¿Quién era Sara? Era mi ex novia, nuestra relación duró diez años. Hace tan solo ocho meses terminamos. Un viernes finales de Abril después de haber disfrutado de una cena que yo mismo preparé, me dijo que necesita espacio y quería un tiempo para estar con ella misma. Ahora entiendo cual era el espacio que necesitaba.
No lo niego que cuando me dejó me dio duro, pero soy un hombre que no se apega de las personas y la superé rápido, creo que heredé un poco de “me importa un culo” de mi padre. Hice mi vida sólo, pero me enojé porque no tuvo el valor de decirme la verdad, aunque la relación se acabó en buenos términos, manteníamos comunicación y de vez en cuando nos saludábamos.
Sé que la invitación no la hizo llegar con buenas intenciones, sólo quería restregarme en la cara que se iba a casar con su príncipe azul y seria feliz por siempre, eso creeria ella pero con las redes sociales y el mundo moderno, dura mas un estornudo que una relación. Tomé las cosas con calma y la invitación a la boda hizo que me olvidara de la quemadura de la lengua, terminé de desayunar, recogí los platos de la mesa y limpié cocina.
Caminé a mi habitación, cambié las sábanas de mi cama por unas limpias, las deposité en la canasta de ropa sucia. Me sentía un poco cansado y me acosté, con mis piernas cruzadas y los pies por fuera, me dio pereza quitarme los tenis y no quería ensuciar las sabanas limpias. Mi mirada perdida en lo blanco del techo y en unas cuantas construcciones de arañas a las cuales les alquilé unos centímetros de mi casa que hasta la fecha no recibía pago alguno.
Cuando creí que Sara no me importaba aparecía en mi vida con tremenda sorpresa. aunque no sentía que la quisiera, solo que su acto de mala fe molestaba. Empecé a imaginar cosas, entre ellas llegar a la boda e interrumpirla pero no porque todavía la quisiera, sino como por amargarle el rato. reía solo acostado imaginando esas estupideces, obvio que no sería capaz de hacerlo, solo pasaba por mi mente. Falta un poco menos de un mes para su boda, no sabía si seguir su juego o no darle importancia a su tarjeta de invitación, pero no ir sería darle motivos que pensara que todavía me importaba. Igual faltaban muchos días para que la boda ocurriera, cerré los ojos unos minutos y me quedé dormido.
Un ruido en la cocina me despertó, me levanté lo mas rápido que pude y pensé -“otra vez el puto duende”- Salí con premura a la cocina, cuando llegué el querido gatito cargaba entre sus afilados colmillos un filete de cerdo, el cual en unas horas tardes se iba a convertir en mi almuerzo, -¡Gato hijo de puta!-. Me dio mucha rabia, me quité un zapato y lo tomé con mi mano derecha y lo lancé con tanta fuerza que si no lo mataba del golpe por lo menos lo intoxicaba con el olor, pero mi adversario era ágil y profesional en su oficio. Esquivó mi golpe y justo le di al florero, ese mismo que yo llamaba “El florero de Llorente” y a los visitante les contaba que el suegro de mi abuelo hizo partícipe del grito de independencia de Colombia ese 20 de Julio de 1810, recogió las partes y las pegó, de regalo de matrimonio se lo obsequió.
No sabía que me dolía mas, si el filete de cerdo o el florero roto que ni siquiera había terminado de pagar y el cuál debía dos cuotas. Eso me pasa por pensar con enojo, pero como en juego largo hay desquite, el duende se había convertido en un objetivo militar. La tercera guerra mundial habría de llegar, por un momento pensé en tener aliados, podría unirme al clan de los ratones.
Podría contar con el apoyo de Mickey Mouse, Jerry, Speedy Gonzales, Ratatouille y entre otros, pero creo que saldría mas caro la cura que la enfermedad, sería mejor enfrentarme yo sólo al duende. Estaba en mi territorio y tenía eso a mi favor. Aparte de que me robó mi pescado, ahora debía recoger un daño que yo mismo hice, por lo visto era un sábado que no pintaba para nada bien; un sobre que nunca debió llegar, un chocolate que debí haber esperado que se enfriara un poco, un duende mas listo que yo, estaba hecho, nada estaba a favor.
Debía de salir de la casa hacer compras, solo faltaba que Vicente Fernández se dedicara a cantar reggeaton y a Maluma se le diera por ser la nueva Kardashian, aunque siendo sinceros ya le falta poquito. En este mundo de locos todos es posible. Dos horas mas tarde ya estaba listo para salir de la casa, revisé el agua al radiador del carro, luego el aceite del motor, el aceite hidráulico. Dejé el carro encendido diez minutos, todo estaba en perfecta condiciones, por lo menos el día estaba soleado era hora de cambiar mi mala racha.
Me monté en mi carro sintonicé la emisora de siempre, 103.4 FM ¡Dónde escuchas de todo! Aunque solo era puro nombre, una vez llamé y pedí una canción “R.E.M. –Losing My Religion”. Pero me respondieron que no podían porque no era de su programación, salieron mas mentirosos que la Chilindrina. De todas maneras los seguía escuchando porque era de lo mejor que tenía la ciudad. Cuando arranqué sentí un pinchazo, precisamente no era de un zancudo, si que menos de una abeja, -¡puta madre!- una llanta fue lo primero que se me vino a la mente, me bajé, abrí el baúl. Busqué la llanta de repuesto, por gran asombro también estaba pinchada. Creo que necesitaría de tres padre nuestros y dos Dios te salve María, agua bendita, pero mucha agua bendita. Eso me pasa por burlarme del mensajero.
Ya no sabía si salir de la casa, quedarme dentro del carro, encerrarme en el baño, subirme a un palo o dejar que solo llegara la noche y este día pasara rápido. Pero como decía mi primo el que tenía infección intestinal –“Quien dijo miedo cuando ya estaba cagado”- lo que debía de venir pues que llegara. Creo que haría un poco de ejercicio caminando, fui al centro comercial mas cerca de la casa, compré lo que necesitaba, me encontré con un amigo y le pedi el favor que me llevara las bolsas mas tarde a mi casa. El aceptó sin ningún problema, aunque la verdad del mal día que tenia no quería ni llegar a mi casa.