La Isla del Destino

Día 3

MEDIANOCHE

Nadie dejaba de observarme. ¿Estaba nerviosa? Demasiado. ¿Sabía qué iba a pasar? No realmente. Sin embargo, no tenía miedo. Todos se esforzaban por darme paz y tranquilidad, aclararme todas las dudas y brindarme seguridad. Todo eso ayudaba, y mucho.

Todos esperamos, esperamos y esperamos... Pero nada. Tabitha parecía ser la menos confundida; es más, parecía que sabía algo que el resto no, que sabía la razón, pero se limitó a pedirles a los demás que dejaran la casa para así estar ella sola conmigo.

—¿Qué pasó? —pregunté con el ceño fruncido.

—Nada, ese es el problema. No estoy segura de por qué —contestó antes de sentarse—, pero tengo una idea —se tomó unos segundos y continuó—. Solo se conoce un caso y fue hace mucho, mucho tiempo... Hace casi quinientos años llegó un muchacho, se parecía mucho a Bastian. Todos pensaban que se convertiría en ángel, pero eso nunca pasó. Nunca dejó de ser un mundano.

—¿Y qué le pasó?

—Fue desterrado —dijo.

—Quiero suponer que le dieron un bote o...

—Ojalá —dijo Tabitha interrumpiéndome e hizo una mueca—. Lo llevaron a la isla prohibida.

—Eso no suena bien —murmuré.

—Allí van las peores criaturas —explicó—, y si un mundano pisa esa isla... No quiero ni pensarlo.

Tabitha se levantó para servirse un poco de agua, claramente angustiada.

—Era un niño —susurró.

—¿Eso me pasará a mí? —pregunté, asustada.

— No, cariño —se apresuró a decir y me miró sonriendo—. No dejaré que eso te pase. Tendrán que pasar sobre mí antes. Y Alexander. Y Daniel.

Eso no me tranquilizó por completo, pero ayudó.

—Pero primero, intentaremos evitar que se sepa, que quede entre nosotras, ¿sí? —asentí repetidas veces—. Perfecto.

Tabitha se acercó a mí y acarició mi mejilla suavemente para tranquilizarme; cosa que fue muy efectiva por alguna razón.

—Espero que sepas que nos alegra mucho haberte encontrado.

—¿Cómo lo hiciste? —pregunté suavemente, sonriendo como boba.

—¿Hacer qué?

—Eso... Me siento tan... relajada —murmuré.

Mi vista comenzó a nublarse y quise hablar, pero ya era muy tarde.

 

TARDE

 

—Hasta que despiertas.

La voz de Agatha retumbó en mi cabeza como una bomba y enseguida me cubrí con las sábanas, tapándome por completo. Quería respuestas, estaba llena de preguntas, pero me sentía fatal. Sentía que tenía un elefante encima, bailando y riéndose de mí.

—No te enojes con Tabitha, lo hizo con buenas intenciones —explicó.

Esta vez su voz no me aturdió tanto, así que hablé.

—¿Qué me hizo?

—Te durmió —dijo—. O eso intentó. La última vez que lo hizo fue hace mucho tiempo, está algo oxidada.

—¿Ustedes tienen poderes? —me senté poco a poco mientras me refregaba los ojos.

—Algo así. Solo algunos para ayudar en ciertas ocasiones.

—Gracias, me siento genial —dije, sarcásticamente.

—De nada —sonrió Agatha.

La miré fijamente y después de unos segundos, le sonreí. Me di cuenta de que no le podía contestar mal, ella no tenía la culpa de que me sintiera así.

—Levántate así comes algo, debes estar hambrienta.

—De hecho, sí. Bastante.

Dicho esto, salté de la cama y al segundo me arrepentí.

—Oh, cierto, lo olvidé. Ya casi es invierno, abrígate —dijo Agatha antes de salir de la habitación.

La observé boquiabierta. «Gracias por avisarme, tarde», pensé. Mi humor por el suelo, claramente.

—¡De nada! —exclamó el ángel desde el comedor.

Preferí dejar mi nueva duda para después y me apresuré a ponerme la ropa que me había dejado Agatha sobre la cama. En cuanto terminé, salí del cuarto para cruzarme a un Bastian medio dormido en el sofá con unas sábanas y una almohada.

—Bastian —dijo Agatha—, ya que los brujos ya saben sobre Anna, ¿por qué no la llevas al lago?

Bostezó mientras se estiraba.

—¿Segura? —preguntó, cansado.

—Sí, confío en que la cuidarás muy bien.

—¿Segura? —repitió Owen, quien salía del baño.

—¡Ma! —exclamó Bastian.

—Era un chiste, cariñito.

Dicho esto, Owen le agarró las mejillas a su hijo y las apretó. No pude evitar extrañar mi vida al verlos, y, evidentemente, mi mirada cambió y todos lo notaron.

—¿Por qué no partimos? —preguntó Bastian, levantándose.

—Todavía te estás despertando, podemos esperar.



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En el texto hay: fantasia, misterio, poderes

Editado: 22.11.2020

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