La Intérprete: Visiones

15

 


Un asesino en serie.

Marsh no se hubiese imaginado algo así y sin embargo… Las palabras de Leonardo deberían haberle parecido demenciales, pero no era así. Creyó a pies juntillos todo lo que este decía. La muerte de Mía y de esas chicas, las desaparecidas y las asesinadas.

—Pero si ellas están muertas —inquirió la pelirroja —¿dónde están los cuerpos?

—Probablemente en el mismo en el que está… Mía —su voz se quebró al pronunciar el nombre de Amelia.

Lisey comprendió entonces muchas cosas, la más importante, que Leo amaba a Mía con la misma fuerza que ella lo amaba a él. Y entendió que Marcotte iba a renunciar a los fantasmas, que la había escogido a ella, probablemente por eso había permanecido en Bree, no por su desagrado a los extranjeros. No, Leo había decidido esperarla.

Lisey lo supo así, en ese momento. Cuándo el chico trataba de contener las lágrimas por su novia muerta.

—Leo…

No sabía que decirle, quería consolarlo, pero no tenía las palabras correctas.

Lentamente Leonardo se fue calmando, logrando recuperar un poco el control.

—Y eso… lo que ocurre es culpa de una sola persona.

—Un asesino en serie —murmuró Lisey, turbada. No quería creer que algo así pudiera pasar. No en Bell Wood.

Leo asintió, limpiando su rostro con la manga de su camiseta. Lisey se levantó y le dio la espalda, mirando por la ventana.

El día era espléndido, demasiado para estar encerrada en casa, pero eso no era en lo que la chica pensaba.

Recordaba a Tess Darby, pero no le parecía haber escuchado algo sobre chicas desaparecidas. Y sobre esos temas estaba muy bien informada, considerando que su padre era policía. Uno de los que más se involucraba en los casos, siendo sólo superado por el jefe de la policía, el capitán Peter Cage.

Se volvió hacia el montón de papeles que se extendían frente a Leo.

—¿Cuántas?

—Dos muertas, tres desaparecidas, contando a Amelia, pero no a las que pudieron no ser reportadas.

—Y todas son obra del mismo…

—Sí.

De nuevo el silencio.

Lisey se mordió el labio inferior y tomó uno de los recortes. Éste hablaba de una chica de dieciséis años llamada Alina Smith, vista por última vez hacia dos semanas. Era estudiante en Torre Blanca y, aunque no sobresalía, tenía buenas calificaciones.

Era una buena chica, ¿por qué su desaparición no había causado revuelo?

—Creo que… —empezó Leo, con semblante grave, pero no llegó a terminar la oración, pues en ese momento comenzaron a golpear la puerta.

De inmediato la voz chillona de Marcelo se filtró a través de la rejilla del correo:

—¡Lis! ¡Oye, Lis!

La pelirroja soltó un gritito y saltó sobre el montón de papeles de Leonardo.

—Debes irte.

El chico asintió, hundió las notas y recortes en el interior de la mochila y salió por dónde Lisey le había indicado. Le lanzó una última mirada y salió justo en el momento en que Lisey abría la puerta, dando paso a Marcelo.

—Lis, ¿qué hacías?

—Nada.

—Te he pillado.

—¿Qué?

—Te estabas masturbando. No tienes porque avergonzarte, ahora me tienes a mí para que…

—¡No me estaba masturbando! —gritó ella, furiosa. Marcelo siempre lograba sacarla de sus casillas y más en ese momento en el que tenía muy presentes las palabras de Leonardo.

—Vaya, Lis. Que genio—. Lisey rodó los ojos y regresó a la sala, echando un rápido vistazo a la puerta trasera, la cuál estaba entreabierta—. ¿Qué te pasa, Lisey?

—Estoy cansada, Marcelo. Eso es todo —y la pelirroja se dio cuenta de que era verdad. Estaba agotada, las noches sin dormir, sus ideas obsesivas, el negocio familiar y ahora la teoría de Leo. ¿Cómo se esperaba que ella siguiera cuerda después de todo eso?

Una imagen fugaz apareció en su mente y recordó lo que ella había estado considerando como la solución a sus problemas.

—¿Ya has terminado con tus padres? —Lisey asintió—. ¿Quieres salir a tomar algo?

La chica lo pensó un momento y finalmente asintió. Le vendría bien distraerse un rato.


🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸

 

Alrededor de las once todos en la casa Marsh se encontraban ya acostados, durmiendo plácidamente, aunque sería justo aclarar que, aunque todos estaban acostados en sus respectivas camas, había dos miembros de la familia que no podían dormir. Una era Lisey, quién se agitaba constantemente. La otra, extrañamente, era su hermano menor: Lucas Marsh.

El niño no se movía, pero mantenía los ojos abiertos, atento a los sonidos provenientes de la habitación de su hermana. Él nunca había visto un fantasma, pero a veces oía cosas.

“Lisa.”

Luke se incorporó. Esa no era la voz de alguno de sus padres, tampoco parecía la voz de alguno de los amigos de Lisey. ¿Entonces…? Escuchó como su hermana mayor se levantaba de la cama, el arrastre de sus pies y después un leve crujido al abrirse la puerta de su habitación.

—¿Lisey

Esta vez fue Luke quién la llamó, pero no obtuvo respuesta. Espero durante diez segundos, pero no escuchó nada más. ¿Lisey había regresado a su habitación?

—Se ha ido —le susurró una voz al oído.

Lucas dejó escapar un grito y se volvió de golpe hacia la ventana, casi esperando ver algo ahí, pero no había nada.

Sin pensarlo un momento más apartó las cobijas de una patada y abandonó su cama, sintiendo el frío suelo por debajo de sus coloridos calcetines de lana.

Abrió la puerta y miró el pasillo.

Estaba vacío.

Se dio la vuelta y fue a la habitación de Lisey, un lugar al cuál tenía prohibido entrar la mayor parte del tiempo.

La puerta estaba entreabierta.

Luke frunció el ceño, un gesto que parecía ser un distintivo de la familia Marsh; y echó a andar hacia allá.

Abrió la puerta con suavidad.

—¿Lisey?

Pero el niño ya sabía lo que encontraría en el interior. Una habitación vacía. Ahí no había nadie.

Su hermana, Lisey, se había ido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.