Contemplaron el lugar al que habían llegado, era una isla no muy grande, cubierta de verde pasto y decenas de árboles de jacaranda. Las hojas de todos los árboles habían caído, pero no estaban desnudos, los cubrían preciosas flores de color lila. Parte del prado estaba cubierto por las mismas flores iluminadas por la luz de la luna creciente.
―Hay algunas vainas maduras ―dijo Yal evaluando uno de los árboles―. A muchas otras les falta quizá una semana. Tendremos que esperar.
―Supongo que habremos de acampar ―dijo Iñak suspirando―. Ya tuve suficiente por el día de hoy, espero tomen realmente en cuenta el sacrificio que hago por la sociedad, yo realmente detesto dormir fuera de casa. ―dicho esto, el grupo armó las tiendas de campaña y dedicaron el resto de la noche a descansar y aliviar el estrés.
El sol apenas comenzaba a salir. Yal aun sentía cansancio y dolor en sus extremidades por la larga caminata, pero el canto de los pájaros que anidaban en las jacarandas era tan estridente que se admiraba de que Iñak estuviese incluso roncando.
Salió sigilosamente, el prado se veía aún más bello de día, las flores lilas resaltaban por encima del pasto verde y el rocío brillaba como diamantes encima de ellas. Era un ambiente tan relajante que cualquiera hubiera dudado que estuvieran rodeados por criaturas peligrosas. Yal supo que era un buen momento para comenzar, estaba consciente de que muchos de la sociedad, tanto de la antigua ni de la recién creada, estaba en desacuerdo con el plan de Conrad de buscar la solución en la adivinación, pero algo decía a Yal que su abuelo estaba en lo correcto.
Él había sido visto como el rebelde que podría acabar con Yorg y sabía que debía esforzarse por hacer honor al mérito de ser nombrado cónsul. Puso una manta en el suelo y se sentó en flor de loto, dejando su mente en blanco.
A los pocos minutos su relajación fue completa, se concentró en la semilla, quizá esta le daría el secreto que llevaba oculto en su interior. ¿Cómo derrotar a Yorg con algo tan frágil? Se había intentado tantas veces sin resultado, la figura de la semilla creció ante él como una sombra transformándose lentamente en Yorg.
Yal lo había visto infinidad de veces en los noticieros y en la plaza de su pueblo, en donde había emisoras gigantes que al menos una vez al mes se usaban para transmitir los mensajes del emperador. Se le veía temible, con esos ojos fríos y negros, su su barba de candado perfectamente delineada, esas capas que siempre usaba sostenidas por los hombros con garras de dragón y sus coronas trapezoidales adornadas con diferentes tipos de gemas.
Pero Yal no quería ver la figura de Yorg en la semilla, quería ver la solución que estaba ocultaba en ella. Un aleteo se escuchó a sus espaldas, quizá sería Silia, se preguntaba si la magia que rodeaba el pantano le impedía a un ángel llegar a la isla sobrevolando. ¿Estaría bien? A los Morero parecía preocuparles lo que Tuol podría hacerles si Silia resultaba lastimada, pero estaban tan relajados que era posible que no fuera la primera vez que Algea la lastimara. Quizá confiaban en que Darla le impediría el paso hacia la peligrosa ciénaga. Silia era demasiado pura como para ser una esclava maltratada, su figura cabizbaja y sumisa, como la que vio cuando los Morero peleaban con los Jildrer se dibujó frente a él. ¿Cómo era posible que ninguno de ellos se acercara a consolarla si la veían tan asustada? Él hubiera querido darle consuelo en ese momento, pero ella estaba tan acostumbrada a ser como un mueble más en la casa de los Morero…
Yal sacudió la cabeza y se reprendió a sí mismo. Estaba tan enajenado con ella que bastó el sonido de un aleteo para sacarlo completamente de su concentración.
―Escuché un aleteo ―dijo Tulipa acercándose a Yal―. ¿Silia nos ha podido alcanzar?
―No lo sé ―dijo Yal―, no sé si los ángeles pueden cruzar la barrera volando.
―Me preocupa ―Tulipa mordió sus labios, observando el cielo con preocupación― Espero que no sea tan tonta como para cruzar el sendero sola. Si algo le pasa, a papá le va a dar un ataque.
―¿Por qué lo dices?
―Ha habido dos ocasiones en las que Silia se ha puesto en peligro durante nuestras misiones ―comentó Tulipa―. Papá se pone tan mal… bueno, es normal. Después de todo, es su… ―Tulipa suspiró con resignación―, su hija
―¿Estás tan segura de ello? ―preguntó Yal―, a pesar de que él lo niega, ¿tú crees que es su hija?
―Te lo dije, no lo acepta, pero nunca lo ha negado. Sé que es su hija, y sé que es su favorita, de hecho ―dijo Tulipa volviendo a suspirar―. Cuando hay peligro, de los tres es a ella a la primera que busca poner a salvo. Pasa horas en las noches hablando con ella, le tiene una paciencia que no tiene ni con Iñak ni conmigo.
―Supongo que eso no te agrada mucho ―dijo Yal. Tulipa bufó riendo.
―En realidad no me afecta saber que papá ama a Silia. Más bien me parece extraño, los guerreros sabemos querer, pero casi nunca sabemos amar. Además, yo también quiero mucho a Silia, nunca he sido muy cercana a papá. Después de Silia, Iñak es el más importante, toda su atención, para bien o para mal siempre está en ellos dos.
―¿No te presta la misma atención? ―reparó Yal―, eso es algo… bueno, injusto
―Como sea no lo necesito. Papá e Iñak comparten el gusto por la orfebrería ―dijo Tulipa riendo de nuevo―. Lo que a mí me gusta son las artes marciales y aunque papá sabe de eso, no es algo que le apasione. Y no necesito de su ayuda, yo aprendo fácil, me basta con ver a papá y a los demás guerreros en su entrenamiento para copiar sus movimientos. He aprendido varias técnicas diferentes de artes marciales, soy experta en Yepil, que es lucha cuerpo a cuerpo y en Yecol, que implica armas contundentes y punzo cortantes.
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Editado: 26.09.2023