La ley de Amara

Capítulo 39

AARON MARTÍNEZ.

 

Llego a casa de mi abuelo. Desde que mi padre me echó de casa estoy con él y con mi hermana Graciela. Ellos aún no saben por el momento que estoy pasando, tampoco que papá ha vuelto a recaer y que está comportándose como cuando éramos niños.

Dejo las llaves sobre la mesa de la entrada, cojo algo de comer y lo llevo a mi habitación. Me paro a ver las fotografías que nos hemos hecho juntos y las observo durante unos minutos.

 

— Aaron —Graciela abre la puerta interrumpiéndome— el abuelo dice que no has comido casi nada desde que llegaste.

 

— Estoy bien. —Aseguro— Solo necesito descansar un poco y mañana comeré por tres, lo prometo.

 

— Dime algo —Se sienta a mi lado— desde que estoy aquí hemos hablado muy poco y no me gusta nada que nos distanciemos. Éramos muy unidos, me contabas hasta cuando te daba plantón alguna chica.

 

— Lo sé —Sonrío— éramos niños. La última vez que te conté algo fue cuando me gustaba aquella chica tan bonita ¿La recuerdas?

 

— Si, la recuerdo, te enamoraste como un idiota de ella y te correspondió. —Me coge las manos. Baja la cabeza y ve la fotografía. — Amara.

 

— Amara. —Afirmo moviendo la cabeza.— Es hermosa ¿No crees?

 

— Muy hermosa.

 

Echo la cabeza sobre su hombro. A veces uno se cansa de ser fuerte y aguantar las ganas de llorar por horas. Querer a alguien que no te quiere te destroza el alma.

 

— A ti si puedo decirte la verdad. Amara no me quiere, ella quiere a otra persona —Graciela me mira extrañada.— Yo solo soy la tapadera con la que oculta la verdad.

 

— ¿También en esta foto?

 

— No, en esta foto estábamos teniendo nuestra primera cita oficial. —Golpea mi pecho varias veces con el dedo índice. — Pero eso no quiere decir que me quiera.

 

— Quiere decir algo.

 

— No pienso como tú.

 

— ¿¡Por qué no crees en ti!? —Bajo la mirada— Eres un chico increíble y no te lo digo solo porque somos hermanos, si no porque lo eres.

 

— ¿Y?

 

— Y que si no es ella, será otra. Pero eres capaz de meterte en el corazón de quien quieras.

 

Ojalá pudiera creerlo así. Ojalá supiera a ciencia cierta que ella algún día va a quererme, que tengo una oportunidad con ella. No soy una persona que se rinde fácilmente, lucharé por ganarme su corazón pero yo también tengo miedos, yo también temo no poder hacerlo y perderla.

 

— Eres un hermano fastidioso —Susurra haciendo que ría— pero tengo la suerte de tener un hermano como tú.

 

AMARA CORTÉS.

 

Las horas pasan. Doy vueltas en la cama sin poder pegar ojo. Solo puedo pensar en lo que h pasado, en la reacción de Liam, en Aaron y en todo lo que no logro entender. Las palabras de mi madre me han dejado un poco pensativa y llena de dudas sobre nuevas sensaciones encontradas en estos últimos días.

 

9:00.

Decido ir a la habitación de Cora. Ella también está despierta mirando por la ventana.

 

— ¿Qué haces aquí tan pronto? Aún no es la hora de desayunar.

 

— Necesito hablarte sobre algo ¿Puedo? —Asiente con la cabeza y se sienta de golpe en la cama.

 

— Cuéntame.

 

— Eres la única con la que puedo hablar porque siento que me entiendes.

 

— Te escucho.

 

La miro fijamente tratando de encontrar la valentía y palabras para explicar todo el lío que tengo en la cabeza. Ella espera pacientemente pero soy incapaz de decirle nada, siento que podrían cambiar muchas cosas si pongo todo en orden.

 

— Mejor no, es una tontería. —Digo poniéndome en pie— Hablamos en otro momento.

 

— Amara —Dice deteniéndome en la puerta— ¿Todo bien?

 

— Si —Sonrío— es solo una tontería sin importancia. Créeme, son dudas que a veces pasan por mi mente pero después desaparecen.

 

Salgo de su habitación y vuelvo rápidamente a la mía. Lo recojo todo, saco ropa limpia y me meto en la ducha. Al salir Aitana me espera en el escritorio y mirando por la ventana.

 

— Buenos días prima.

 

— Buenos días —Bostezo— ¿Ya ha llegado el abuelo para desayunar?

 

— Aún no.

 

— Mucho mejor, bajaré a desayunar ahora que él no está y no tendré que verlo más tarde.

 

— Deberías respetarlo un poco más.

 

— Cuando él respete mis decisiones y no esté cuestionándomelo todo. Ahora me ha limitado también con Aaron porque teme que me acueste con él. —Pongo los ojos en blanco y suelto un breve suspiro. — Nunca entenderé a nuestro abuelo.

 

— ¿Por qué te afecta tanto? Antes no querías estar cerca de Aaron por más de diez minutos y ahora suenas molestas por no poder ir con él las veces que quieras.

 

— ¿Tú también? Es muy simple. Aaron se ha ganado que quiera estar cerca de él y también mi amistad. —Digo en un tono bastante borde— No hay nada más.

 

— Aaron, Aaron, Aaron —Luce una expresión divertida— antes solo cabía un nombre en tu boca y era Liam.

 

Ignoro completamente sus comentarios absurdos y me voy dando un portazo. Estoy cansada de que todas crean saber lo que siento ¿Es qué no lo ven o no entienden?

 

— Buenos días. —Saluda mi tío José desde la mesa. — ¿Temprano para desayunar?

 

— Si, me he levantado hambrienta.

 

Me siento alejada, en el último asiento para tener mi espacio lejos de mi tío, mi tía e incluso de mi propia madre. Reviso los mensajes, desayuno un poco de leche y decido salirme fuera para leer un poco al aire libre. Necesito paz y tranquilidad, respirar profundo y volver a ser yo misma.

El coche de Aaron se estaciona en el aparcamiento frente a mi casa, me pongo en pie llena de confusión y me acerco.



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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