Sabrina sabía que aquello la torturaría durante mucho tiempo.
Todo había ocurrido demasiado rápido. Su conciencia no paraba de gritarla que tenía que salvarlos, que debía haberlos salvado. Toda la tripulación estaba apenada. Frank y Jason habían buscado durante horas en los escombros, sin ningún resultado. El entrenador Hedge no hacía más que pasearse por la cubierta con lágrimas en los ojos, tirándose de su barba de chivo y dándose manotazos en la cabeza mientras se lamentaba en silenciosos murmullos.
Sabía que Leo y el resto habían estado trabajando e intentando meter dentro del barco a Atenea Paternos mientras ella lloraba en los establos, encogida en una esquina. Estaba segura de que nadie iba a utilizar esos establos en toda la travesía, podía autocompadecerse sin ser molestada. En cuanto llegó al barco, bajó las pocas pertenencias que tenía en la habitación de Piper y se hizo su "propio camarote." Era poco, y tal vez algo cutre, pero la bastaba.
Leo fue la única persona capaz de sacarla de ahí para llevarla casi a rastras a la cubierta a debatir cómo iba a continuar la misión. Sabrina le dijo que lo decidirían igual sin ella, pero los adorables intentos de Leo haciéndola reír e intentando animarla aun sabiendo que él también se sentía culpable, la hicieron reaccionar y acompañar a su amigo.
Los siete semidioses, se reunieron en el alcázar y contemplaron la columna de polvo lejana que todavía se elevaba en el lugar de la implosión, acompañados sólo por un silencio sepulcral. Sabrina, se situó al margen del grupo, y observó desde fuera los rostros demarcados de sus compañeros. Pero del que no pudo separar la vista fue de Leo. Su rostro estaba bañado en culpabilidad, y ella sabía exactamente en lo que estaba pensando. Némesis era una diosa horrible, hacerle sufrir así... A alguien tan bueno y puro. Era algo cruel y sin sentido.
- Yo tengo la culpa. - dijo tristemente.
Los otros se le quedaron mirando, aparte de Sabrina, Hazel fue la única que pareció entender a qué se refería exactamente.
- No, - repuso la hija de Plutón - Gaia tiene la culpa. Nadie de aquí es culpable de lo que ha ocurrido.
Al escuchar eso a Sabrina se le rompió el corazón. Ella sí tenía la culpa, ella sabía que eso iba a suceder. ¿Pero qué más opciones tenía? Sus esfuerzos por sofocar las lágrimas fueron totalmente inútiles, ya que sin poder evitarlo, hipó acompañado de un sollozo y rompió a llorar de una forma silenciosa y depresiva, bajando la cabeza intentando esconder su rostro y los sollozos. De repente, notó como alguien la envolvió con sus brazos y la abrazó con ternura. Hundió su cabeza en el reconfortante pecho masculino que la había recogido como si fuera su hogar y empapó con sus lágrimas la fina tela de algodón de su camisa, sin saber realmente de quién se trataba.
- Ella lo sabía. - escuchó la voz de Frank sin despegarse del misteriosos y reconfortante abrazo.
El silencio volvió a reinar en toda la instancia por unos instantes.
- No podía hacer nada para evitarlo, - escuchó la voz distante de Leo.
- Seguro que sí había alguna opción, - protestó Frank, de nuevo.
Realmente, a Sabrina le daba igual la discusión que se estaba forjando entre los semidioses, y quién creía aun en ella y quién no. Ella siguió llorando, con todas sus fuerzas, intensificando lentamente el volumen de su llanto. Al otro lado de los brazos protectores, el volumen de la discusión aumentó a la par que el del llanto, pero todos se vieron sorprendidos con la última intervención.
- ¡La estáis machacando sin sentido! - su voz hizo callar a todos, reverberando en el aire y por todo el cuerpo de Sabrina - Ella está sufriendo más que ninguno, porque quiso ayudarnos. ¿Y qué hacemos nosotros? Desconfiamos de ella, la culpamos sin tener pruebas y con falsas acusaciones...
Nico di Angelo, hizo una pequeña pausa, tomando aire lentamente, haciendo que Sabrina se sintiera aún más reconfortada en su pecho.
- En cuanto la conocí me contó todo lo que yo considero importante. A mí no me hace falta saber más. - dijo Nico - Percy y Annabeth no están muertos, si lo estuvieran, ya lo hubiera percibido.
Escuchar esas palabras salir por los labios de Nico, le hicieron sentir aún más segura. Ella lo sabía, pero tener la afirmación de otra persona, fue reconfortante. En esos pequeños instantes de adrenalina, Sabrina liberó algo de su valor y sacó su rostro de la camisa negra de Nico. No sabía cuál sería su aspecto, pero decidió no preocuparse por el momento.
- Sé que no os he dicho todo sobre mí, pero por una vez en vuestras vidas, confiad en lo siguiente que os voy a decir. - hizo una pequeña pausa - Tenemos que ir al Epiro, a la Casa de Hades. Allí estarán Percy y Annabeth listos para cerrar las puertas de la muerte por los dos lados.
- ¿Y traer a Percy y a Annabeth sanos y salvos? - dijo Leo.
- Sí. - contestó ella.
La mirada de muchos de sus compañeros se iluminó con esa palabra. "Sí." Era un símbolo de esperanza, una oportunidad.