La Intérprete: Visiones

3

—¿Estás segura que te encuentras bien?—. Preguntó Chris de nuevo a la pequeña niña pelirroja que caminaba junto a ellos. 
—Sí —respondió ella en voz baja. 
Lisey se volvió hacia Chris, pero él ya no estaba. En su lugar había una larga sombra negra, con el aroma de la putrefacción saliendo de sus poros, con largas manos blancas aferrándose a ella… 
Lisey despertó sobresaltada, con el sudor corriéndole por el cuello y el corazón latiendo a toda velocidad. Había sido una pesadilla. Otra vez. La joven se frotó el rostro y se estiró para encender la lámpara de noche. Miró el reloj con desasosiego: las tres de la mañana. ¿Por qué las peores pesadillas siempre eran a las tres de la mañana? 
Se levantó de la cama y miró por la ventana. Había oscuridad, apenas iluminada por la luz de las farolas de la calle. Lisey recargó la frente en el vidrio y suspiró. Sabía que debía llamar a Chris, pero la idea de despertarlo tan tarde le parecía chocante. ¿Qué tal a Marcelo? Había perdido su móvil de nuevo. Y, ¿qué pasaba con Rodrigo? Conociéndole seguramente había terminado con la batería antes de dormir. Debía apañárselas ella sola. 
Un golpecito la hizo dar un salto, girando el rostro hacia la cama. 
—No. Hoy no —gimió y se cubrió el rostro, deseando que fuese otra pesadilla, aunque ya sabía que no era así. 
Lentamente Lisey apartó las manos. En su cama se encontraba sentada una joven de rostro afilado y grandes ojos tristes. Levantó la vista al sentirse observada. 
Lisey dejó escapar el aire, había estado reteniéndolo sin darse cuenta, pero era que esas visitas nocturnas y esas experiencias en general siempre la asustaban. Aunque la chica en su cama no se parecía a los otros. No se veía aterradora ni peligrosa. 
—¿Hola? 
—No sé en dónde estoy —su voz era un susurro suave. La hizo pensar en plumas. 
—Estás en mi habitación. 
—No —hizo una pausa y añadió: —no sé en dónde estoy. 
—Bien —Lisey se apartó de la ventana, aunque se aseguró de mantenerse alejada del espectro —entonces… ¿sabes quién eres? 
La chica la miró de nuevo, con evidente confusión, pero no respondió, limitándose a desaparecer. Lisey permaneció unos segundos más mirando la cama vacía, con las cobijas a un lado y las almohadas ligeramente ladeadas.  
No sabía que era lo peor, las pesadillas, las visiones, las apariciones… 
A pesar de haber decidido que no iba a hacerlo, tomó el celular del suelo y llamó a Chris. Sonó tres veces antes de que su amigo respondiera. 
—¿Bueno?—. Su voz sonaba adormilada y Lisey supuso que ni siquiera había mirado el identificador de llamadas. 
—¿Chris? 
—¿Lisey? 
—Sí… perdón por despertarte tan tarde. 
—No importa —su voz se animó un poco —¿estás bien? 
—No —Lisey se esforzó por controlar el temblor en su voz —te necesito. 
—¿Quieres que vaya? 
Sabía que lo haría, así fuese a la mitad de la noche. Lisey odiaba comportarse de esa forma, pero sólo con Chris mostraba ese lado vulnerable. 
—Sí. 
—Estaré ahí en diez minutos. 
Y así fue. Sus casas se encontraban relativamente juntas, lo cuál había hecho más fácil la amistad entre los dos.  
Lisey bajó al pequeño jardín que había enfrente de su casa, envuelta en un abrigo negro. Se aseguró de que no hubiese nadie por ahí… ni vivo ni muerto. Ni sus padres ni Luke se dieron cuenta de que abandonaba la casa a hurtadillas. Y Lisey estaba segura que le pasaría algo parecido a Chris. 
White se dio prisa en llegar. Tenía que haber sabido que algo así ocurriría de nuevo. De hecho, prácticamente Lisey se lo había advertido. La verdadera cuestión era: ¿qué había sido esta vez? ¿Pesadilla o aparición? 
La vio desde la esquina de la calle. Estaba inmóvil, de pie, con los brazos cruzados y la mirada perdida. 
—Lisey —llamó con suavidad cuando llegó a su lado, pero incluso así ella se sobresaltó. Estaba pálida y tenía los ojos muy abiertos, como si hubiera visto un fantasma. Y Chris supo que se trataba precisamente de eso. 
—Chris —la pelirroja parecía estar al borde del llanto—. Gracias por venir. 
—¿Otra pesadilla? 
—No, bueno sí, pero no fue por eso que te llamé. 
Lisey le dio la espalda y se pasó la mano por el cabello con nerviosismo. 
—Acaso… ¿viste algo? 
Chris se acercó a ella, pero sabiendo lo sensible que su amiga se ponía después de esas experiencias no se atrevió a tocarla. 
—De hecho… vi a alguien —pero ella seguía sin mirarlo. 
Lisey pensaba en la chica, en lo triste que parecía y, no por primera vez, deseó poder ayudar. Solía fingir que no pasaba nada, que no los veía y, por supuesto, que nunca se había interesado en lo que pudieran necesitar, pero… quizás… 
—¿Sabes quién era? 
—No. Era una chica. Parecía de nuestra edad. 
—Lisey. 
Ella se volvió hacia él con los ojos brillantes. 
—Dijo que no sabía dónde estaba, pero llegó a mi habitación, Chris, como si ella supiera que yo… 
—Cálmate. 
Chris la abrazó. Lisey se aferró a él con fuerza, apretando los dientes para no llorar. Tenía que ser fuerte. 
—Necesita ayuda, Chris. 
—Y tú necesitas olvidarla. 
—Pero… 
—Está muerta, Lisey, no puedes hacer nada por ella —Chris comenzó a acariciar su cabello con ternura. 
—Ya lo sé. Lo sé. 
—Está bien, Lisey. 
Su amiga se separó con brusquedad, mirándolo con rabia. 
—¿Crees que esto está bien? 
—No quise decir… 
Chris intentó tomarla del brazo, pero ella lo esquivó. No sería capaz de seguir evitándolo, iba a llorar. Y no por la visión ni la pesadilla previa, sino por Christopher. Quería volverse hacia él y decirle lo que sentía y que no le importaba que no la comprendiera, pero como no podía hacer eso, optó por la segunda cosa que se le vino a la cabeza. 
—¿Crees que ver gente muerta está bien? 
Su voz sonó entrecortada, pero al menos no estaba llorando. Chris se mordió el labio inferior, no muy seguro de su respuesta. Por el momento Lisey estaba asustada y molesta y si él no decía lo correcto ella estaría realmente cabreada y no le gustaba enfrentarse a Marsh así. 
—No debí decir eso. 
—Evidentemente no. 
—Es decir, yo no… no lo entiendo. 
—Exacto, no lo entiendes. 
—Sólo trataba de ayudar. 
—Me ayudas más cuando no abres la boca y te limitas a abrazarme —y la pelirroja rió. El mal genio se había esfumado. 
—Creo que eso es lo único que hago bien —bromeó Chris, tomándola entre sus brazos de nuevo. 
—Puedes jurarlo —le devolvió la broma Lisa. 
—¿Estarás bien cuando me vaya? 
—Lo estaré —pero la expresión del rostro de su amiga era indescifrable. 
Chris asintió, se separó de ella, le dio las buenas noches y volvió a casa. Detrás de él, la pelirroja simplemente suspiró. 


 




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