Fue una noche larga, ninguno se creía capaz de dormir, sentados cada uno en su sitio. Habían apagado la luz, pero Chris encendió la lámpara que había sobre su escritorio. No daba mucha diferencia, pero no importaba.
Rodrigo y Marcelo se encontraban juntos, recargado el uno en el otro. No hablaban, ni siquiera miraban sus teléfonos. A Lisey le bastó mirarlos para saber que usaban la telepatía para comunicarse, dejándola a ella fuera de su conversación.
¿Y Christopher? Pues su mejor amigo se limitaba a acariciar su cabello, Lisey no sabría cómo decirlo, pero había terminado recostada en las piernas de White, con su mano derecha fuertemente entrelazada a la suya, como si ese íntimo contacto fuese capaz de mantenerla a salvo, al borde justo de la cordura.
"No podemos dejarla."
"¿Y quién ha dicho que vamos a dejarla, gilipollas?"
Chris podía escuchar perfectamente la tonta discusión de sus amigos, pero no tenía interés en participar, toda su atención estaba puesta en Lisey, sobre sus rodillas, con sus mechones de pelo entre sus dedos, era muy suave y olía a vainilla. No sabía si era por el shampoo, por algún perfume o simplemente a causa de su constante trabajo en Blue Moon, pero le encantaba ese aroma.
"Pero podría perderla", pensó entonces con angustia y al momento las mentes de Rodrigo y Marcelo conectaron con la suya:
"¡No vamos a perderla!"
Christopher no les respondió, expulsándolos de su cabeza. No quería intrusiones esa noche, no mientras la mano de Lisey apretara con fuerza la suya.
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Resultó que Luke no sólo le había avisado a sus amigos de su excursión nocturna, sino que además el niño se aseguró de idear una coartada, así que durante el desayuno y cuando lo madre lo envió a buscar a Lisey este pudo decirle que la pelirroja había madrugado para ir con Chris y los muchachos a estudiar. Elena adoraba a Christopher, así que no puso peros, ni siquiera llamó a Lisey para cerciorarse. Y esto último también fue una suerte, ya que Lisey se había dejado el celular en casa. Cuando eres poseída por una fuerza extraña lo último en lo que piensas es en llevar el teléfono celular.
De igual forma Carolina se sorprendió al ver a los cuatro chicos en la sala al bajar a preparar el desayuno, todos con los libros de Chris, aunque sin leerlos realmente.
—Pensé que el período de exámenes había terminado —comentó al verlos.
—Pero eso no significa que debamos dejar de repasar —replicó Chris —la clave del éxito es la constancia, ¿no?
Su padre lo decía con frecuencia y ella siempre se mostraba de acuerdo. No fue la excepción y fue a prepararles algo de comer.
Para Marcelo fue un poco más difícil, ya que su madre había descubierto su ausencia antes de que este hubiese tenido tiempo de llamarla y avisarle. La mujer estaba al borde del llanto, lista para llamar a la policía, pensando en que Hugo lo había secuestrado... otra vez.
Por su parte Rodrigo ni siquiera llamó a casa, sabía que, salvo Fernando, nadie notaría siquiera su ausencia. Su padre había llegado a casa ebrio y Claire lo había empezado a reñir. Seguían metidos en una pelea verbal cuando Chris lo había llamado para contarle lo de Lisey.
—Deberíamos ir todos juntos al cementerio —propuso Marcelo entonces, mordisqueando el lápiz con el que se suponía tomaba notas —lo podemos hacer durante el día.
—No quiero volver al cementerio —respondió Lisey con firmeza.
—Bien, iremos nosotros tres —apuntó Rodrigo.
Lisey no dijo nada más, limitándose a cerrar el libro de Historia que Chris le había prestado al bajar todos a la sala. No tenía ánimos de nada, ni siquiera de estudiar.
—Es una buena idea, —dijo Chris —pero no creo que valga demasiado, ya que nosotros no seremos capaces de ver nada.
Marsh sintió la mirada de los tres sobre ella.
—Me voy —declaró entonces, poniéndose de pie, tirando de la chaqueta que Chris le había prestado para ocultar su pijama —nos vemos después.
—Te acompaño a casa —se apuntó Chris y Lisey ni siquiera sé atrevió a rechazarlo. Y era que no les había contado todo anoche, había una parte de esa historia que Christopher todavía desconocía.
—¿Y nosotros qué? —se quejó Marcelo.
—Váyanse.
—Esperemos el desayuno al menos —trató Rodrigo, pero sus amigos pasaron de él.
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A medio camino Lisey dijo que quería ir al parque, restaurado tantas veces en los últimos años, como una forma de justificar los impuestos, según palabras de su Elena Gordon, quién siempre tenía algo que decir.
Chris no dijo nada ante la petición de su amiga, siguiéndola en silencio. Conocía a Lisey lo suficiente para saber que algo rondaba su cabeza, algo más que lo ocurrido la noche anterior. Joder, ¿podría haber algo peor que caminar por la noche sin control?
Todavía faltaban un par de horas para que el reloj apuntara el mediodía, pero ya se veían personas en el parque, algunas ejercitándose, corriendo o paseando a sus perros.
Chris solía llevar a Spencer al parque, podían jugar durante horas con una pelota (comprada con sus ahorros) o una rama encontrada en el sitio.
Spencer había sido el mejor perro del mundo.
—Vamos a sentarnos aquí —propuso Lisey, tomando asiento en el primer banco de piedra que encontró. No era su favorito, ni siquiera uno de los recurrentes, ya que preferían ir al centro del parque, pero Chris no dijo nada sobre esto.
—¿Debería conseguirnos algo de beber? —fueron sus únicas palabras, tratando de mostrar normalidad, como si estar una mañana en el parque sin ningún plan en concreto durante las vacaciones fuese cosa común. Y quizás lo fuese, pero Chris ya no lo sentía así.
Lisey negó con la cabeza, mirando sus pies, dentro del par de tenis rojos que Chris le había prestado sus pies nadaban, pero con todo se sentía a salvo dentro de ellos. Aunque también sabía que en otro momento estaría volando por las nubes ante ese hecho, usar los tenis y la chaqueta de Chris era algo que no hacia desde que habían entrado a la adolescencia, de alguna forma había pensado que no era del todo correcto, aunque a su amigo parecía no importarle.