentí asco pero no por los sonidos, sino por la idea en mi cabeza de Michelle y Arthur teniendo sexo.
—Maldición, no —hice una mueca, alejándome.
Lo hice lo suficiente, esperando de manera impaciente hasta el tiempo que creía podía darle para que terminen. Cuando lo sentí más que demasiado, me acerqué y toqué la puerta.
Esperé por su permiso y sólo cuando escuché su voz, abrí la puerta. Cómo era de esperarse no luce feliz de verme, estoy seguro de que se habría abalanzado a mí para golpearme nuevamente.
Aprieto los labios, Michelle sonríe invitándome a entrar mientras que su esposo canaliza la paz interior que no tiene.
—Axel, ¿qué pasa? ¿Christine está bien?
Asiento sin poder dejar de sonreír. Era tierno ver cómo se alegraba por nuestra nueva situación, pese a que no estábamos juntos y era claro, ella seguía pensando que teníamos un futuro.
También lo creo, la única en oposición era Christine.
—Perfectamente.
—Oh, ¿entonces qué…
—Quiero hablar con tu esposo, Michelle.
Ella frunce las cejas mirándonos a ambos, parece recordar lo sucedido anteriormente entre nosotros porque asiente y se levanta arreglando su vestido disimuladamente. Carraspeo, desviando la mirada.
Demasiado incómodo.
—Bien, los dejaré solos. Arthur, no te atrevas a golpearlo de nuevo.
Solo hay un gruñido como respuesta para esa advertencia, aprieto los labios. Pese a que estaba nervioso, no tenía miedo.
Había dos cosas que quería demasiado en este mundo, eso era mi abuela y una vida con Christine y mi hijo. Y su estúpido hermano no iba a arruinar esos planes.
Yo no lo hice con lo de él y Michelle.
Tan pronto como estuvimos solos, Arthur Müller se levantó en toda su altura y me acorraló contra la pared más cercana en una postura amenazante e intimidante. Su pulgar hundiéndose en mi pecho, y su rostro desfigurado en una ira que no había visto antes.
—Tienes pelotas como para pararte frente a mí luego de embarazar a mi hermana.
Ruedo los ojos.
—Hablas como si hubiera sido tú quién lo hizo.
Bien, me merecía el golpe que esta vez no fue a mi nariz -gracias a Dios-, sino a mi mandíbula.
Recordatorio amistoso de pensar las cosas antes de decirlas para cuando quieras hablar con Arthur Müller enojado.
—Dame solo una razón para no partirte la cara, Axel.
—Te daré más de una, Michelle se enojaría contigo. Christine también. Tus padres también.
Achicó los ojos en su rostro rabioso, su pecho subiendo y bajando reteniendo su enojo. Empezaba a creer que en realidad no le molestaba lo de Christine, sino otra cosa.
—¿Desde cuándo? ¿Mhm? ¿Desde cuándo tengo a un puto traidor follándose a mi hermana en mis narices?
Acaricio mi mandíbula suavemente, ya era hora de poner al idiota en contexto.
—Mucho antes de que tú y Michelle se conocieran.
Hay confusión en su mirada, sus cejas fruncidas crean líneas de expresión en su frente. Un recordatorio de que el hombre estaba cerca de sus treintas ya. Me acerco a su escritorio donde se puede apreciar una botella de whisky, sirvo dos tragos y le extiendo uno. Duda en aceptarlo al principio, pero luego lo hace.
—Explícate.
Alzo los hombros tomando asiento en una de sus sillas, Arthur vuelve a sentarse en la suya elegantemente. La imagen de él en traje en un escritorio revelando lo que es, un millonario dueño de empresas de vinos más caros que he visto.
—Conocí a Christine en uno de sus viajes. Esta vez le tocó a Estados Unidos. Nos conocimos. Tuvimos química. Hablamos y nos enamoramos.
La sensación de amargura cuando solía recordar eso luego del abandono no estaba vigente, en su lugar sonrío nostálgico y agradecido de haberla conocido porque, ¿de cuántas son las probabilidades de que ella me conociera y luego quedará embarazada de mi hijo? Muy bajas.
En lo que a mí concierne, ella pudo chocar con otro imbécil en una galería de arte. Hablar con él y tener química con él.
Y lo nuestro jamás pasar.
—¿Es una maldita broma?
Bebo otro trago, ignorando el ardor de la bebida en mi garganta.
—No. Así fue cómo sucedieron las cosas.
—¿Y por qué ahora está embarazada?