Dos días después, en la orbita de Eos, un sinnúmero de naves se reunían para asistir a la subasta que se realizaría en Kumori, su ciudad capital, el Cisne Negro se encontraba entre ellas:
—Esto es muy interesante —dijo Spica consultando las bases de datos de acceso público del planeta—.
La sociedad de Eos es sumamente cerrada. Conservan mucho de las tradiciones del Japón feudal, así como el misticismo ancestral de su cultura. Tal parece que hasta su arquitectura es una «exquisita fusión entre lo antiguo y lo moderno», al menos eso dice aquí, y hay algunas fotos —agregó exhibiéndolas...
Poco se apreciaba de aquellas misteriosas ciudades, ni siquiera por las escasas imágenes que existían de ellas, en las cuales, entre densos bancos de niebla, se alcanzaban a distinguir algunos edificios con una arquitectura oriental de tipo clásica, en donde había una muy amplia variedad de templos y santuarios.
—Es una pena no poder ver las construcciones, al menos, desde la órbita —continuó diciendo—; el planeta entero se encuentra rodeado por una muy poco frecuente, y densa, capa de nubes iónicas, las cuales se ubican a una muy gran altura, en la parte alta de la atmósfera, y son impenetrables para todo tipo de sensor óptico.
Al mismo tiempo, forman una red de defensa formidable; con un simple rayo de alta energía, disparado desde la superficie, el cual es dispersado por miles de kilómetros, de manera omnidireccional..., se puede fácilmente destruir a cualquier nave, que se encuentre dentro de su zona de influencia.
—Serían como cargas antiaéreas gigantes —comentó Nova, Spica continuó:
—Por debajo, ya ubicándonos en el suelo, hay muchos bosques, lagos, montañas, y praderas, como en la Tierra... Aunque aquí es normal encontrarse con neblina en todos lados, e intensos bancos de niebla en distintos puntos.
—¿Y de la subasta?, ¿dice algo que nos sirva? —le preguntó Nova ansiosa.
—No, realmente no, solo algunas generalidades y formalismos...
Me temo que lo único que puedo agregar no es de ninguna utilidad para la misión: este evento se realiza cada quince años, salen a la venta reliquias con presuntos poderes mágicos, objetos que usualmente están presentes en leyendas de distintas razas y culturas; lo cual es algo lógico, dado el carácter religioso imperante en este mundo... Podría seguir, pero son solamente más tonterías irrelevantes de ese tipo.
Tal y como nos lo anticipó Tsuki, en el planeta funciona una red informática especial, que es de carácter privado, podría decirse, ya que se encuentra físicamente separada de la pública; allí es donde se guarda toda la información importante, la que es de carácter sensible.
Solo se puede acceder a ella a través de algunas terminales de la superficie, y todas son pertenecientes al gobierno.
Necesitaremos una de ellas para poder irrumpir en la computadora central planetaria, desde allí se controla absolutamente todo en este mundo..., y eso incluye el escudo atmosférico de defensa; si no lo hacemos, nuestro plan fracasará —concluyó.
Debido al poco tiempo disponible apenas habían podido elaborar un plan general, en el cual, cada parte se encargaría de la realización de algo específico...; el resto sería pura improvisación.
En ese mismo instante, y a unas pocas decenas de kilómetros de allí, en una nave de los Yamata no Orochi, los recién casados aguardaban por un transporte privado, proveniente del planeta, mismo que los llevaría hasta la superficie.
—Que elegante te ves, esposo mío —le dijo Tsuki a Rigel.
—Y tú estás hermosa, radiante como nunca antes te había visto, los atavíos de novia te quedan muy bien, Tsuki —contestó él.
—Basta; vas a hacer que me sonroje...
—El transbordador ya está aquí, mi señora; se está acoplando para que ambos lo aborden —informó entonces uno de los sirvientes.
Aquella nave de transporte era de tipo automática, sin tripulación.
En cuanto la pareja ingresó y se cerraron las puertas, una voz de computadora les dijo:
—Se les informa a los pasajeros que está prohibido el descenso al planeta con cualquier tipo de tecnología.
En ese momento se llevaba a cabo una rápida revisión electrónica, tanto de ellos como de todo el equipaje que cargaban... Al no detectarse dispositivo alguno, la pequeña nave se desacopló y partió hacia su destino prefijado: un lujoso hotel, en donde se celebraría la subasta, y en el cual se hospedaban todos los asistentes a la misma.
Una vez en su habitación matrimonial, Rigel y Tsuki comenzaron con el plan:
—Hay guardias por todos lados, en cada esquina de los pasillos vimos, cuando menos, uno. Vamos a tener que crear una muy buena distracción para poder acceder a una computadora que nos de acceso a la red informática que nos interesa —dijo Rigel—.
Cuando regreses del baño, hay algo que quiero darte, Tsuki...
En ese momento, Tsuki salió, vestía apenas una corta bata que mostraba demasiado sus piernas... definitivamente, lucía en extremo provocativa.
—Pe... pero ¿por qué te quitaste tu traje de novia?, no puedes andar así, desvestida, ¡estás casi desnuda!
—Es solo por si se presenta alguien en la habitación, recuerda que estamos recién casados; además, quiero que veas mi tatuaje de dragón ¿lo recuerdas, ocupando toda mi espalda?
Rigel asintió un par de veces sin pronunciar palabra...
—Bueno... porque le hice algunos agregados pensando en ti; ahora rodea todo mi cuerpo, recuerdo que te gustó mucho cuando lo viste por primera vez, y me importa mucho saber tu opinión.
Por cierto, las nuevas partes están hechas con una tinta psicoreactiva... ¿sabes lo que es eso?
—No.
—Se trata de una tinta my especial, solo se vuelve visible cuando me excito —develó contoneándose de manera muy provocativa, al tiempo que tomaba una pequeña varita de su cartera, con la que se tocó la cabeza; aquel objeto era un dispositivo cosmético, que desencadenó una reacción química, la cual cambió el tinte de toda su cabellera como si fuera una cascada de color.
Rigel quedó mirándola boquiabierto.
—¿Qué te parece mi pelo así?
—¿A... ahora serás rubia? —preguntó él titubeando.
—Sí, creo que te gustan más las rubias... Ahora luzco más como tu segunda al mando, solo que soy mucho, mucho mejor que ella, y lo sabes —dijo con voz seductora.
—¡Esa atrevida pequeña zorra mafiosa! Sabía que se comportaría de este modo —exclamó Nova montando en cólera al escuchar aquella conversación desde la órbita.
—Ahora dime, ¿qué querías darme, Rigel?
—Es el tradicional regalo de boda que el novio le entrega a la novia en su alcoba, debes tenerlo colocado antes de salir, si no podríamos levantar sospechas —dijo él mientras abría una caja de joyas, dentro había un bello conjunto integrado por una gran diadema, un hermoso collar, un par de brazaletes, y dos aros.
—Pero ¡cuán atento a los detalles has sido! Buscaste información de nuestras costumbres familiares; me sorprendes gratamente, Rigel; hasta parece que quisieras enamorarme.
—En realidad, hice que Spica las investigara...
—Como sea, tú se lo ordenaste. Ayúdame a ponerme el collar —le solicitó ella corriendo su ondulado cabello hacia un lado—.
¿Sabes por qué nuestro regalo ritual tiene que ser siempre joyería?
—No... ¿por qué? —contestó él, inocente, mientras se lo colocaba con mucho cuidado.
—Es porque la tradición establece que, en la noche de bodas, esas joyas sean todo lo que la novia quede vistiendo... y nada más.
—¡¡Díselo ahora, Rigel!!... ¡¡¡Hazlo ya, o no vuelvas al Cisne nunca más!!! —gritó Nova furiosa.
—Está bien, de acuerdo, no te enojes conmigo, Nova —le contestó Rigel, lo cual desconcertó sobremanera a Tsuki, quien se quedó mirándolo extrañada—.
Hay algo que debo informarte, Tsuki...
Verás, me encuentro en comunicación permanente con mi nave, todo lo que conversamos está siendo escuchado por mi tripulación, y lo sé porque yo también las escucho a ellas...
—¿Tienes oculto un transmisor del cual no me dijiste nada?
—Sí.
—¡Apágalo!
—No puedo, es una cápsula que ingerí...
Opera bajo el principio de transmisión de sonidos por vía orgánica, mientras esté dentro mío, mi cuerpo es tanto el micrófono como el auricular.
Fue una idea de Nova, ella supuso que pasaría desapercibido, como cualquier implante, y tuvo razón.
—Esa metiche... No podías dejarnos en paz ni siquiera en nuestra luna de miel, ¿verdad, Nova?
—¡¡Ahí está!! ¡Ocultaba lo que pretendía, yo tenía razón! ¡Díselo, Rigel, díselo! —insistió Nova al escuchar eso.
—¡Hey, hey, hey!, ¡¡ya basta, las dos!! No le diré nada que no sea específico de la misión, Nova... y no voy a tolerar una discusión de esta clase dentro de mi cabeza, o enloqueceré.
Mientras esto ocurría, en el salón principal del hotel se celebraba una recepción a los asistentes de la subasta, en donde la mayoría se encontraban reunidos disfrutando de unos refrigerios.
El evento transcurría con total normalidad hasta que, de manera inesperada, uno de los guardias cayó al suelo. De inmediato tres de sus compañeros se acercaron para asistirlo...
—Está muerto —dijo uno de ellos y, en ese momento, él también cayó al suelo, muerto... Desconcertados, los otros dos dieron la alarma justo antes de caer también, muertos.
Los guardias estaban siendo asesinados, uno tras otro, por una fuerza completamente desconocida, y el pánico, muy pronto, se apoderó de todos los asistentes...
En segundos, la planta baja del hotel se convirtió en un auténtico caos, y fue necesario convocar a la totalidad de las fuerzas de seguridad del establecimiento para poner algo de orden, y tratar de controlar la situación.
—Está sonando una alarma —dijo Rigel—... ¿Por qué será?
—No importa, es la distracción que necesitábamos —le contestó Tsuki al tiempo que se volvía a poner apresurada su vestido de novia—.
Rigel, abre el libro que traje y revisa en su portada, tiene oculta una tarjeta muy especial, fue clonada de una real, la adquirí en el mercado negro de Euríale, y la necesitaremos para poder avanzar.
—Es esta, ¿verdad? —le preguntó él al hallarla.
—Sí, la cubierta la mantuvo oculta de los escáneres —contestó ella tomándola y guardándosela en su escote.
Cuando estuvieron listos salieron al pasillo y comprobaron que no había guardias...
—Despejado —dijo Rigel en voz baja—. Ahora, busquemos una de las suites gubernamentales.
—No debería ser difícil dar con una. Según mis informes todos los pisos cuentan con varias —comentó Tsuki—. ¡Mira allí hay una!
—¿Como lo sabes?
—Por la cerradura que tiene al costado de su puerta.
—¿Esa boca que se parece a la de los antiguos buzones de cartas?
—Sí, esa misma.
—¿Qué es?, ¿una lectora de huellas dactilares? Hace siglos que se dejaron de usar, por inseguras.
—No, no es eso, es un cerrojo de ADN.
Se introduce la mano por esa abertura, el sistema extrae entonces células muertas de la piel y las analiza —reveló Tsuki, al tiempo que tomaba el pequeño sobre plástico que contenía un cabello dentro. Acto seguido, puso el cabello sobre la palma de su enguantada mano y la introdujo en la cerradura.
—Muy ingeniosa. Pensé que tus guantes solo formaban parte del conjunto de tu traje nupcial. El único ADN que el sistema encontrará ahora será el de ese cabello —comentó Rigel.
—Exacto... El cual, por cierto, se obtuvo de un destacado miembro de la élite regente de este mundo. Deberían ser mucho más cuidadosos con las peluqueras que contratan, nunca se sabe cuando trabajan para alguien más —comentó burlonamente mientras aguardaba a que se hiciera el análisis... y la puerta se abrió—.
Ahora, a buscar el teletransportador, está muy bien oculto en algún lado, busca una ranura, ahí usaremos la tarjeta que traje.
—¿Todas las habitaciones del gobierno tienen uno?
—Sí, y, si lo que dicen es cierto, siempre conducen directamente al palacio gubernamental.
—Una versión tecnológica de los túneles que suelen conectar los principales edificios de las ciudades antiguas. En los reinos de la Tierra eran bastante frecuentes, los jerarcas los usaban para entrar y salir de donde quisieran, sin que nadie más lo supiera; además, les servían como ruta de escape, en caso de problemas —comentó Rigel, en ese momento, encontraba una extraña ranura en la pared, oculta en una esquina, casi en el diedro que formaba con el suelo—.
Tsuki, prueba aquí la tarjeta —le indicó, y ella así lo hizo...
En la pared se reveló una puerta, perfectamente disfrazada, que se abrió ante ellos, dando acceso a un par de cápsulas unipersonales, con forma de tubos verticales y con paneles transparentes, a las cuales entraron, desmaterializándose.
De inmediato, aparecieron dentro del edificio de gobierno, a varios cientos de metros de donde estaban.
—No hay nadie a la vista —dijo Rigel.
—Era de esperarse, todos se encuentran en la recepción de la subasta —agregó Tsuki—.
Bien, aquí deberíamos de encontrar alguna terminal con acceso a la red confidencial; según lo que mis informantes lograron averiguar, la mismísima computadora central planetaria, estaría en uno de los subsuelos de este edificio .
Comenzaron entonces a moverse con sigilo...
Hasta que encontraron una escalera destinada a evacuaciones de emergencia.
Siguiendo por ella, los condujo directamente hacia el primer subsuelo, lugar donde, tal vez, podrían hallar lo que buscaban.
No obstante, antes de continuar y aventurarse a más, Tsuki, muy despacio, entreabrió la puerta que daba acceso al nivel, para atisbar:
Habían llegado hasta el punto medio de un largo corredor que se extendía hacia ambos lados, frente a ellos, y un poco hacia el costado, como a cinco metros de distancia, había una puerta de dos hojas, y delante de ella, un par de hombres, custodiándola:
—Dos guardias, y están armados —dijo Rigel—.
Protegen algo importante, eso es obvio... Lo único que se me ocurre es que en esa sala debe estar la computadora que buscamos; aunque me parece muy poca seguridad para proteger algo tan importante.
Tal vez solo sea la computadora de control del edificio.
—No te guíes por las apariencias —lo corrigió Tsuki—. La falta de personal puede estar compensada con trampas.
—Como sea; y ahora, ¿cómo pasamos?
—Déjalo en mis manos —le contestó Tsuki confiada—. Entre mis ancestros, varios fueron guerreros: samurais y ninjas.
Para tu información, he sido entrenada, y desde niña, en muchas artes de combate tradicionales, y propias de mi cultura japonesa...
Mi favorita es el ninjitsu, en donde se utiliza una gran variedad de armas, las cuales, por lo general, llevamos ocultas... como, por ejemplo, esta cerbatana —dijo sacando una varilla que parecía servir para sostener el tocado de su cabello, y que en realidad era un tubo hueco, con un dardo dentro, listo para ser disparado.
—¿Los vas a matar? —le preguntó Rigel.
—No, solo dormirán unas horas... aunque se despertarán con algo de dolor.
Entonces, con un certero disparo en el cuello, derribó al primer guardia, y cuando su compañero se agachó para asistirlo, Tsuki se le acercó en completo silencio por la espalda, y con una rápida sucesión de golpes, que le aplicó con sus manos en puntos específicos de su cuerpo, lo dejó completamente inconsciente.
—Listo —dijo sonriendo satisfecha.
Ingresaron así al que sería su objetivo: se trataba de una habitación vacía con una sola computadora en el centro, la cual se encontraba sobre una pequeña mesa muy baja, frente a ella había un almohadón para sentarse, todo en aquel recinto era de un aspecto muy japonés.
—Hay solamente una computadora aquí, una computadora bastante sencilla... Parece ser algo especial —describió Rigel, informando así todo a su tripulación.
—No creo que esa sea la computadora de control del edificio, no estaría tan resguardada —supuso Spica— y, obviamente, tampoco es la computadora central planetaria, la cual tiene que ser un complejo cluster informático, algo realmente enorme... que, de hecho, no me extrañaría se extendiese por varios subsuelos debajo de ese en el que están.
Lo que están viendo debe ser una terminal de acceso, una terminal de acceso a algo importante. Tiene que ser nuestro objetivo.
—Bien... ¡vamos hacia ella, entonces!
—¡Alto! —le dijo Tsuki interponiendo su mano delante de Rigel.
—¿Qué pasa? —preguntó él.
—Mira esto —dijo ella tomando un listón de sus prendas el cual sostuvo con sus dedos delante de ella y movió lentamente hacia abajo hasta que, repentinamente, se incendió en su extremo...
Rigel se quedó boquiabierto, y Tsuki agregó:
—Láseres, con haces de una pulgada de diámetro, y estos no son de alarma... son de defensa, letales.
—¿Cómo lo supiste?
—Llevo lentes de contacto que me permiten ver un rango extendido del espectro de luz visible.
Delante nuestro se extiende toda una red fija de rayos, que tú no ves y yo sí...
Quien me vendió esta tarjeta de acceso —dijo mostrándola en su mano—, me advirtió que habría un sistema de defensa primario alrededor de la computadora, sin embargo, este debía desactivarse de manera automática ante su mera presencia..., y no lo está haciendo.
—¿Una falla en el proceso de clonado?
—Seguramente. Lo cual nos deja solo el sistema secundario, el cual se desactivaría al introducir de manera física la tarjeta en la ranura correspondiente de la terminal.
Espero que ahí sí funcione, y lo desactive todo.
Ahora tengo que pasar entre los rayos y llegar hasta ella sin que me quemen... Descuida, me considero lo suficientemente hábil como para lograrlo —dijo guiñándole un ojo, mientras comenzaba a quitarse la ropa.
—¿Vas a desnudarte aquí?
—Tal vez... ¿Por qué, te gustaría que lo hiciera, acaso?
Rigel se quedó sin palabras y Tsuki se rió...
—Descuida, me quedaré con mi ropa interior.
Así, liberada de cualquier prenda que pudiera ser incendiada por los letales rayos, la valiente joven se aprestó a pasar entre ellos...
Con precisos saltos, propios de un felino, y sensuales movimientos ondulantes, lentos y fluidos, abriendo por momentos sus piernas, como una flexible y fuerte gimnasta, comenzó a desplazarse por la invisible red.
La destreza que demostraba era innegable, sin embargo, en un punto cercano a la computadora se detuvo... Había llegado un sector crítico, por donde tendría que proceder con una precisión milimétrica.
—Ahora se pone difícil —dijo.
Respiró, concentrándose, y comenzó a avanzar cuidadosamente.
Por momentos tenía que hacer equilibrio en la punta de los dedos de sus manos y pies... y entonces la cara externa de su muslo izquierdo rozó uno de los haces, Tsuki gimió ante el agudo dolor de sentir su piel quemada por el intenso rayo, de su herida cauterizada hasta salió un poco de humo, y la mueca de su rostro fue incontenible..., sin embargo, continuó, cualquier desequilibrio derivaría en su muerte instantánea.
Llegó así a un punto de la red por el que no podía pasar, y desde donde su brazo no era lo suficientemente largo como para llegar hasta la ranura de la computadora.
—Aquí hay un enrejado y veo la ranura, pero no la alcanzo —dijo.
Tomó la tarjeta y la colocó entre el dedo pulgar y el segundo de su pie derecho y lo pasó junto con toda su pierna hasta llegar a la terminal, donde la pudo introducir, finalmente.
En apenas unos segundos, toda la red se apagó:
—Listo —dijo de inmediato y se dejó caer en el suelo.
Rigel corrió a asistirla:
—¿Cómo está tu pierna? —le preguntó preocupado al tiempo que se agachaba.
—Duele, pero estaré bien, no es la primera vez que me quema un láser... Me gusta que te preocupes así por mí —agregó sonriendo.
—Esa turra se está aprovechando de la situación —protestó Nova.
—Vístete y siéntate allí en el lugar del operador —le indicó Rigel acercándole la ropa, Tsuki le obedeció:
—¿Y ahora qué? Hace falta una clave de acceso para los sistemas de defensa planetarios —le dijo ella mientras se vestía.
—Levanta los brazos lentamente hacia los costados.
Extrañada, Tsuki le hizo caso..., hasta que, cuando estuvo con sus brazos a 45 grados, Rigel la detuvo:
—Sí, quédate quieta, justo así... La señal es óptima.
—¿Vas a decirme por qué estoy haciendo esto, Rigel?, me siento como una tonta —le preguntó Tsuki molesta.
—El collar que te dí es en realidad un transmisor que le permitirá a Spica, desde el Cisne, el poder conectarse directamente a la red privada del gobierno, y desde allí a la computadora planetaria... La diadema es la antena principal, está oculta en esos cuernos laterales de adorno que tiene, y tus brazaletes la complementan, sirven para ajustar el lóbulo.
—¡¿O sea qué... las joyas que me diste eran falsas?! —dijo Tsuki llevando sus manos a la cintura con enfado e indignación.
—Rigel, estoy intentando romper la clave... ¡Dile que no cambie su posición! —se quejó Spica desde la nave.
—¡Vuelve a abrir los brazos, Tsuki! Tu cuerpo funciona como una antena... Hazlo o no terminaremos nunca —le indicó Rigel, Tsuki, indignada, le obedeció.
Pocos momentos después, la puerta del recinto se abrió y alguien se presentó ante ellos... Era una de las concurrentes a la subasta, una bella mujer:
—¿Qué están haciendo aquí? —les preguntó.
—Lo mismo te pregunto a ti, el ágape se está realizando en otro edificio —le contestó Rigel.
—Ah, sí... el ágape. Bueno, eso se terminó luego de que maté a algunos de los guardias. Seguramente sus compañeros estarán ahora intentando averiguar desesperadamente que fue lo que les pasó.
Me imagino que ustedes están aquí para robar algo, como yo... Estos raros eventos son siempre una buena oportunidad.
—Entiendo... Mira, si no vinimos a robar la misma cosa, no tenemos por que interferirnos mutuamente, hasta podríamos colaborar entre nosotros —le dijo Rigel.
—Gracias... pero, no. Eso estaría fuera de los parámetros de mi misión. Me temo que voy a tener que matarlos a ambos.
—¿Conque esas tenemos, eh? No me asustas, estoy acostumbrada a tratar con sicarios; a ver dime, ¿cómo lo harás? —le planteó Tsuki con tono desafiante—.
Para empezar, somos dos, y tú una sola. Además, yo soy experta en artes marciales, y él es hombre... sabes que ellos son más fuertes y agresivos que nosotras.
—Eres de las que hablan demás, ¿verdad? Apuesto que una estúpida niña mimada que no sabe respetar ni temer a quien no conoce... Dime, ¿no sientes algo de frío en este momento? —le contestó la asesina.
—¿Qué? —preguntó Tsuki, y en ese instante se dio cuenta—.
No puedo mover mis brazos, ni siquiera los siento, Rigel... ¿qué me está pasando?
—El líquido sinovial de tus articulaciones está congelado —le reveló la sicaria—.
Creo que este es un buen momento para presentarme, me llamo Berenice, soy una exintegrante del, ya disuelto, Escuadrón Espectro, de la Fuerza de Defensa Terrestre...
—¡Ten mucho cuidado con ella, Rigel! —le advirtió Nova alarmada al escuchar aquello—.
El programa Espectro de la FDT fue parte de lo que se conoció como guerra psicotrónica. Consistió en reclutar a seres humanos con capacidades paranormales, a los cuales, por medio de diversas mejoras cerebrales, les incrementaban de manera exponencial sus poderes.
La idea tras el proyecto, era tener un muy selecto grupo de agentes especiales con capacidades extraordinarias.
Sin embargo, muchos de ellos sufrieron graves inestabilidades mentales, problemas que no pudieron ser controlados ni con los más potentes medicamentos psiquiátricos; se volvieron asesinos sin control, usaban sus poderes y mataban con ellos por mero placer.
El programa terminó siendo finalmente desarticulado, y se ordenó la eliminación de todos sus miembros... lo cual terminó siendo un error, ya que, obviamente, aquellas medidas fueron anticipadas por los integrantes que eran clarividentes y telépatas, fue así que algunos de los espectros escaparon.
—Esa tal Berenice debe dominar la crioquinesis, una forma de telequinesis en la que el sujeto puede, con el poder de su mente, detener a voluntad el movimiento atómico de la materia en un punto específico del espacio, causando así que se congele —agregó Spica.
Al escuchar aquello la expresión de Rigel se tornó tensa, Tsuki lo vio pero no lo comprendió; ambos estaban a punto de morir y solo él lo sabía.
—Tengo una idea, y creo que podría funcionar —agregó entonces Spica—... Solo necesito de unos segundos más, distráela como puedas, capitán.
—Así que tu mente es tu arma, Berenice, ¿con ella mataste a los guardias? —le preguntó Rigel tratando de ganar algo de tiempo para pensar que hacer.
—Muy perceptivo... Con un simple pensamiento, un deseo, si prefieres, congelé una pequeña sección de apenas cinco milímetros en sus arterias carótidas, el flujo sanguíneo de sus cerebros se detuvo en consecuencia y cayeron muertos en el acto.
Haré lo mismo con ustedes. Será una muerte indolora.
En ese momento, Spica dijo:
—Bien. La telequinesis controlada, en todas sus formas, demanda un gran esfuerzo vital, es por ello que quienes la utilizan se concentran siempre en objetos pequeños, lo cual acaba de confirmar Berenice, cuando reveló como asesinó a los guardias.
Seguramente, tiene que mirar de manera fija el punto que desea congelar antes de hacerlo.
Acabo de irrumpir en la computadora que administra los sistemas del edificio, y ahora tengo el control de todas sus funciones...
Interrumpiré la iluminación del recinto en donde se encuentran, habrá entonces una pequeña ventana de tiempo, de unos pocos segundos, que tendrás que usar para eliminar a Berenice antes de que las luces de emergencia se enciendan, ¿entendido?
—¿Por qué me miras de ese modo? Tal pareciera que fueras a atacarme... ¡Adelante, inténtalo!, disfrutaré viéndote caer a mis pies —le dijo la asesina a Rigel, desafiante, riéndose de él.
—Voy a contar hasta 3... 1, 2, y 3 —decía al mismo tiempo Spica, y entonces dejó al piso entero completamente a oscuras.
En ese instante, se sintió un ajetreo y el sonido de varios golpes... y en cuanto la iluminación se restableció, Rigel estaba de rodillas sobre el cuerpo de Berenice, quien yacía inconsciente, tendida en el suelo con su cabeza de lado.
Un delgado hilo de sangre brotaba desde la comisura de sus labios, prueba evidente del fuerte golpe recibido, mismo que la había dejado fuera de combate.
—Tsuki, tus brazos... —le planteó Rigel volteando a verla.
—Sí, creo que ya comienzo a sentirlos, y puedo moverlos —dijo feliz—, me recupero rápido.
Por cierto, ¡golpeaste a una mujer, Rigel! ¿no te da vergüenza?
—¿Y tú qué habrías hecho?
—¿Yo?, yo la hubiera matado... —dijo sonriendo.
—Mientras tanto, yo ya desactivé el escudo atmosférico de defensa, y averigüé en donde se encuentra la katana del dragón —informó Spica.
Así, la segunda fase del plan dio comienzo...