La ley de Amara

Capítulo 57

AMARA CORTÉS.

 

No puedo evitar sentir dolor.

 

Liam permanece mirándonos desde la lejanía. Aaron no dice nada, solo espera que tome una decisión para poder irnos. Llego hasta él, le cojo la mano y nos miramos a la vez. Aaron me hace sentir que todo está bien, que va a estar conmigo pase lo que pase.

 

Entramos en su coche, mi madre me mira desde los asientos de atrás. No quiero oírla decir nada, no en este momento donde estoy tan frágil.

 

— ¿Estás bien? —Pregunta Aaron. — Puedes contarme cualquier cosa.

 

— Estoy bien. —Respondo en un breve suspiro. — Esta noche está siendo eterna, eso es todo.

 

— Todo pasará. —Sus dedos deslizan por mi barbilla lentamente— Sea lo que sea, pasará.

 

Conduce hasta un hotel. No estoy de acuerdo con que él pague la habitación y se lo hago saber varias veces mientras caminamos al mostrador.

 

— Oye —Dice él cogiéndome la mano. — Deja que haga algo por ti.

 

— Has hecho más de lo que crees y no puedo aceptar que pagues una habitación de hotel para nosotras. Es demasiado.

 

— Nada es demasiado si se trata de ti. Puedo permitírmelo. Hace unos días ayudé a mi abuelo con su negocio y recibí dinero, puedo permitirme pagar tres habitaciones de hotel hasta mañana que piense donde vamos a quedarnos.

 

— ¿Tres? ¡No! Una, dormiremos apretados, pero no hace falta que pagues tres habitaciones.

 

— No os preocupéis —Entra mamá en la conversación— yo tengo mi propio dinero.

 

— No hace falta. —Insiste Aaron.

 

— Como sé que no vas a desistir, págale la noche a mi hija y yo pagaré la mía. —Él refunfuña un poco y por fin accede haciéndonoslo saber con la cabeza.

 

Los dos sacan el dinero. Aunque todavía sigue quejándose, mi madre muestra más terquedad y no le permite sobrepasarse con el dinero. Me acerco a su espalda y le agarro la mano.

 

— Aaron... —Susurro. — Podemos compartir habitación.

 

Lo he dicho en algo. Lo dudaba por el nivel de timidez de mi cuerpo. Pero si, acabo de decirle que podemos compartir habitación. Gira la cabeza, baja la mirada hasta mí y abre los ojos que casi se salen de sus órbitas. Mi madre lo escucha todo, no es que esté muy de acuerdo, por su cara hace saber que no, pero no he desafiado a toda mi familia para obedecerla a ella.

 

— No creo que sea buena idea y tampoco que tu madre esté de acuerdo.

 

Encojo los hombros.

 

— Estas cansada y delirando. —Bromea.

 

— Cansada si, pero no delirando. Quiero compartir habitación contigo, solo eso.

 

Asiente con la cabeza debido a que se da cuenta de que hacerme cambiar de opinión en un momento como este es un intento inútil. Hacerme cambiar de opinión es un error para todo el que lo intenta y mucho más ahora que soy más valiente que nunca. Nos dan las tarjetas para entrar a nuestras habitaciones, mamá se queda en habitación doscientos dos y nosotros en la doscientos cuatro. A regañadientes me deja estar en la misma habitación con Aaron, pero lo cierto es que yo si confío en él ciegamente y ella debería hacer lo mismo, nadie en su lugar se jugaría absolutamente todo por mí.

 

Ha cogido una habitación con dos camas, algo perfecto, así ninguno de los dos tendrá que dormir en un sofá o sintiéndose incómodo. Es cierto que hace unos minutos me sentía preparada para estar en la misma habitación con un chico a solas, pero ahora no me veo capaz de mirarlo, muero de vergüenza.

 

— Tienes bebidas y algo de comida.

 

— Que tendrás que pagar mañana.

 

— Amara Cortés —Dice riendo— cálmate de una vez.

 

— Estoy siendo ridícula ¿No? —Mueve la cabeza. — No me mires así.

 

— Solo estas nerviosa.

 

— ¿Lo sabes todo? —Pregunto bromeando.

 

— No todo.  —Responde sonriendo— Hay algo que no sé.

 

— ¿Qué?

 

Acerca su rostro al mío sin tocarme. Aunque ya nos hemos besado sigue siendo igual de respetuoso que el primer día y es algo que me encanta de él. Siente que necesita mi permiso para tocarme pese a que con los ojos le pido a gritos que siempre esté cerca de mí.

 

— Tus sentimientos siguen siendo un enigma para mí. Hace apenas unas horas pensaba que los tenía claros y me dolían, ahora no sé exactamente qué sientes por mí.

 

— He desafiado a toda mi familia, he denunciado a mi tío y abuelo, les grité que no me separarían de ti, que no me quitaría el collar —Baja la mirada hasta él y sonríe— dime ¿Qué crees qué siento por ti?

 

— No quiero equivocarme si doy por hecho algo que no es.

 

— ¿Qué piensas si te digo qué has cambiado todo en lo qué creía?

 

— Que exageras. —Le doy un golpe en el hombro. Hace una mueca con los labios y arruga la nariz.

 

— Llegué hace tres años a casa de unas personas que no conocía, me enseñaron leyes y prohibiciones que nadie en su sano juicio enseñaría a nadie de su familia porque son inhumanas. Me enamoré de alguien a quien solo podía ver desde mi ventana y tocar a escondidas... —Le levanto la cabeza cuando al hablar sobre Liam la baja lentamente— De verdad pensaba que mi vida sería siempre igual, que siempre estaría suspirando por un imposible, pero cuando lo creía, apareciste tú derribándolo todo. Me enseñaste a querer sin barreras, a querer sin un solo límite porque el amor es libertad, es comprensión y confianza ciega.

 

— ¿Eso qué significa?

 

— Si, Liam fue y siempre será mi primer amor, aquel por el que no fui capaz de hacer nada —Con mi ayuda, su mano logra colocarse en mi cintura. — pero tú, tú eres el amor por el que he sido capaz de lo imposible.

 



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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