La isla de los dioses

7.9

Cuando llegó donde la esperaba un preocupado Erflin, ésta lo tranquilizó de inmediato enseñándole su pata vendada.

—Me ha dicho el doctor que me he de poner algo en los cascos, no recuerdo ahora el nombre.

—Se debe referir a las herraduras, también las utilizan los demás caballos del circo, tiene razón, con ellas no resbalarás.

Y así fue, al cabo de una semana, ya con la pata curada, el encargado de atender a los animales, bastante divertido dado lo chocante de la situación, le eligió las herraduras más convenientes, ya que los cascos de Aura eran un poco más grandes que los caballos comunes.

—¿Me va a doler? —preguntó no muy convencida, mientras ese hombre, sentado en un taburete se disponía, con clavos y martillo en mano a realizar su trabajo. Éste negó secamente, acostumbrado a su labor y obedeciendo a Broms en su estricta orden de que nadie hablara con ella.

Mientras Aura observaba como aquel hosco hombre le herraba las patas, tuvo la impresión de que aquello lo había visto en otro lugar. Fue como un ramalazo en su mente, pero se dijo que aquello era imposible, desde siempre había vivido allí y los días en que había ensayo general y podía salir, los caballos ya pastaban sueltos por la explanada y no había visto que los herraran nunca.

Una vez estuvo lista, las probó en el empedrado delante del edificio central, bajo la atenta mirada de Broms y de aquel hombre. Erflin también estaba allí, ya que le había rogado insistentemente para poder verla. Stella también dejó su ensayo para observarla.

Aura miró a sus amigos muy feliz, como una niña con zapatos nuevos:

—¡Mirad!¡mirad todos como corro sin el menor peligro!

La menuda figura la observaba pensativo; por una parte se sentía aliviado por verla así de contenta, sin acordarse ya de su anterior vida con los doctores. Había sido mudo testigo de su melancolía al verse encerrada allí, pero ahora era feliz. Sin embargo algo le pesaba, sabía que aquel personaje que ahora reía despreocupado, cabalgando como un potrillo travieso no era completamente libre, tenía que lidiar con la carga de ser un engendro como todos, medio humana medio animal, sin más compañía que una bailarina y un enano.

Aura no había nacido allí, provenía de otro lugar, ignoraba si mejor o peor a ese, pero actualmente vivía engañada por Broms, pensando que era un espectáculo más entre tantos otros y no que había sido capturada y retenida allí, lentamente drogada para que no pudiera recordar su pasado.

Enfrascado en aquellos negros pensamientos, no se dio cuenta que Aura regresaba una vez más junto a él al recinto transparente donde los encerraron de nuevo. Erflin trepó hasta su casita y observó a su amiga, forzando una sonrisa triste, disimulando su desasosiego. Pero ésta lo conocía demasiado bien en aquellos casi dos años de convivencia mutua y le pasó un dedo por los barrotes, ya que al crecer, la casita le llegaba casi por los hombros.

—¿Te pasa algo? Te veo triste… ¿Es porque no puedes salir tan a menudo como yo? Si quieres le puedo pedir a Broms que…

—Gracias cariño, pero no te preocupes por mí.

Entraron a traerles la cena. Aura se apresuró hambrienta a coger la bandeja y miró lo que había en ella.

—Mmmm… tazón con caldo de pollo, una manzana y pan con queso, ¿quieres?

Erflin negó, ya tenía su propia comida y además, tampoco comería nada de aquello aunque lo obligaran.

Observó en silencio como la jovencita comía el pan y el queso, dejando por el momento el tazón humeante para que se enfriara; allí ponía Broms su droga, una tan potente que sumía a la joven en la inconsciencia, dejándola en un estado de falso bienestar. En el caldo, el agua o en la leche, daba igual, todos los días, escondites idóneos para ocultar tan poderosos brebaje.

Aura cogió entre sus manos el tazón, soplando para no quemarse, pero cuando iba a acercarlo a sus labios, algo salió disparado y ¡zas! Hizo que tirara todo su contenido en la paja del suelo. Ésta miró instantáneamente al causante de lo sucedido:

—Pero, ¡qué has hecho! ¿por qué lo has tirado? —éste le señaló que se acercara.

—Ya no podía más y he tenido que hacerlo, por favor querida amiga, acércate que tengo que decirte algo. Aura fue a obedecerlo intrigada, cuando unas voces que venían del exterior la interrumpieron. Se asomó a la ventana minúscula que había para poder oír mejor lo que pasaba fuera. Broms hablaba con el mago que hacía meses se había incorporado al circo.

Erflin la llamó inquieto diciéndole que atendiese a lo que debía decirle, que era importante, comenzó a explicarle, pero ésta apenas le hizo caso, tan pendiente estaba por captar toda o parte de la conversación entre los dos hombres. Éstos venían ya hablando, discutiendo sobre algo:

—… no creo que sea una buena idea lo que me está proponiendo, es demasiado arriesgado sacarla de su ambiente y además, podría poner su actuación en un aprieto.

—Puede confiar en mí, una criatura de esas características en mi show daría el toque final y causaría gran afluencia de nuevos espectadores.

—La verdad es que tengo mis dudas, debería pensármelo más tiempo.

—Pero el fin de semana está al caer, debe darme una respuesta lo más rápido posible.

Broms parecía algo inquieto y se mesaba su bigote sin terminar de decidirse.

—Puede que tenga razón, a la gente le gustan los cambios y puede que una cosa así tenga éxito.

—La tendrá, estoy completamente seguro, un ser mitológico tan salvaje… no debe mantenerse escondido en una jaula, debe explotarse al máximo, usted ya me entiende, tenga en cuenta que es una cosa única.

—Pero el escenario, los focos, tanto público… alomejor es un error y la haga reaccionar de otra manera, ¿y si es capaz de escaparse?

Aura se estremeció; para entonces sabía de sobras que hablaban de ella, querían sacarla de allí.

—¡Pero bueno!¿qué le ocurre? Lo creía un empresario audaz, sin miedo a nada. ¿Va a desaprovechar esta oportunidad que le brindo? —Broms se paseó de un lado a otro con el apestoso humo de su cigarro siguiéndole.



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En el texto hay: mitologia, romance, genetica

Editado: 14.10.2024

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