Cuando por fin Baco consideró que eran unos "socios dignos para el combate," tenían a los gemelos totalmente acabados. Jason y Percy hacían un gran equipo, y Leo tenía las mejores ideas para hacer enfadar a todo el mundo. Pero lo que más le sorprendió a Percy, fue Sabrina. Parecía que llevaba años de entrenamiento con el arco. Además de ese dominio de la magia, salido de la noche a la mañana. Esa chica no hacía más que sorprenderle desde el momento que la vio en aquella plaza de España.
En cuanto todos se hubieron montado en el barco, Leo contó algo de lo ocurrido con las esferas de Arquímedes, aunque todos se percataron que estaba omitiendo muchas cosas. Sabrina estuvo sentada al lado de Nico, que estaba totalmente extenuado. Pero, por primera vez en mucho tiempo, alguien consiguió dibujar una pequeña sonrisa en los labios del solitario hijo de Hades. Sabrina, satisfecha, se acercó a Percy con una muy familiar pequeña mochila.
- No te la olvides. – dijo. - Oye...
- No hace falta que me expliques nada Sabrina. - dijo Percy.
Parecía que se estaba desgastando interiormente por algo, algo horrible que tenía que ver con Percy. Fuera lo que fuese, Sabrina no debía sentirse responsable de ello. Fuera lo que fuese, tendría que pasar. Fuera lo que fuese, Percy lucharía para salvar a sus amigos.
- Sí, me siento demasiado culpable. – murmuró ella mirando con inseguridad al hijo de Poseidón. - Lo que dijo Baco en el coliseo...
Entonces le contó todo lo que le podía contar: que ella era la Elegida de Apolo, que significaba todo eso, de donde sacaba toda la información... Todo, menos el motivo de aquella repentina confesión.
- Escúchame Percy, toda la tripulación me va a odiar en cuanto ocurra. – masculló despeinando su cabello un poco más - Sólo quería tener parte de mi conciencia limpia, y rogarte perdón.
- Si me dijeras qué tengo que perdonarte... – dijo agarrando uno de los rebeldes mechones de pelo de la muchacha y escondiéndoselo detrás de su oreja. - Podría ayudarte a sentirte libre de cualquier tipo de remordimiento.
Ella negó con la cabeza despacio, evitando la mirada de Percy, centrando sus ojos verdes en las tablas del desgastado suelo del barco.
- Sé que va a pasarte algo horrible y no puedo hacer nada para evitarlo. Cuando estés ahí, sabrás por qué temo que me vayas a odiar.
Una de sus delicadas manos rozó su mandíbula a modo de caricia, un gesto tan íntimo y cargado de emociones que logró que su cuerpo se estremeciera de pies a cabeza. A continuación, se puso de puntillas y depositó un dulce beso en su mejilla.
- Cuídate, Percy, - dijo con una sonrisa triste. – Cuida de Annabeth.
El Argo II llegó a su destino en ese mismo instante. Percy abrazó a su nueva amiga con fuerza y se perdió unos instantes en sus ojos verde esmeralda.
- Ve con ella, - dijo. – Te necesita.
Annabeth. Su Annabeth. Le necesitaba, sabía que estaba sufriendo. Percy corrió para descender donde estaba ella despidiéndose de Sabrina con una rápida mirada llena de sentido.
- ¡Annabeth! – gritó con el pulso agitado.
- ¡Aquí! - escuchó la voz de su novia, como un sollozo.
Percy bajó por la escalera de mano, y se reunió con Annabeth, apartándola con delicadez del foso y la rodeó con los brazos. Ella sepultó su rostro en el pecho de él y rompió a llorar.
- Ya pasó - dijo Percy - Estamos juntos.
Todos sus amigos se reunieron a su alrededor. Nico di Angelo y Sabrina también estaban presentes, apartados algo más del grupo, compartiendo una pequeña conversación entre susurros, pero Annabeth estaba tan confusa que no le sorprendió.
Annabeth narró todo lo que la había ocurrido, con Percy a su lado, sin soltar su mano. Cuando esta hubo acabado, todos estaban realmente impresionados. Percy, apartó unos instantes la mirada de Annabeth mientras Jason la contaba lo que les había ocurrido a ellos, y dirigió toda su atención a Sabrina, que no paraba de mirar un reloj con nerviosismo y apuntar cosas en una pequeña libreta negra. Realmente estaba inquieta.
- Hay que sacar la estatua de aquí. - dijo guardando su libreta en una pequeña mochila. - ¿Percy llevas lo que te di?
Percy se llevó la mano a la mochila que llevaba colgada a la espalada unos instantes y luego asintió. Entonces toda la estancia se tambaleó y la estatua empezó a deslizarse hacia la gran fosa sin fondo.
- ¡Sujetadla! - gritó Annabeth.
Sabrina se rodeó de su bruma morada y se elevó hacia arriba. Con sus manos brillando, lanzó unos rayos que intentaban elevar la estatua. Frank se llevó a Leo al barco para que pudiera dirigirlo y estabilizarlo. Jason rodeó a Piper con el brazo y se giró hacia Percy.
- En seguida vuelvo a por vosotros.
Invocó al viento y salió volando.
- ¡El suelo no aguantará! - advirtió Hazel - El resto de nosotros debemos llegar a la escalera.
Hazel se abalanzó sobre la parte inferior de la escalera de cuerda e indicó a Nico con la mano que la siguiera, pero él no estaba en condiciones de correr.