La isla de los dioses

2.3

Pasados unos meses más, la sirena pudo subir a la superficie con su bebé, el cual ya tenía los pulmones lo suficientemente desarrollados y podía respirar oxígeno.

Después de tanto tiempo en el arrecife, se sintió un poco rara al darle en el rostro el aire puro y notar el calor de los rayos del sol. La epidermis de los seres del agua estaba cubierta por una ligera capa de grasa que les protegía del agua, así como sus ojos, los cuales tenían una membrana protectora, como un segundo párpado, semejante a la que tienen algunos reptiles.

No había olvidado a su salvador y si lograba verle le daría las gracias y le mostraría a su hijo. Salió a la orilla sentándose en un conjunto de rocas y poniéndose a su bebe en su cola. Éste al principio lloraba asustado, no entendía el porqué de pronto no había aquel líquido elemento rodeándole, ni podía flotar meciéndose en las olas. Aquel aire extraño que tenía que respirar le apretaba los pulmones y el sol le molestaba en los ojos, Se agarró a su madre tembloroso.

—Tranquilo, debemos esperar un rato aquí. Si esos “seres de la tierra” suelen venir a la playa a pescar, podemos decirles que llamen a ese centauro.

Al cabo de varios minutos, las plantas acuáticas que separaban la costa de la tierra se abrieron y un grupo de unos ocho centauros se aproximaron al agua a refrescarse un poco. Ésta, tapada por las rocas los miró y no pudo distinguir al jovencito que buscaba.

El grupo se metió en la orilla y se mojaron la cara y los torsos; se veían cansados, seguramente acababan de regresar de una cacería. Ella se encogió de espanto; el que buscaba era joven, casi un niño, no estaba preparado para la lucha.

—Solamente han pasado siete meses, no es posible que se haya hecho mayor en tan poco tiempo. —pensó.

Entonces lo vio. Sí, era él pese a haber crecido, estaba en último lugar charlando con un compañero. Ésta esperó hasta que quedó solo y le tiró una piedrecita.

—Oh, ¡eres tú!— le dijo sin darse cuenta que los demás ya se marchaban. Ésta sonrió y alzó al niño que comenzó a dar coletazos tratando de escapar.

—¿Lo quieres coger? — éste se quedó sin saber que hacer, pero ésta se lo puso entre los brazos y él se sintió emocionado. El bebé alzó los bracitos para agarrarle la media barba, emitiendo una risita.

—Es muy pequeño… nuestros bebés son mucho más grandes, apenas los podemos mantener en brazos unos meses.

— ¿Y tú? ¿Cómo has crecido tanto? Hace poco eras un muchacho curioso y ahora…

— Sí, ahora soy un cazador. — dijo sin poder evitar el orgullo. Ésta asintió mirando sus armas, (arco y flechas) que llevaba colgando del hombro.

— Entiendo… nuestros hombres también cazan animales grandes. Las mujeres solamente recogemos los alimentos que están a nuestra disposición, como algunos crustáceos y plantas,

— ¿Tienes marido? — ella asintió. — y él sabe… ¿sabe lo que paso? ¿Que un centauro te ayudó a regresar al mar?

— Claro, sin tu ayuda él no sería padre y seguramente también me hubiera perdido a mí. — el joven le devolvió al niño, el cual se enganchó a su pecho y comenzó a mamar.

— Estoy muy contento de haberte podido encontrar aquel día. Fue una casualidad ya que no solemos acercarnos tanto a la costa, pero aquel di me sentía deprimido y llegué aquí para estar solo. La sirena señaló el grupo de centauros que se alejaba.

—¿De dónde venís? no parece que sea de una cacería, ya que no lleváis ninguna presa.

—Sí, en efecto no venimos de caza —quedó pensativo sin decidir en explicarle la verdad —en realidad ha sucedido algo muy extraño en nuestro territorio, unos hombres de aspecto extraño, pero que no procedían de la isla, teníamos órdenes de matarlos.

—¿Sabéis quienes eran?

—No estoy muy seguro, fue todo tan rápido… eran parecidos a nosotros, es decir, eran hombres pero iban cubiertos por unas pieles rojas, iban armados con unos palos que escupían fuego. Tenían dos extremidades inferiores como los “seres alados”, pero no poseían alas. ¿Los has visto alguna vez?

—¿Los seres que vuelan? Sí, desde el mar algunas veces. ¿Quién os mandó que los matarais?

Éste le explicó brevemente toda la historia.

—¿Y no vendrán más seres como esos? —éste no quiso preocuparla y negó, aunque pudo ver como uno de ellos escapaba volando con un extraño artefacto y estaba aquel otro que encontraron atado. La chica alada les pidió que no lo mataran, aunque de haber sido por él no la hubiera hecho caso. ¿Quién era ella para darles órdenes? pero él no estaba al mando y tuvo que obedecer.



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En el texto hay: mitologia, romance, genetica

Editado: 14.10.2024

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