La ley de Amara

Capítulo 45

AARON MARTÍNEZ.

 

En mi cabeza solo puedo escuchar las palabras de Aitana: "Ya no puedes acercarte a ella". Hago hueco entre la gente y salgo de la universidad para dirigirme a casa de Amara. Pablo me detiene agarrándome del brazo y preguntándome que está pasando.

 

— Hey —Me agarra de la cara— ¿Qué está pasando?

 

— Ella —Digo casi sin poder respirar— no puedo dejar que la maltraten.

 

— Aaron explícame.

 

Subo en el coche y él sube también. No deja de preguntarme en todo el camino pero no recibe respuesta por mi parte, estoy demasiado ocupado pensando la manera de convencer a su abuelo de que sea lo que sea que le han dicho es mentira. Necesito hacerlo creer y que me permita verla.

 

— ¡Aaron! —Exclama— Cuéntamelo.

 

— Ella y yo no estábamos juntos de verdad, solo estábamos ocultando sus sentimientos por Liam y su abuelo acaba de enterarse. No tienes ni idea de lo que eso significa. —Doy un golpe en el volante— Justo ahora que todo estaba mejorando.

 

— ¿Y qué tienen de malo sus sentimientos por Liam?

 

— No tienes ni idea ¿No? Lo conozco y también conozco su historia, sé que el simple hecho de que Amara esté enamorada de alguien que no pertenece a la hetnia gitana para él es el peor pecado del mundo. Es capaz de golpearla.

 

— ¿Qué?

 

— Él tiene sus propias costumbres y métodos. Hace cosas inaceptables para nosotros pero aún así lo hace porque él mismo creó su propia ley, una ley irrompible para su familia. —Pongo la mano sobre mi frente— Tengo que sacarla de su casa.

 

— ¿Cómo vas a hacer eso? No creo que te dejen entrar como si nada.

 

Intento pensar fríamente pero no dejo de imaginarla sufriendo y pasándolo mal por culpa de los maltratos de su abuelo. Siento dolor de tan solo pensarla con golpes.

Pablo echa los cerrojos para evitar que salga del coche y yo los quito. Me persigue cuando bajo y me agarra nuevamente.

 

— Tienes que pensar con la cabeza y no con el corazón. —Aconseja— Si haces tonterías puedes empeorar la situación.

 

— No soy capaz de pensar con la cabeza cuando el corazón lo tengo en llamas.

 

— Mira, no conozco las costumbres y tampoco lo que ese anciano es capaz de hacer, pero si sé que si pones un pie en el porche de esa casa no acabaréis bien, ni tú ni ella.

 

Reconozco que tiene razón.

 

— ¿Y qué puedo hacer? —Pregunto desesperado. La angustia que siento me ha invadido el pecho y no me permite respirar sin que me duela.

 

— Pensar en otra manera para poder verla.

 

— No hay otra manera, nunca me dejarán verla de nuevo porque he mentido, porque he encubierto sus sentimientos por otra persona. Su abuelo nunca me aceptará de nuevo. —Pone la mano en mi hombro pero eso no me calma como otras veces, nada puede calmarme ahora.

 

Volvemos dentro del coche. Él insiste para que nos vayamos pero me niego a hacerlo, me quedaré aquí hasta poder verla y no me importa que me puedan ver. El tiempo pasa, recibo miles de llamadas de mi padre, llamadas que no estoy dispuesto a responder porque no es el momento para escuchar sus reclamos. Sin embargo cuando mi hermana llama, empiezo a preocuparme y cojo el teléfono.

 

LLAMADA TELEFÓNICA.

 

— ¿Qué pasa? —Pregunto escondiéndome tras una voz serena y limpia.

 

— Papá está furioso, dice que le has mentido y que cuando te encuentre te arrepentirás de haberlo hecho. —Bajo la mirada— ¿Qué has hecho Aaron?

 

— Protegerla. —Respondo sin ningún tipo de arrepentimiento— Y volvería a hacerlo.

 

— Tengo miedo de que papá te encuentre, está furioso y sobre todo, estando en ese estado de embriaguez no piensa lo que hace. Puede hacerte mucho daño.

 

— Me cuidaré, te lo prometo.

 

Mamá se me viene a la mente ¿Y si le ha hecho daño por mi culpa? No me lo perdonaré jamás.

 

— ¿Sabes algo de mamá?

 

— Si, me ha llamado y me ha contado que papá está buscándote. —Suspiro— Por favor Aaron, no te arriesgues.

 

— No lo haré pero necesito hablar con ella.

 

Miro por la ventana, no la veo a ella pero si veo a su abuelo y a su tío hablando en el porche. Ambos parecen estar discutiendo sobre algo que enfurece sobre todo a José.

 

— Hablamos después.

 

Cuelgo la llamada para prestar más atención a los gestos que los dos están haciendo. El abuelo muestra su furia golpeando con el bastón el suelo del porche una y otra vez. No quiero imaginar que ha hecho con ella y como estará.

 

— Aaron, pueden vernos.

 

— No me importa.

 

El tiempo sigue pasando. Liam llega de la universidad y entonces se me ocurre algo, desgraciadamente lo necesito para esto pero espero que sus sentimientos me ayuden para convencerlo porque si no, no tengo otra opción para saber si ella está bien.

Salgo del coche y lo persigo.

 

— Liam. —Mi voz es baja pero audible para él que enseguida gira la cabeza.— Necesito tu ayuda.

 

— ¿Mi ayuda? No quiero ayudarte en nada.

 

— También es tu culpa. —Acuso para llamar su atención— Y si quieres a Amara vas a hacerlo.

 

— ¿Qué pasa con ella?

 

— ¿Podemos entrar?

 

Él abre la puerta y entro detrás de él. Le explico la situación y todo lo que ha pasado después de que su abuelo lo supiera, también mis hipótesis y el miedo que me causa pensar que le ha pasado algo malo por nuestra culpa.

 

— No creo que le hayan hecho daño.

 

— ¿En serio? ¿Ni en esta situación eres capaz de hacer algo por ella? —Empiezo a enfadarme. Su falta de interés está quemándome la sangre. — Ella mintió para protegerte y siguió con esto para poder verte.



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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