Leo estaba poniendo a punto los motores antes de llegar a Roma. Cuando acabó fue a su cuarto con la intención de hacer algo útil. Nada más entrar, alguien llamó a la puerta. Al abrirla, se topó con unos amplios ojos verdes y una mata de brillante pelo caoba en frente suya. Era Sabrina.
Esa chica estaba cambiando muchas cosas. Tenía una energía increíble, siempre en movimiento como una máquina recién engrasada. Sólo se estaba quieta cuando leía o trabajaba. Le fascinaba como se reía y alegraba todo el ambiente con una sonrisa, además de que sus ojos verdes tenían un aspecto juguetón cuando él bromeaba. A Leo le encantaba eso de ella.
- Hola Sabrina, ¿qué te trae por el camarote más desordenado del barco? - dijo Leo convocando la melodiosa risa de Sabrina.
- Te aseguro que ahora es el de Piper. No sabes cómo la he dejado la mesa... - dijo ella encogiéndose de hombros. – Quería hablar contigo algo importante.
- Por supuesto, pasa y ponte cómoda entre cables y herramientas.
Ella se rio levemente, casi sin fuerzas o ganas. Si su sexto sentido no le fallaba, fuera lo que fuese a contarle Sabrina era serio de tratar.
- Te quería hacer una pregunta. – dijo evitando la mirada del hijo de Hefesto. - ¿Sigues teniendo la galleta de la suerte que te dio Némesis?
A Leo le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Creía que podía olvidar ese encuentro con la diosa pero el destino había introducido a Sabrina en sus vidas a modo de recordatorio. Con sus sudorosas manos, palpó el bolsillo en busca de la galleta.
- La tengo. - dijo Leo algo nervioso.
- Vale, sólo quería asegurarme. - tragó saliva con dificultad. - Me preguntaba… Si yo supiera que algo terrible va a ocurrir y no hiciera nada para evitarlo porque estaría mal… ¿Me juzgarías por ello?
Eso era una pregunta sin sentido. Ella sabía el futuro, pero no podía alterarlo... ¿O sí?
- No te juzgaría ni me enfadaría. - respondió - ¿Por qué dices eso?
Sabrina parecía estar incómoda. Miraba al suelo con la cabeza gacha, dejando que algunos de sus bucles castaños la taparan los ojos.
- Leo, todo esto es demasiado, - dijo con una voz temblorosa. – Estoy aquí y realmente no sé por qué. Voy a veros sufrir y… No puedo. No puedo dejar que os ocurra a vosotros.
Sabrina soltó un pequeño sollozo y se pasó la mano por la mejilla. Estaba llorando.
- Eh, no llores. – se acercó a su rostro y le apartó el pelo de la cara con dulzura. – Leo el magnífico arreglará esa sonrisa
Sabrina hizo un pequeño amago de sonrisa aunque no sirvió de mucho. Leo no lograba entender porque la chica carismática y risueña que había conocido el día anterior estaba tan inoportunamente desanimada.
- ¿Sabes que tienes la sonrisa más bonita de todo el barco? – dijo Leo intentando animarla.
Sabrina encaró una ceja recuperando ese aire divertido.
- ¿Estás ligando conmigo, Valdez?
Sus mejillas comenzaron a arder. Sabrina comenzó a reír a carcajadas. Ahí estaba, esa luz que salía de ella, esa alegría. Leo era el divertido del equipo, pero… ¿Sabrina? Ella era un sol radiante.
Leo rio con ella y observó cada uno de sus movimientos con dulzura. Esa chica lo hacía todo para ayudar a siete adolescentes y su hombre/cabra, que además acababa de conocer. Leo se sentía con ella como si fuera una amiga de toda la vida que siempre le ha acompañado. Era algo maravillosamente extraño.
Hablaron y hablaron como si saber más del otro fuera una necesidad. Sabrina lo escuchaba atentamente, pese a que, seguramente ella ya conociera todos esos datos. Por un momento, se sintió como un adolescente normal en una cita normal con una chica tan especial y única como Sabrina.
Es raro, ¿no? Una extraña que acababa de conocer había hecho que derrumbar todas sus barreras como si en realidad fuera un familiar perdido.
Llamaron a la puerta, y a continuación la abrieron. Piper entró como una bala y se quedó parada en la mismísima entrada. Los miró con sorpresa, primero a Leo y luego a Sabrina. Después sonrió un poco.
- Siento molestaros, pero ya estamos casi en Roma. - los comunicó.
Sabrina, que parecía no haberse enterado de que Piper había entrado en la sala, se separó de Leo y se levantó a toda velocidad.
- Debería prepararme...- dijo Sabrina mordiendo su labio inferior.
Leo le agarró de la muñeca como acto reflejo clavando sus ojos en los de Sabrina con insistencia. Pero bueno, ¿qué estaba haciendo?
- Me ha encantado hablar contigo, - dijo rápidamente, intentando solventar su metedura de pata.
Ella le dedicó una amplia sonrisa y salió de la habitación del hijo de Hefesto a la velocidad del rayo.
Piper le dedicó una mirada muy sugerente. Sabía lo que le iba a decir a continuación.
- Ni una palabra, reina de la belleza. - dijo Leo desafiante. – Ni una sola palabra.
Una vez ya en cubierta, repasaron los grupos que hablaron antes y se dispusieron a separarse. Mientras la reunión de equipo transcurría, Leo se fijó en Sabrina, que a su vez miraba a Percy de una forma nostálgica. Una llamarada brotó dentro de él. ¿Eso eran celos? No, no podía ser. Acababa de conocerla.