La jefa

27. El plan

 

 

 

Miren quién empieza a narrar otra vez c:

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27. El plan

 

LUCA.

No dejo de ver la puerta por la que hace dos segundos salió Ivanna después de decirle a Laura «Trátalo bien». Mi pecho salta. Mi desesperación alcanzó un nuevo nivel y Alexa lo sabe porque acaba de hacerse de una lima color amarillo que raspa sobre sus uñas al mismo tiempo que me mira, juzgándome.

Sin poder soportarlo más, sin importarme qué piensen Laura, ella o Roy, me pongo de pie con la clara intención de ir tras Ivanna.

—Luca, no —se apresura a intervenir Roy—, recuerda el plan.

Alexa suelta una risa seca.

—¿«El plan»? —masculla en dirección a Roy—. Cariño, esta es la segunda noche que Ivanna duerme aquí en menos de una semana.

—Hoy técnicamente no dormimos —corrijo, alzando mi dedo índice—. Apenas apoyábamos la cabeza en la almohada cuando vomité y ella me llevó a Urgencias.

Roy deja caer abierta su boca.

«Sí, Ivanna durmió aquí, me vio vomitar y me llevó a Urgencias», le confirmo con una mueca de disculpa en tanto Laura nos mira a los tres tratando de comprender qué sucede. Pero es una chica inteligente, mucho más avispada que cualquiera aquí, de manera que lo pilla rápido.

—Es la de tu novela gráfica, ¿cierto? —pregunta con cuidado—. No recordaba el nombre porque vi los bocetos hace mucho, pero físicamente es la misma chica, ¡vaya que es la misma!

Sus ojos demuestran cuánto le afecta decirlo. Laura me ama con una voluntad que no merezco, lo demuestra a diario, pero sabe mis reglas, así que, al igual que con Ivanna, no le debo nada.

En teoría no le debo nada.

—Es realmente hermosa —halaga a Ivanna con su voz temblando.

Nuestra relación de por si se tornó confusa desde que se hizo amiga de Alexa y no ayuda que conocer a Ivanna, «la mujer de los bocetos», como la llama, infunda temor en ella respecto a nosotros y afloren aún más sus sentimientos.

—¿Y por qué me pidió tratarte bien? ¿Le has dicho que te trato mal?

—Jamás haría eso —digo, apenado.

Pero no hay una forma fácil de explicarle a ella ni a nadie lo que significa para nosotros ese «Trátalo bien».

Justo ahora mi corazón debe parecer una pintura ondulante de Van Gogh trazada en una gran conjugación de colores.

—Ivanna dijo eso porque está loca —le dice Roy a Laura—. Y porque siente culpa. No sabes lo mal que trató a Luca cuando él fue su asistente.

—¿Fue tu jefa? —pregunta Laura en lo que yo miro con enfado a Roy «¡Cierra el pico!»

—Al saber lo que le hizo en su último día en Doble R, yo hasta le puse de apodo «Talibana» —ríe Roy sin importarle mis reclamos.

»Para mí cada ex novia loca de Luca tiene un apodo —continúa—. Pru es Pruja e Ivanna es la Talibana.

Alexa arquea una ceja:

—No pongas a Ivanna al mismo nivel que a Pru. Y ya vete porque nadie te invitó a quedarte. La tregua ya terminó.

—Ivanna es peor que Pru —opina Roy—. Ella es Pru en rojo y con más presupuesto. Buscó a Luca como loca después de que él se fue de Doble R.

—¡Pero sin dejar en el camino un montón de conejos! —espeta Alexa.

Llevo ambas manos a mi cara. Esos dos otra vez están discutiendo mientras yo necesito salir de aquí urgentemente.

—Si tanto te molesta el recuerdo de Pru debiste renunciar al Funko de Linterna verde edición especial —le echa en cara Alexa, raspando con mayor dureza sus uñas y ese ruidito también empieza a sacarme de quicio.

Solo las sonrisas de Isabella me ayudan a no perder la cabeza.

—Eso no tiene que ver, Alexa —devuelve Roy—. Y aprovechar la situación para sacar el tema es tóxico.

Alexa salta de su lugar y la discusión se intensifica:

—¡Claro que tiene que ver...!

—Me-me tengo que ir —le digo a modo de disculpa a Laura que no sabe qué decir, me despido de Isabella depositando un beso en su mejilla y corro hacia la puerta.

—¡Luca, el plan! —me recuerda Roy más preocupado por mí que por el enfado de Alexa.

—Yo sé lo que hago —musito con mi pecho todavía saltando y pese a que Roy señala a Laura a modo de que no olvide que está aquí por mí, lo ignoro y me concentro en alcanzar a tiempo a Ivanna.

—Aquí te espero, papá.

...

Bajo las escaleras recriminándome no haber salido más rápido, porque insisto en que ni Laura, Alexa o Roy, ni nadie sobre la faz de la tierra entenderá jamás lo que «Trátalo bien» significa para nosotros.

Es aún más importante que las estrellitas, los Post-its o decir «Te amo» en mil idiomas. Aun así, al doblar la esquina que me lleva a donde está estacionado el Audi, al ver otra vez a Ivanna me devuelvo y comienzo a llamarme «¡idiota!». Roy tiene razón: No debo olvidar el plan. Y, en lo personal, no debo olvidar lo débil que soy con ella.

Pero mis anhelos me doblegan. Bajaría de rodillas las escaleras si me dijeran que esta es la última vez que voy a verla. Temo que esta sea la última vez que voy a verla. Por lo que vuelvo a girar sobre mis pies, regreso a la esquina y saco la cabeza para espiar qué hace.

Ivanna aún no sube al Audi. Dejó su bolso sobre el techo, sacó un par de Kleenex y limpia con estos su nariz.

«Está... llorando».

Me obligo a no bajar la cara. Yo provoqué eso. Yo.

«Mi amor», pienso, con mi pecho saltando más fuerte y mi alma queriendo correr hacia ella; pero mi cabeza, atestada de recuerdos, me obliga a plantarme en mi lugar.

«No seas idiota y vete. Esto era lo querías», intento convencerme, pero apenas puedo ser consistente con lo que pienso y hago.

—No, no era esto lo que quería —me convenzo y termino de doblar la esquina.

Pero no quiero que Ivanna se percate de que otra vez la vi llorar, de modo que antes de aproximarme a ella recojo una lata tirada en el piso y la deposito ruidosamente en un cesto de basura cerca.




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