La jefa

33. Yo ya estuve allí.

 

33. Yo ya estuve allí.

 

IVANNA

5 de junio.

 

—¿A qué hora le enviaste el mensaje? —me pregunta Victoria, las dos de cara al espejo que cubre la mitad superior de una de las paredes del salón.

El spa y las estaciones para uñas y depilación están cerradas, Victoria vino a las seis de la mañana solo para prepararme y, por ahora, en el lugar no hay nadie más. El resto del personal, incluidas nuestras amigas, entran a las siete y media a menos que, como es mi caso, una clienta tenga una cita previa que requiera atención más temprano en la mañana.

—Ayer en la tarde —contesto y Victoria asiente.

Y tras eso prepara mi cara para empezar a maquillar.

—Algo sutil —pido.

—Como sea, no necesitas mucho, tu cutis es perfecto —me halaga, de nuevo viéndonos las dos a través del espejo.

Aún no hemos tocado el tema «Omi De Gea». Después de pedirme tiempo para pensar, me ocupé de mis asuntos y previo a esto solo hemos hablado para agendar la cita de hoy.

Tampoco le he platicado lo que pasó con Luca la última vez que nos vimos, ni Victoria ni nadie saben del correo o lo que me propuso Luca para tener una relación, ella solo sabe que hoy nos reuniremos para hablar con sinceridad.

—¿Dónde es la cita? —pregunta echando un vistazo aprobatorio a mi vestido rojo terracota con escote halter y espalda abierta.

Quiere tomar en cuenta todo antes de empezar a maquillarme.

—Un edificio de oficinas sobre la cuarta avenida. Pedí que instalaran dentro una mesa y nos llevaran allí desayuno.

»Lo cité a las siete para no interrumpir su horario de trabajo, pero dice que hoy no irá a Chevalier.

—¿Tendrá que ver con La loba? —pregunta Victoria y con una mueca demuestro tener la misma duda.

»¿Y lo citaste a desayunar en un edificio de oficinas? ¿Qué oficinas? —Victoria arruga su frente intentando recordar qué edificios de oficina hay sobre la cuarta avenida.

—Me las alquiló un amigo de Omi, él me dio el contacto —digo despacio, atenta a cómo cambia la expresión en el rostro de Victoria con la sola mención de Omi.

Esta vez no busca mi mirada. Cabizbaja, y procurando mantener la postura serena, mi amiga me empieza a maquillar.

—Nos hemos reunido —continúo, sin que parezca incomodar a Victoria—. De lo que llevo de vacaciones, ha ido casi todas las tardes a ver a Babette.

A Victoria le sorprende de buena manera.

—¿Qué? ¿Acaso no puede una mujer soltera y guapa ser solo amiga de un hombre guapo y millonario? —bromeo, soltando una frase que ella misma me dijo.

—Claro. Le caes bien —dice mi amiga, volviéndome a sonreír a través del espejo.

—¿Por eso querías que folláramos? —suelto sin más.

Y, ahí está, he roto el hielo.

—Es muy atractivo, Ivanna —dice Victoria sin tomarse a sí misma en serio—, y hace mucho que no nos acostábamos. Además de que, evidentemente, nunca tuvimos algo serio.

Decir «Hace mucho que no nos acostábamos» es diferente a decir a «Hace mucho no nos acostamos», medito.

—Me lo quisiste endosar —mascullo.

—Ivanna, tú nunca has sido quisquillosa con la situación sentimental de tus amantes. Y para mi también fue un acostón y ya. Lo hacen y si quieres no lo vuelves a llamar. Pero yo sabía que se caerían bien. Omi... es un buen tipo. Serías muy feliz con él.

—Sí, me cae bien —confirmo—, y me gusta. Pero no como Luca, Victoria... Y yo le gusto, pero no como le gustas tú.

Victoria aparenta indiferencia.

—Está confundido... y yo tengo esposo.

—Que fortuna que recuerdes eso.

Mi amiga da dos pasos atrás

—Soy la menos indicada para criticarte —me apresuro a agregar—, jamás lo haría, tengo pésima reputación, lo sabemos; pero conozco a Gary y me importa... Realmente me importa.

—A mí también. Por eso sigo con él.

«¿Solo por su enfermedad?» No me atrevo a preguntarlo.

—¿Y Omi?

—Espero que algún día comprenda que lo nuestro no puede ser —Victoria lo dice con frialdad y eso me ayuda a entender de mejor manera a Omi.

»Intenté presentarle a una amiga mucho más guapa e interesante que yo —continúa—, los animé a conocerse, pero según ellos no funcionó.

Nos volvemos a mirar fijamente por medio del espejo.

—Eres más guapa que yo —defiendo—. Fuiste reina de belleza de esta ciudad.

—Pero ahora soy una señora casada que solo tuvo un acostón, o bueno; varios... con un tipo que no significa nada.

—¿Lo volvieron a hacer esa noche? —pregunto sin ceremonial, quiero ir a ese tema—. Cuando nos despedimos en Cashba —le «recuerdo»—, sé que se marcharon juntos y no fuiste a dormir a tu casa.

Victoria no dice nada, de nuevo solo me ignora.

—¿Qué significa Tailandia de día y Tailandia de noche? —pregunto a continuación.

—¿Quién te dijo eso?

No cabe duda que preferiría que no sepa.

—Michelle —confieso y Victoria hace girar sus ojos—. Y no me quiso explicar qué significa, tampoco Omi.

Y cuando creo que tampoco dirá nada, continúa maquillándome y empieza a hablar:

—La primera vez que saliste con Omi era de día. Y no me refiero a la cita de negocios la noche que se conocieron, sino a cuando te invitó a su casa a la orilla del lago y estuvieron en un yate.

—Sí, era de día —confirmo y Victoria asiente.

—Tiene... una especie de sistema.

—¿Perdón?

—Cuando su padre vivía y engañaba con amantes a su madre, esta le pidió solo verlas de día, porque si no podía impedir que la engañara y por comodidad ella tampoco iba a dejarlo, cuando menos pretendía conservar cierta dignidad.

»Por eso, a las «otras» las veía de día, y a la madre de Omi, la esposa y «amor de su vida», la veía de noche. Estaba con ella en casa todas las noches.




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