La Intérprete: Visiones

11

Esa noche Lisey se acostó a dormir bastante tarde. Chris no había llamado. Y ella tampoco lo llamó a él. ¿Para qué? ¿Para mentirle? ¿Para escuchar uno de sus paranoicos discursos sobre ella y quién sabía cuantas chorradas más? 
Había optado por mejor prepararse para el día siguiente, que era cuando tenía que exponer frente a la clase de literatura; y hacerlo con Ilse no la ayudaba mucho. Repasó un par de veces el trabajo y finalmente se volvió hacia su cama para dormir, pero no se desvistió. Todavía con la ropa de aquel día miró hacia la ventana, pensando en lo rápido que se iba la vida y la forma en que los humanos olvidaban las cosas importantes. 
Ella misma no recordaba gran cosa de su infancia y estaba segura que ya había olvidado algunos agradables momentos con sus amigos. ¿Cómo se podía preservar la memoria a pesar del paso del tiempo? Registrándolo, eso era obvio. La gente solía utilizar cámaras para ese fin. Sus padres lo habían hecho, ¿que no tenían un álbum lleno de fotografías de ella y Luke? A veces los recuerdos podían salvarse.  
Pero ella no podía fotografiar a los fantasmas, ¿cierto? Incluso si lo intentaba seguramente sólo conseguiría algún fragmento, de esos que enloquecían tanto a seres mágicos como no mágicos. 
Pero había algo que sí podía preservarlos.  
Lisey se levantó de la cama con rapidez, encendiendo la computadora, moviendo los dedos en el escritorio mientras esperaba. Su protector de pantalla tenía la imagen de un simpático oso panda que bailaba y guiñaba el ojo cada quince segundos.  
Antes de comenzar la chica levantó la vista, como si la hubiesen llamado, aunque sólo había sido el viento, el cual prometía pronto una tormenta. Algo grande, algo que haría que Luke despertara gritando y que ella tuviera una pesadilla. Era como la voz de alguien que la llamaba. 
—Lo haré —dijo con voz clara —lo haré y después… 
Pero se detuvo, no muy segura de que pasaría después. La inseguridad era algo malo, la hacia vacilar y, por extensión, la hacia equivocarse. 
Lisey bajó la vista, clavándola en el monitor. Empezó a escribir.  
Escribió hasta las dos y después se acostó a dormir. Si hubiese podido verse se hubiera dado cuenta de que estaba sonriendo. 

 




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