La Leona En La Cantera Del Pandicornio

CAPITULO 4

Cuando Carola y Ricardo se divorciaron, la mujer tomó a sus hijos y se marchó a Veracruz. Una amiga de la universidad vivía ahí y le ofreció asilo y trabajo en una clínica odontológica de la que era directora. Pronto rentó una casa y estableció en ella su hogar y consultorio. Seis años después ya pagaba mensualidades para ser propietaria y su estilo de vida era bastante holgado. Miguel Domínguez, su actual esposo, era un arquitecto chiapaneco de 55 años, originario de la bella Comitán de Domínguez. Que fue a parar a Veracruz a mediados de los años setentas al resultar ganador del concurso nacional de diseño que, como premio, ofrecía la licitación de la construcción de algunos fraccionamientos. Su trabajo gustó tanto que le ofrecieron varios proyectos con el gobierno federal. Ante semejante oportunidad se estableció en la tierra que abrió las puertas del país a los conquistadores españoles, pero esto le costó su matrimonio. Cuando conoció a Carola hacía ya diez años de su divorcio. Ese día se encontraba en la construcción del edificio que albergaría la fundación de servicios de alfabetización, salud y cultura, que había soñado fundar desde muy joven. Se tropezó con una viga y cayó de bruces rompiéndose los dientes del frente. Le llevaron al consultorio más cercano. Además de calmarle el dolor y arreglarle los dientes, la odontóloga lo conquistó con su hambre de superación, su valor y su determinación. Cuando la relación médico-paciente terminó, la invitó a salir. Dos años después se casaron y viendo en su esposa el corazón y el carácter necesarios, le dejó a cargo del área odontológica y de salud de la fundación. Heredero del carácter, inteligencia y tacto de su linaje, incorporó exitosamente a su nueva familia en el clan y continuó visitando a Germán, su hijo, cada Semana Santa.

 

A pesar de los años y de ser muy feliz con su esposo, Carola no podía dejar de sentir cierto recelo por Ricardo y Padme. Mientras se dirigían a la fundación, cuestionó a su retoño:

-¿Ya no confías en mí, hijo?

-¿Por qué dices eso, Carito?

-¿Por qué no me has hablado de esa chica? Sé que es por ella que no querías volver.

Apartando la vista del flujo vial un momento para mirarla asombrado, respondió: -¿Cómo supiste?

-Tu padre. ¿Por qué no me lo dijiste tú cuando hablamos?

-Porque sabía que no te iba a gustar.

-¿Escondes algo acerca de esa chica? Tu papá insiste en que es una maravilla pero es hija de una amiga de Padme y si sus amigas son como ella, ¡ya imagino la clase de chica que es! El que la escondieras de mí, de antemano, me hace saber que esa chica no será de mi agrado.

-¡Se llama Narah, mamá! -Sólo la llamaba “mamá” cuando se molestaba. -¡Narah Arnaldi! ¡Deja de llamarla esa chica! ¡No es esa chica! ¡Es “mi” chica!

-¿Tu chica? ¿Qué quieres decir con eso?

-¡Que será mi novia muy pronto!

-¿Estás loco? ¿Cuánto hace que la conociste? ¿Cuántos años tiene? ¿Qué hace? ¿Qué sabes de su vida?

-¡¿Eres policía o qué carajos?!

-¡No me hables así, Jaziel!

-¡Entonces, bájale a tu interrogatorio! ¡Precisamente por la actitud que adoptas cada que se habla de Padme o de algo, o alguien, que tiene que ver con ella, es que no te lo dije! ¡Sabía que no ibas a perder oportunidad de ponerte como loca! ¡Y no entiendo por qué la odias tanto si ella llegó a la vida de papá cuando ustedes ya se habían divorciado! ¿No te das cuenta de lo ridícula que resultas? ¡Además te quieres meter en mi vida personal! ¡Cuando quieras hablar sin estar prejuzgando a quien no conoces, hablaremos! ¡Mientras no te diré nada! ¡Yo no te molesté cuando te casaste con Miguel, así que déjame en paz!

 

Se derritió al escucharla cantarle las mañanitas el 27 de diciembre.

 

Recibió una bonita sorpresa el 31:

 

“Boca del Río, Veracruz, México. 16 de Diciembre de 1994.

 

 

¡Hola, bonita! Espero que te encuentres muy bien.

 

Yo estoy muy emocionado. Me alisté en el servicio militar. Comenzaré a realizarlo el primer sábado de enero. Me dio mucha flojera pensar que me tomará un año acabarlo pero al hacer el recorrido por las instalaciones del campo militar no pude sino emocionarme. ¡No puedo esperar a usar el uniforme y portar esas armas! La primera foto que pueda tomarme en un tanque, te la enviaré. Es una promesa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.