Ahora que Zahir estaba de su lado, las cosas se simplificaban. Por mucho que Yorg quisiera mantener en secreto el plazo que había dado para la captura de Yal, bastaría con que el ejército rojo fuera llamado a salir de Citlap para tener una fecha aproximada del ataque.
Para ganar todavía más la confianza del emperador, Zahir le hizo saber del escape del mariscal Sorlov, con lo que también metió en un serio aprieto a algunos miembros del ejército negro. Zahir se adjudicó el triunfo de haberlo recapturado y con ello se ganó el nombramiento temporal como nuevo mariscal del ejército rojo.
Después de un par de días en la ciudad imperial, Zahir regresó a su mansión en Cualoc.
En una ceremonia sencilla y secreta, el sacerdote Wonth ofició la ceremonia de bodas de Tulipa y Zahir, a la cual sólo asistió la hermana de él, Yalaid, el mariscal y algunos ángeles.
A un lado del estanque, Tulipa y Zahir intercambiaron votos matrimoniales, seguido de una comida que compartieron en el jardín.
A media tarde, Wonth se acercó a Yal para platicar con él sobre la última visita que recibió de Tuol.
―Si en otro momento me hubieram dicho que el emperador piensa destruir Citlap, no se los hubiera creído. Pero si no se tentó el corazón al destruir Ateztán, ya puedo creer de él lo que sea.
―La gente buena es incapaz de creer en la magnitud de la maldad de los demás, porque se es incapaz de pensar en algo que jamás haríamos. Pero una persona sabia sabe darse cuenta de que la maldad, una vez que corrompe un corazón, no tiene límite ―Yalaid miró a Wonth―. Palabras de mi abuelo. ―Ahora volvió su mirada hacia Tulipa, quien reía charlando con la familia Zahir―. Por el contrario, el amor está tan limitado. Tulipa y Satore estuvieron a punto de dejar morir su amor por defender sus propias causas.
―Pero al fin y al cabo están aquí, uniéndose en matrimonio ―Wonth suspiró―. El amor no está limitado, somos nosotros quienes lo limitamos. Siempre se los he dicho a los matrimonios a los que aconsejo: no confundan la dignidad con el orgullo, y nunca dejen de pelear por esa unión que tienen. Si todos dejaran a un lado esos prejuicios de ocultar sus verdaderos sentimientos o de alimentar su ego con conquistas, hombres y mujeres por igual, la vida en toda familia sería completamente armoniosa.
―Amén por ello.
―Pero volviendo a lo del imperio, hijo, ¿hay algo en lo que mi comunidad pueda ayudar para protegerse de Yorg?
―De hecho, sí. Tengo entendido que Tuol le pidió preparar a su gente.
―Sí ―Wonth frunció los labios―, odio tener que atacar violencia con violencia, pero mi pueblo está listo y armado hasta los dientes.
―En ese caso, enviaré a mi primo Ivilec con usted. Él les entregará naves con las que podrán respaldar a la gente de Citlap, no podemos hacer evacuar la ciudad o Yorg sospechará. Sin embargo, pensamos que, si atacamos a tiempo, no habrá bajas entre los ciudadanos.
―Cuenta con ello, muchacho.
Iris encendió un aparato de sonido, y con un vals clásico, Satore y Tulipa iniciaron su primer baile como marido y mujer. Yalaid observó el radiante rostro de Tulipa, dedicando una sonrisa de alegría a su ahora esposo.
―¡Dios! Nunca la había visto tan feliz desde que la conocí. ¡Cómo quiero que todo esto termine!
―Terminará, de un modo u otro. ―Wonth palmeó la espalda de Yal― Y no importa si sobrevivimos o no, lo que importa es dejar un mundo de paz a las futuras generaciones.
Yal invitó a Silia a bailar la siguiente pieza. La felicidad de tulipa parecía haberla contagiado, pues también se le veía radiante. Un mundo de paz, las palabras de Wonth resonaron en los oídos de Yal. Él le había pedido a Silia que nunca se embarazara, quizá por celos y egoísmo, pero ahora comprendía que eso sería negar al mundo que nuevos ángeles nacieran para atraer a la humanidad esa paz que tanto necesitaba.
―Satore parece realmente enamorado de ella ―comentó.
―Lo está. ―Silia observó a la pareja de recién casados―. Puedo sentir el amor que él está sintiendo por ella en este momento.
―Silia, si quieres tomar ese amor, tómalo. Engendra un hijo, y te prometo que lo querré como si fuera mío.
―¿Lo dices en serio? ―preguntó Silia, extrañada.
―No sé si vamos a sobrevivir o no, Silia. Pero el final de la guerra está cerca. Si tienes oportunidad de seguir, con o sin mí, quisiera que traigas al mundo a otro ser que pueda dar a los guerreros la paz y el amor que tanto necesitan.
»Mira qué buen trabajo hacen, tanto que bastó con el tiempo que Iris pasó con Satore y tú con Tulipa, para permitir a los fieros y fríos guerreros poder amar con esa intensidad.
Silia no respondió. Besó a Yal como si él hubiera dicho las palabras más hermosas que le pudiese dedicar.
Cuando terminó esa pieza, Yal se acercó dónde estaban los recién casados y ofreció su mano a Tulipa.
―¿Puedo? ―preguntó.
―Adelante ―dijo Zahir, sonriendo.
Yal comenzó a bailar con Tulipa, a quien no se le borraba la sonrisa del rostro.
―No sabes cómo me alegra verte así ―dijo Yal―. Amiga, en este año que llevo de conocerte, he llegado a quererte como si fueras de mi familia.
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Editado: 29.09.2023