Suspicaz el capitán no tiene idea de lo que planea Braulio pero decide escuchar su punto de vista.
Tras media hora dialogando ,y informándole de la fuga de Mike, como si su memoria hubiera regresado el heredero se acerca a la conversación —Usted me ha prometido que iremos a Hadar después de arribar en Antares—.
Las voces cesan y todos ven a Aarón esperando su respuesta probablemente negativa.
—Nuestro destino es Hadar— comunica este, la controversia invade a la docena de hombres del mercader que a propósito no está feliz con la respuesta.
Las galimatías de todos juntos hacen ininteligible sus palabras, colmado de esto Aarón les ordena detenerse —¿Porque no quieres ir a ese país?— el mercader toma del brazo al de Alderamin y lo moviliza a la parte de atrás de la cabaña con inquisidoras miradas.
Una vez ahí avista si nadie los ha seguido y señala una precaria cantidad de cenizas rojas que sobrevuelan el cielo nocturno.
-Braulio- No se que pienses tú, pero proporcional a lo que se dice en Atarraya es de ese país que provienen esas bestias.
Sin meditar las palabras de su compañero el capitán sale a comunicar su respuesta a la quincena de hombres.
Una vez este se halla en el centro del grupo y reivindicando las palabras de Eros ante estos —Yo le he prometido a este joven algo y pienso cumplirlo, reitero iremos a Hadar.— Atisban a su jefe que está vez y ante la insistencia de todos elige desistir a su propuesta.
Una vez realizado el reconteo de las provisiones, municiones y armaduras ornamentales el grupo sube a dos vehículos todoterreno y se mueven contrario a Atarraya.
En un cálido ambiente los autos colindantes entre sí, hablan bromistas de un vehículo y otro con cervezas de malta en su manos.
El frío viento proveniente del destino de aquellos hombres es velozmente aplacado con fogones artesanales, con chaquetas de solapas gruesas y ahorrándose la necesidad de cerrar las ventanas del auto.
Una gran luna llena esplendorosa en el despejado firmamento al cuál observa el todavía reservado Eros, todos beben incluyendo al conductor en largas conversaciones burlescas, sólo el modesto príncipe se mantiene sosegado.
El tenue brillo de los ojos de Eros le da muestra a Aarón que su aprendiz ha regresado aunque desconoce la razón de su melancolíco caracter.
Braulio toma con moderación en la parte trasera del coche mientras observa a Eros y Aarón en el asiento del copiloto.
La radio suena fuertemente ahogando al silencio que va inundando las voces de los mercenarios cuando aquella bella luna está en la mitad del cielo.
La carretera se adelgazar al punto de que su fino sendero sólo permite un auto a la vez.
En cada auto se enumerar ocho individuos pese a esto en el primero de un color anaranjado su conductor es el único despierto.
En el segundo auto de un tono grisáceo sus ocupantes que hacen vigilia son nuevamente el piloto y aquel copiloto con un collar de rubíes al igual que su armadura, que honrando su medieval pueblo usa una espada en vez del rifle.
Los árboles aparentan moverse y los autos parecen estar estáticos ante un horizonte oscuro y un camino angosto que deja un solo carril.
La brisa se vuelve gélida a tal punto que despierta a varios de los pasajeros.
Un ambiente negativo secuestra el paraje y sin mediar palabra todos toman sus armas preparándose para lo esperado.
Ojos en la oscuridad aparentan hincarse en el grupo y haciendo realidad su pesadilla unos pares de ojos plateados sobre la maleza.
Sin esperar un segundo más por el estrés causado por el terror algunos miembros disparan con desmán a los arbustos.
Gritando el cese del fuego a sus compañeros Aarón observa como asaltan hacía los vehículos una escuadra.
Logran determinar rápidamente que son bandidos de Hadar debido a su blasón tan característico.
El pequeño grupo se tranquiliza al ver que no era lo que sospechaban y la docena de hombres sale al encuentro de los forasteros.
A pesar de su semblante perverso se presenta afable ante los viajeros demostrando que esperan a individuos menos hostiles para hacer sus fechorías.
Les sorprende a todos que no hayan sido golpeados ni una vez por la lluvia de balas que penetraron en los arbustos.
Braulio habla sin tapujos haciendo entender que no desea problemas indicándole esto a su aparente líder.
Ya con noción de sí, Eros piensa en el porqué de sus ojos plata tan brillantes que halla lugar en cada uno de estos.
Los caudillos se distancian de si, y el grupo de bandidos regresa a su escondite observándo periódicamente a sus fallidas víctimas.
Una vez transcurrido dos cuartos de hora intentan hacer bromas para aligerar la tensión del ambiente sin éxito.
El tiempo marcha lento sin mayores inconvenientes pero la noche se encuentra en su punto culminante y rayos de luz se atisban en el horizonte.
Los que ya no parece un rudo conjunto de mercenarios sino unos niños asustados se calman ante la inminente salida del sol y un gran cartel que muestra la frontera a 10 kilómetros.
Es demasiado fácil para nuestro grupo de protagonistas ¿No crees?
El sosiego es roto por un estruendoso sonido proveniente del motor de uno de los vehículos empieza a disminuir drásticamente su velocidad.
El estrépito en el grupo regresa sin saber que causa el extraño sonido del motor y la reducción de la velocidad.
El otro vehículo se pone estacionario a un costado del otro, todos descienden de ellos buscando indicios de la avería del motor.
-Braulio- No sé que piensen ustedes, pero los bandidos de unas horas atrás tienen algovque ver en esto.
Algunos tienen pensamientos diferenciados en lo ocurrido, el mecánico empieza el mantenimiento pero con sus escasas herramientas este trabajo se vuelve tedioso.
Nuestro apuro por llegar a la frontera nos pone a la disposición de este y así colocarnos en marcha antes de mediodía.
Editado: 20.03.2020