La isla de los dioses

7.8

Stella danzaba entre el fuego vestida de seda semitransparente, un diminuto corsé y una falda larga con aberturas que permitían ver sus largas y torneadas piernas, llevaba cintas en la cabeza con lentejuelas brillantes y bailaba descalza, aunque en sus tobillos, cuello y muñecas llevaba unos aretes de un metal dorado. Su rostro tenía pintados símbolos tribales con pintura blanca, así como en los hombros y vientre. Su público, sentados en las gradas con las gafas de realidad aumentada creían que estaban allí, rodeados de fuego, sintiendo el calor sofocante casi quemándoles la piel.

Stella se contorsionaba como una verdadera gimnasta, acompañada por una música melódica, saltando ágilmente y retando al peligroso elemento, como si éste pudiera obedecerla.

Tras su maravillosa actuación, Broms dio paso al grupo de payasos, los niños rieron al verles entrar a escena entre caída y chiste.

Fue a reunirse con su fiel amigo “Podo”, pero éste, dando como siempre rienda suelta a su travesura, se había introducido a través de una rendija hasta el cubículo donde se encontraban Aura y Erflin, recibiendo como era usual, la visita de los espectadores.

Stella quiso entrar, pero el hombre que estaba dando las entradas la detuvo.

—Lo siento Stella, pero sabes que mientras esté abierto al público no puedes entrar.

—Lo sé, es que se ha vuelto a escapar Podo y he visto que entraba aquí. Solamente será un minuto, lo prometo.

—Bueno, esta bien… pero trata de contener al bicho, no puede estar correteando de aquí para allá sin control.

Ésta asintió y una vez dentro, las demás personas se giraron para mirar su provocativo atuendo de bailarina. Algunas esposas reprendieron duramente a sus embobados maridos y uno de los niños la señaló con el dedo:

—¡Mami, mami!¿por qué va así vestida?

—Es la bailarina del circo, se llama “Diosa del fuego” —le explicó su madre. Stella dirigió una sonrisa amable a las dos y, sin atender a la impaciente de Aura, que, encerrada como siempre en su jaula, la estaba llamando a gritos, se dispuso a buscar a su hurón, que asustado al ver a tanta gente, se había ocultado entre unos trastos. Al final logró cogerle y girándose para mirar a su amiga, se puso un dedo en los labios para ordenarle que se callara.

Las personas al oírla hablar, comenzaron a murmurar entre ellos y Stella movió la cabeza con reproche mientras, agarrando a un escurridizo Podo, se marchaba sin decir nada.

Aura la observó marcharse confusa e ignoró al coro de personas que ahora la martilleaban a preguntas.

—¿Cómo te llamas?¿qué edad tienes?¿has nacido en el circo?¿qué comes?

Al oír aquella pregunta, Aura estuvo en un tris de contestar alguna grosería, como que en realidad se alimentaba de bebés o algo parecido, pero la mirada amenazadora de su diminuto amigo la hizo desistir.

Más tarde, cuando todo se hizo oscuro y el circo cerró sus puertas, Aura preguntó el porqué nadie quería que hablase.

—Yo no hablo, Stella no habla con sus admiradores y tú tampoco debes hacerlo, ya lo sabes, ¿por qué eres tan cabezota?

—Lo se y obedezco, pero igualmente lo logro comprender, si ven que puedo hablar como ellos tal vez me vean más como a una humana.

—Vaya mi querida Aura, has crecido físicamente, pero sigues igual de inocente como antes… ¿no te das cuenta que Broms nos quiere calladitos y dóciles? Así gana más dinero, porque cuenta con el efecto sorpresa y el misterio que generamos. Si contestas todas esas preguntas ya no tiene gracia. El publico paga para mirarnos y compadecerse de nosotros, imaginándose cualquier historia descabellada.

Cuando vino el dueño y abrió la jaula para que pudiera estirar las patas, Aura vio como su amigo se quedaba allí dentro, sentado en su casita.

—A mi me dejan más libertad que a ti, los días de ensayo hasta me dejan salir, (atada a una cuerda) para que pueda verlos.

—Supongo que temen que me escape, aunque es una tontería porque no tengo donde ir. ¿Dónde crees que podría marcharme? El circo es cuanto conozco, es mi hogar. Aura dejó que la imaginación hiciera mella en ella.

—Podríamos marcharnos juntos, bien lejos de aquí… Quien sabe, tal vez lográramos encontrar otro tipo de vida, aquí no estamos bien.

—No Aura, aquí es el único lugar en que estamos protegidos. En todas partes existirían personas asustadas de vernos y quizás termináramos en peor situación. —pero Aura se resistía a creer eso.

—Tal vez encontráramos un buen médico, a mi me haría unas preciosas piernas y sería como Stella y a ti… tal vez te diera a beber alguna pócima milagrosa que te hiciera crecer… ¿te lo imaginas Erflin? ¿te imaginas lo maravilloso que sería? —le dijo con ojos soñadores, imaginándose algo que nunca se haría realidad.

El chico apoyó las manos en sus rodillas, sentado en su camita de juguete:

—Sería un bonito final, los dos nos marcharíamos a algún país lejano, lleno de esta porquería de gente y viviríamos felices como en alguno de mis cuentos. Pero desgraciadamente la vida no es así, no todo son finales felices, lo siento muchísimo querida amiga, si supiera alguna manera lo haría, por ti… por nosotros…

Aura se acercó para que Erflin pudiera bajar por su brazo hasta llegar a ella, y éste se abrazó a su cuello con inmenso cariño.

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Una tarde, Aura se hizo daño en una de sus patas traseras, salió tan apresuradamente de su encierro, que resbaló, lastimándose con un hierro saliente, cayó estrepitosamente y no logró levantarse.

—¡Erflin!¡no consigo ponerme en pie, me duele mucho, necesito que venga el hombre de bata blanca que se llevó a Divah! —este se sintió impotente al ver sufrir a su amiga del alma y le dijo que lo llamara ella, que a él nadie lo oiría, aunque gritase. La chica llamó al hombre que les traía la comida y el agua y por fin, después de una eternidad, entró mirándola con sorpresa:



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En el texto hay: mitologia, romance, genetica

Editado: 14.10.2024

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