La jefa

11. «Esa» electricidad

 

11. «Esa» electricidad. 

Luca no responde a mi saludo.

Manteniendo el gesto sereno; baja la mirada, repara dos segundos en mis labios y de nuevo me ve a los ojos en silencio mientras el tiempo parece haberse detenido alrededor de nosotros.

Y de mi boca no sale más, con tan solo tenerlo frente a mí me ha quitado el aliento; por lo que, con mi corazón palpitando fuerte, mantengo mi lengua cerca del paladar, con mis labios semi abiertos al igual que los de él, pero de estos no salen palabras. Es como si todo ya estuviera hubiera dicho, pero a la vez no.

Desde luego que no.

Quiero llorar.

Los ojos me pesan, siento que dolorosamente contengo un tsunami entre mis pupilas y mi garganta, pero me tiene paralizada el miedo.

Me tiene paralizada él.

Quiero que diga algo; pero no lo hará, sé que no lo hará.

—¡Éclair cubierto de chocolate! —salta Pipo desde su lugar sin poder contener más la emoción. Luca desvía su atención hacia él y con ello y nos regresa a la realidad—. ¡Tanto, tanto tiempo!

Y de ese modo vuelvo a ser consciente de dónde estamos: el cumpleaños de Babette.

Pipo se planta frente a Luca para abrazarlo y, tal como el día que lo «conoció», besa efusivo sus dos mejillas.

—Mírate, estás enorme —lo felicita.

Luca le sonríe.

—Hola, Pipo —saluda gentil.

Y tiene la consideración de escucharlo atentamente, sin reflejar resentimientos, en tanto Pipo parece la tía que viene de lejos y no te ha visto en mucho tiempo.

De manera simultánea, Luca vuelve a dirigir su atención hacia mí en lo que escucha a Pipo hablar sobre la importancia de saber lustrar zapatos Oxford. Sus ojos van y vienen.

Yo comprimo mi boca y vuelvo a tragar duro. Consciente de lo afectada que debo verme.

Ojalá no me importara mantener la calma y me soltara a hacer lo que quisiera libremente.

—¡Luca! —escucho a otra voz familiar acercarse.

Es Grisel, que, brincando hacia Luca, al igual que Pipo lo rodea con un abrazo sorpresivo.

—No esperaba verte aquí —le dice él, sonriente, y ella le explica que aún es mi secretaria, lo que sorprende a Luca.

Para concentrarme en otra cosa, dejo las pinturas sobre una mesa y finjo estar ocupada con estas. Una por una las ordeno en fila para un mimo que está cerca. Aun cuando, no tardo ni un minuto en volver la vista hacia Luca que, a pesar de que Grisel le está hablando, una vez más repara en mí.

Sin embargo, de allí en adelante, relamiendo con inquietud sus labios mira la puerta. Acaba de recordar algo... y yo sé qué.

Se disculpa con Pipo y con Grisel y de nuevo me da su atención a mí, aunque aproximándose para que solo yo pueda escucharle.

—No sé si te dijeron que vengo acompañado —musita.

Ocultando terriblemente mi esperanza de que se tratara de una broma, me vuelvo hacia él y mis labios tiemblan antes de responder.

—S-ssí —Lo digo balbuceando. «Dios, enserio debo verme ridícula». Coloco un mechón de cabello detrás de mi oreja para relajarme—. Autoricé que entraras con compañía.

Los ojos de Luca no se apartan de los míos.

Quiere decir algo, pero se contiene.

—Y... —También me detengo, pues tampoco sé qué más decir.

»Estaré encantada de conocerla —agrego solo para no quedarme callada y el ceño de Luca se frunce con duda.

Pero se recupera al instante, devolviendo su atención a la puerta.

Por mi parte, hago una seña a la Perrera para advertirles que llegó el momento. Ella, desde hace un rato reunidas a pocos metros de nosotros, parecen perplejas por el cómo se están desarrollando las cosas y yo misma intento asumirlo.

*

Como nadie se asoma aún a la puerta, Luca avanza hacia allá, pero se detiene al escuchar unos tacones de aguja resonar, al tiempo que una rubia de 1,80 entra sacudiendo su cabello.

Lleva puestos un par de tacones color amarillo pastel con plataforma, pantimedias y un vestido de tubo del mismo color, combinados con un bolso de mano dorado y gafas de sol estilo retro.

Su cabello sí es como el de Madonna en el vídeo de Hung Up, lo aparta con gracia y camina con la barbilla altiva, como si estuviera desfilando en una pasarela en Milán en lugar de llegar hora y media tarde a un centro de salud mental.

Se lo diría, ¡con un demonio que se lo diría!; pero Luca, feliz de verla aquí, no me lo perdonaría.

Con Luca siguiéndole los pasos, la rubia se detiene frente a mí con una pose de fotografía; apoyando una mano en su cintura mientras con la otra sujeta despreocupadamente su bolso, y, de esa forma, con la boca pintada de Glitter estirada en una línea, me ve de arriba abajo, retándome.

«¡Retándome!»

Miro de reojo a la Perrera, tampoco les gusta que pareciera intentar retarme; por lo que, encabezadas por Simoné, se apresuran a dar un adelante.

*

Luca deja salir aire que retiene y situándose a un lado de la rubia se vuelve a dirigir a mí.

—Ivanna —Hay una sonrisa en sus labios—, te presento a mi mejor amiga: Alexa —termina de decir y creo que se va un tacón hacia un lado.

Su sonrisa se ensancha.

—Alexa —Ahora se vuelve hacia la chica, en apariencia todavía no muy feliz de estar aquí—, ya conoces a Ivanna.

¿«Ya conoces a Ivanna»?

Respingo y lo sigo procesando.

Y, con asombro, en la misma medida miro de arriba abajo a la chica.

No me lo esperaba.

—¡¿Alex?! —grazno, sin esconder mi asombro.

La chica se saca con disgusto las gafas estilo retro.

—A l e x a —me corrige, indignada.

Y con justa razón. ¡Tiene razón!

Luca levanta las manos hacia ella como si intentara detener una avalancha.

—Tranquila, para ella es una sorpresa —le dice, defendiéndome.




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