Años antes Calluhn era reconocido como el reino regente, por ser el más poderoso y organizado. Los Callh eran una raza poderosa, con la sangre de los dioses corriendo entre ellos como frescos riachuelos, para nadie era un secreto que para los dioses eran como los hijos pequeños que había que cuidar.
Cada Callh tenía un poder distintivo que los representaba, que los hacía invencibles a los ojos de las demás razas, pero lo que nadie vio entre ellos fue su debilidad. Shullak, a diferencia de Calluhn, no era un reino tan extenso, ante los ojos mundanos de sus habitantes, quienes habían sido los menos favorecidos de la balanza, puesto que ellos no poseían poderes, ni siquiera dones de los cuales presumir, cada uno de ellos eran humanos.
La envidia, siendo un sentimiento con tanto poder, llenó los corazones de los habitantes de Shullak, pervirtiendo sus almas y llenando sus mentes de horribles ideas. La oscuridad tenía oyentes especiales, con poder entre la sociedad de Shullak, y cuando un plan fue trazado en dichas mentes, armas fueron creadas a base de un extraño metal con perversos fines que fueron llevados a cabo con total éxito.
El cromo era un misterioso metal que crecía en abundancia en Shullak, escondido entre los minerales que se encontraban en las cuevas de sus montañas. Para Calluhn, dicho metal era como cualquier otro y carecía de importancia, pero lo que ellos no sabían es que si cortas a un Callh con un arma de cromo, este no sanaría y sus poderes quedarían anulados por horas.
Para los Callh, en ese entonces desarrollar habilidades físicas era una perdida de tiempo, se enfocaban únicamente en descubrir los límites de sus habilidades. Ninguno de ellos era consciente del uso de una espada o un hacha y cuando sus fronteras fueron cruzadas sin problemas, los Callh cayeron como moscas ante el filo de una nueva arma.
Nyliare reconocía el tremendo error que los Callh habían cometido en el pasado, habían sido engreídos y esperaba encontrar más control en los habitantes de la legión de lo que hubo en los Callh que cayeron en esa batalla, quienes confiados en sus poderes consideraron innecesario aprender a luchar.
Esa mañana la joven heredera trenzaba sus cabellos, cualquiera podría notar que estaba más relajada que los días anteriores, pero todo se debía a que Kiar se hallaba recuperado, incluso como para salir a cazar por su cuenta sin la supervisión de la elegida; Sin embargo, Nyliare se arreglaba con la intención de seguir los pasos que en su mente había marcado para lograr la primera etapa de su plan. Para ella se mostraba claro dónde tendría que ir para acercarse a la legión y a sus caballeros, el castillo era el lugar más obvio y ahí es donde iría.
Para Nyliare sería sencillo infiltrarse, hacerse pasar por una campesina con deseos de trabajar por sus reyes, podría cocinar, limpiar o hacer la lavandería por aquellos nobles sin problema alguno, mientras eso la acercara a su objetivo.
Nyliare al salir tomó pocas cosas: su capa y unas pocas bayas, pero en su pecho colgaba su más preciada posesión, su collar.
El camino al castillo era claro, cada habitante en Calluhn podría tan sólo mirar a un costado para señalar la gran estructura que este representa, de grandes columnas y extensos jardines, ni hablar de las grandes esculturas que decoraban los pasillos, esculturas de los dioses hechas en mármol y oro. Pero muchas de las cosas hermosas del castillo habían sido reemplazadas por los escudos de Shullak, y el cromo adornaba las esquinas en forma de repelente, debilitando a los pocos Callh que se atrevían a caminar entre sus muros.
Al detenerse en la entrada del castillo, Nyliare suspiró con fuerza sabiendo que en cuanto ingresara parte de sus fuerzas mermarían ante el cromo. Sólo a unos pasos de la joven había una mujer algo robusta quien a pasos apresurados se acerco a la heredera.
—Mira, niña, si te encuentras aquí por trabajo debes apresurarte...aunque te ves algo flacucha para ser una criada —dijo la mujer tomando de ambos brazos a Nyliare, apretándolos.
— ¿Podría ayudarme a encontrar el área para criados? —La mujer asintió para luego jalonearla al interior del castillo.
— Desde este pasillo en adelante se encuentran las cocinas y los armarios de limpieza. Mi nombre es Helga, soy la jefa de cocineros, trabajo aquí desde hace más de 25 años —al escuchar a Helga hablar, Nyliare se sorprendió.
— ¿Es usted una Callh? —Helga negó con seriedad.
—Escucha, si quieres estar en buenos términos aquí en el castillo, será mejor que no menciones a los Callh, mucho menos al antiguo reinado —con esa advertencia Helga se adelantó unos pasos, aún guiando a Nyliare.
Al llegar al área de criados, Helga se fue por su propio camino pensando en lo problemática que podría resultar la estadía de Nyliare, sin embargo, esta estaba más que convencida que ese era el lugar dónde debía estar.
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Editado: 24.12.2019