La Ley Del Lobo

Capítulo 31

Era de noche y todos los invitados estaban en la sala de música, gozando del concierto privado que les brindaba Altair. Habían alrededor de ocho debutantes en torno a él que aplaudían sin cesar. Era la primera vez que Wolfram no sentía la necesidad de escaparse a la sala de fumadores, honestamente no tenía ganas de sumergirse en un debate político sobre su postura de rechazar el cargo. Sabía de antemano que tenía que reunirse con Su Majestad tarde o temprano, aunque él preferiría tarde que temprano. 
Él se encontraba junto a Gabriel. Ambos con una copa de Brandy en las manos, de pie junto a la chimenea. Varios pares se acercaban a saludarlo y él lo presentaba como a un amigo. De inmediato comenzaron a agobiar al pobre con preguntas y a ofrecerle invitaciones.
—Créeme Wolfram que jamás pensé estar de pie en un salón de Westhampton Terrace tomando un brandy junto a ti—le confesó Gabriel. 
Él bebió un sorbo y no le respondió. 
—Ya ha pasado casi una semana y Charlie se ha negado abandonar la habitación—comentó —¿Qué piensas hacer? 
—Honestamente no lo sé, pudimos hablar tranquilamente hace unos días que fue cuando le dije que me diera dos meses, pero no ha querido verme de nuevo. 
—Le pedí a Caroline que hablara con ella, pero mi esposa me dice que ella está demasiado dolida y cualquiera lo estuviera en su lugar. 
Ambos se quedaron en silencio viendo cómo Altair finalizaba la canción y los presentes expresaron un coro de aplausos. Las debutantes que lo rodeaban se acercaron a él y una le tendió un pañuelo. 
—Tu familia es asombrosa—le dijo—Aunque te confieso que me siento un poco incómodo siendo tu invitado y que mi padre me esté sirviendo. 
—Le dije que podría asistir, pero se negó rotundamente. 
—Sí, lo sé. Si esto es así de perfecto, es por él. 
Marco le había dedicado su vida a tres generaciones de la familia, sabía todos sus secretos, conocía todas las propiedades ligadas y no ligadas al título; no sólo los criados lo respetaban sino también los criados de otras familias. Algunas veces enviaban a sus empleados para que este los guiara en su camino como mayordomo. 
—Wolfram ¿En verdad crees que tus primos no harán nada contra ella? Eso que nos contó Victoria es preocupante.
—Ahora Charlie es duquesa, no pueden hacerle daño. Sobre ellos recaería todo el peso del título.
—¿Aunque sean tu familia?
—Nunca los he considerado como tal.
—Ya veo. Así que también hay imperfección en la aristocracia.
—Yo diría que nunca ha sido perfecta, todo es una simple fachada. 
Gabriel tomó un sorbo de brandy—Tus cuñados parecen ser buenas personas. Todos nos han tratado muy bien. 
—Ellas son diferentes, no fueron educados en este mundo de hipocresía. 
Gabriel lo miró en silencio, pero no le dijo nada.
En ese momento una de las debutantes se desmayó al recibir un besamanos de Altair y su hermana Iuola la miró como si hubiese visto una simple cucaracha. De inmediato la madre de la chica se acercó a auxiliar a su hija y su cuñado no le quedó más remedio que levantarla en brazos y llevarla al asiento más cercano. Wolfram vio como Iuola se acercaba a la chica y la revisaba; su deber como médico era muy importante para ella, no obstante, su medicina fue un poco tosca: Le echó un vaso de agua en la cara. La madre de la chica gritó, pero no se atrevió a decirle nada a la duquesa de Leithold. 
La chica se levantó desorientada y se excusó para lavarse. Cuando ella se dirige a la entrada, una mujer le obstaculiza el paso. 
Esta le sonrió—Discúlpame por favor. 
La chica abrió los ojos como platos y de inmediato hizo una reverencia. 
—Perdóneme usted por favor, su gracia.
—¡Oh por Dios! ¡Es la duquesa!—alguien gritó.
Wolfram no daba crédito a lo que veían sus ojos. 
Lady Charliene, duquesa de Westhampton entró en compañía de Victoria. Llevaba un vestido color ocre de mangas largas, el escote era en V y el corsé era de color azul cobalto; decorado en guirnaldas; en su cuello llevaba la cadena que él le había regalado y llevaba unos pendientes de perlas. La tiara de la duquesa de Westhampton era de diamantes y tenía una gran piedra de zafiro en el centro de esta. Su cabello estaba recogido en un moño alto y le caían rizos a su alrededor. El cabello lucía más largo de lo que era.
—Su gracia, por favor perdone a mi hija—le pidió. 
Ella sonrió lentamente—Sin duda ha sido mi culpa. Puedo preguntar ¿Por qué está usted mojada? ¿Ocurrió algo? 
—Un descuido por mi parte, iré a lavarme ahora mismo. 
Charlie asintió y la dejó pasar. 
Ese podía ser el día en que Wolfram se quedara sin habla y petrificado en el sitio. Gabriel le quitó la copa de brandy y le dio un pequeño empujón.
—No querrás hacer esperar a tu duquesa—le susurró.
Él se dirigió a su destino y por primera vez en la vida, no tenía ni idea de qué hacer o decir. Ella no cambió su expresión y lo miró con curiosidad. 
Este le hizo una reverencia—Su gracia. Déjeme decirle que se ve más hermosa de lo que ya es. 
Ella le devolvió la reverencia—Gracias excelencia ¿Excusó a todos por mi ausencia? 
Él asintió—Todos están ansiosos por verla—Él le ofreció el brazo—Permítame que la escolte.
—Oh muchísimas gracias, es usted muy amable ¿Llegué tarde a la presentación de nuestro cuñado? 
—Acabó de finalizar. 
—Oh me hubiese encantado verlo ¿Cree usted que pueda persuadirlo de cantar otra canción? 
—Estoy seguro que si. 
Él la guió hasta el centro de la sala de música y todos guardaron silencio. 
—Espero que todos estén pasando en grande su estancia aquí en Westhampton Terrace—comenzó a decir—Es un honor para mi presentarles a Lady Charliene, Duquesa de Westhampton. 
Los invitados comenzaron a murmurar y luego prosiguió una ronda de aplausos incómodos. 
—Muchísimas gracias a todos por estar aquí—comenzó a decir Charlie—Honestamente Westhampton y yo, habíamos acordado no decir nada hasta la presentación con Su Majestad, no obstante, me negaba a pasar un minuto más en mi habitación. Espero que mi presencia no les incomode. 
Todos los invitados aplaudieron eufóricamente y de inmediato comenzaron a hacer una fila para rendirle sus respetos. Aquella presentación será la comidilla en las próximas semanas. Su esposa tenía una serenidad deliciosa cuando charlaba con los invitados, él notó que le dedicaba la más cálida sonrisa a cada uno de ellos, por un momento sintió celos. Era un sentimiento muy raro para él, ardía en deseos de llevársela de allí. 
Llegó el turno de los marqueses de Carisbrooke. Wolfram pudo ver cómo el rostro de Darleen se descomponía de la ira, su esposo estaba impasible, el anciano se veía cansado y se compadeció de él; no debía ser fácil tener como mujer a su prima. 
El marqués hizo una reverencia—Su excelencia, su gracia—dijo. 
Darleen no lo hizo y le arrojó una mirada asesina a Charlie. 
—Jamás me inclinaré ante una vulgar institutriz—le escupió. 
Él vio cómo su esposa sonreía lentamente. 
—¿Disculpe mi lady? ¿Qué dijo?—le preguntó Charlie mientras aumentaba el tono de su voz y los invitados hicieron silencio y los miraron.
—Lo siento no pude escucharla bien—continuó—¿Puede repetir lo que dijo? 
Carisbrooke le arrojó una mirada asesina a su mujer y ésta sonrió.
—Le decía que bienvenida a la familia, su gracia—le dijo Darleen. 
—Muchísimas gracias mi Lady, espero que nos llevemos bien.
Los invitados volvieron a sus respectivas conversaciones y Altair se dirigió nuevamente al piano. 
La mirada de Charlie cambió de dulce a letal. 
—No te permitiré que te metas conmigo—le advirtió—Te pisaré como a un insecto si intentas a hacer algo contra mí, maldita bruja. 
—Así que por fin te muestras tal y como eres.
—“Si vas a Roma haz lo que hacen los Romanos”—recitó Charlie—¿Crees que no recuerdo cómo es esto? Crecí aquí, sé con quien debo mostrarme tal y como soy y con quienes no. Dile a tu  amiga Francesca que fue muy inteligente al no venir, creo que no podría aguantar la risa de verla inclinarse ante mi. 
—¿En verdad crees que saldrán ilesos de esto? 
—Darleen por favor—intervino su esposo. 
—Darleen voy a esperar sentada a ver cuál de todas tus amenazas logras cumplir. Ahora si me disculpan, tengo invitados que atender. 
El marqués no dudó en llevársela inmediatamente.
—Estuviste grandiosa—la alabó Wolfram.
Ella se puso enfrente de él y le sonrió. No era su habitual sonrisa, esta era falsa. 
—Ni creas que con esto que estoy haciendo estoy de tu lado Westhampton, estoy de mi lado. Tú puedes pudrirte en él infierno. 
En ese instante Altair hizo sonar su copa y todos guardaron silencio. 
—Está canción va dedicada a Lady Westhampton que nos acompaña esta noche y que su llegada ha traído luz a esta familia—dijo mientras se sentaba y todos aplaudieron. Charlie se llevó una mano en el pecho y sus labios se movieron en un “Gracias”.
Wolfram estaba abatido, sino hacía algo pronto la perdería para siempre.



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En el texto hay: wolfram, charlie, sagawesthampton

Editado: 02.03.2021

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