La Isla del Destino

Día 4

MEDIODÍA

 

Logré quedarme dormida unas horas después, pero unas voces me despertaron.

En cuanto salí de la habitación, noté la presencia de una niña. Bueno, no tan niña, tenía unos quince años. Su cabello era castaño claro, pero estaba sucio, así que parecía más oscuro. Su rostro y su ropa también tenían mugre. No se veía nada bien.

—Anna, ella es Leila. Leila, Anna —dijo Agatha apenas me vio—. Es una ninfa.

—¿Una ninfa?

La observé detenidamente y decidí sentarme frente a ella, cosa que parecía haberla puesto incómoda.

—¿Cuántos años tienes?

—Treinta y cuatro —susurró con los ojos bien abiertos.

—¿Treinta y...? —me detuve y asentí para mí misma—. No dije nada.

—Cuando llegó tenía catorce —aclaró Agatha y regresó a la cocina.

—¿Está sola?

—No, su hermano está aquí también.

—Eso es bueno —sonreí.

—Sí... —murmuró Agatha.

—¿Y qué es? —pregunté mientras tomaba una manzana.

—Un sátiro.

Estaba a punto de morderla y me detuve.

—¿Como el de Narnia? 

—¿Narnia?

—¿No sabes lo que es?

Agatha negó con la cabeza y siguió cortando el tomate.

—Debo ser muy vieja —dijo ella.

—¿Cuántos tienes?

—Tenía 22, pero ahora tengo 97.

—Entonces sí, lo eres —contesté, riendo.

—Si sigues diciéndome vieja y no dejas de utilizar el sarcasmo, no serás un ángel —dijo, seriamente.

Me limité a soltar una carcajada. No era buena mintiendo así que opté por no decir nada más.

—¿Y cómo se ve un sátiro? —pregunté mirando a Leila esta vez.

Lo pensó unos segundos.

—Son salvajes y tienen cuernos como las ovejas —murmuró casi balbuceando.

—¿Los usa? —negó repetidas veces.

—Felix es bueno —dijo y sonrió un poco.

—Me gustaría conocerlo algún día, ¿podría?

Miró a Agatha y luego regresó a mí.

—Está en la isla prohibida, pero tal vez podremos ir algún día.

Ahora yo miré a Agatha.

—Seguro iremos pronto —asintió y le sonrió a Leila.

La ninfa sonrió de nuevo y de repente ya no se veía asustada, sino contenta.

Almorzamos las tres juntas, casi en silencio ya que Leila casi no decía nada o balbuceada y costaba entenderle a veces. Agatha le ofreció darse un baño unas cien veces, pero las rechazó todas porque todos se darían cuenta de que ella la estaba ayudando. Aparentemente, las ninfas y los sátiros son como las sobras, o eso decía el libro que me dio Agatha sobre las criaturas, el cual era bastante cruel. Y por alguna razón, ninguna de las otras criaturas podía ayudarlos, cosa que era aún peor.

—Tabitha me dijo que bajo ninguna circunstancia debes abandonar esta casa —comenzó a decir Agatha mientras se preparaba para irse—, así que invité a alguien para que te haga compañía.

Su sonrisa era pícara, pero no podía adivinar quién podría ser. Se fue dejándome completamente sola. Leila se había ido apenas terminamos de comer, y se veía bastante feliz, por suerte.

Por un momento pensé en la posibilidad de que volviera ese tal Merlín y comencé a asustarme. Corrí hacia las puertas y ventanas para cerrarlas, pero no tenían seguro. Duh. «Retrocediste quinientos años, Anna».

—Toc, toc —dijo una voz masculina del otro lado de la puerta principal.

Salté del susto y me acerqué lentamente. Tampoco tenía un agujero por donde mirar así que la abrí solo un poco. En cuanto vi a Bastian, mi cuerpo y mente se relajaron, y lo dejé pasar. También me puse un poco nerviosa, pero en el buen sentido. ¿Me gustaba? Un poco.

—¿Estás aburrida? —preguntó mientras tomaba asiento—. Agatha me contó sobre lo que dijo Tabitha.

—Oh, eso —dije—. No hay problema, seguro ya tendré tiempo de recorrer.

Me senté junto a él. Me miraba, lo podía sentir, pero yo no a él.

—Me encantaría llevarte a las montañas, pero bueno, no se puede.

—Entonces, ¿qué haremos aquí todo el día?

Lo miré y alcé una ceja.

—O tal vez sí —dijo Bastian con una sonrisa, pensante.

—Pero Tabitha...

—Te cuidaré con mi vida.

Sonreí tímidamente y acepté. Las mariposas comenzaban a aparecer en mi estómago poco a poco.

Tomé un tapado de Agatha antes de salir de la casa junto a Bastian. Una parte de mí decía que no tenía que hacerlo, que me tenía que quedar, pero la otra quería hacer algo divertido. ¡Estaba en una isla llena de criaturas mágicas, por Dios!



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En el texto hay: fantasia, misterio, poderes

Editado: 22.11.2020

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