Isabel se encontraba tumbada en la cama arropada parcialmente ya que, a apenas unos pocos centímetros, se encontraba Orfelina que, lejos de no incomodar el sueño de princesa, roncaba y se movía llevándose consigo gran parte de la sábana, además, no dejaban de oírse ruidos en el pasillo de alguna persona caminando de un lado a otro haciendo crujir la madera. Esos ruidos, sumados a la preocupación de Isabel por su padre hacían que la chica no consiguiera pegar ojo. Cientos de pensamientos pasaban por su cabeza y ninguno de ellos era precisamente bueno, entre ellos sobresalía el de pensar que ocurriría si los soldados de Ernesto lograban entrar al castillo, ¿cuánto tiempo podría ella ocultarse? ¿Cuánto tiempo sobreviviría? Todos esos pensamientos empezaban a agobiarla de tal manera que las lágrimas empezaron a salir mientras ella intentaba no hacer ningún sonido para no despertar a su ruidosa compañera. De repente alguien picó a la puerta, lo que despertó a Orfelina.
Isabel se tapaba la cara para que la doncella no pudiese ver sus lágrimas mientras Orfelina se lamentaba diciendo “Ay, vaya, ya no voy a poder dormir, ya me han despertado y no voy a poder dormir, luego me dolerá la cabeza…”
Isabel, una vez logró secarse las lágrimas y al ver que su compañera no tenía intención de dejar de quejarse y levantarse, se puso en pie y se dirigió hacia la puerta y la abrió, pero no logró ver a nadie tras ella.
Mientras tanto Orfelina, aún en la cama, comenzaba a gritarle a la persona que había picado sin siquiera verla.
La mujer no parecía moverse y la poca luz del pasillo no hacía sino aumentar la curiosidad de Isabel por verle la cara. Cuando ya se encontraba a apenas tres metros de distancia oyó como la puerta de la posada se abría y, entre gritos, Pelayo acompañado de Guillermo alertaba a la inocente chica.
Isabel giró la cabeza en dirección contraria a la mujer centrando su atención en el supuesto mago.
En un rápido movimiento ese extraño ser agarró con sus dos manos el cuello de la princesa mientras apretaba y gritaba con una voz desgarradora. Isabel agarró los brazos de la mujer en un intento por separarla pero no sirvió de nada. La princesa abría la boca en un intento desesperado por introducir aire en sus pulmones pero era inútil.
Guillermo estaba parado con rostro serio a la par que tenso al otro lado del pasillo detrás de Pelayo. El mago, con rostro serio, sacó polvo amarillo de un pequeño saco que tenía en el bolsillo, lo colocó en sus manos las que cerró con fuerza y a continuación estiró en dirección a la mujer abriéndolas completamente sin separar la parte trasera de las manos entre ellas. Una fuerte luz salió de sus manos con tanta potencia que iluminó todo el pasillo haciendo que La Negra soltase a Isabel mientras se tapaba los ojos. Guillermo miró a la princesa y, desesperadamente gritó “CORRE”, Isabel corrió hacia ellos tan rápido como podía y los tres se encerraron en la habitación donde Orfelina se encontraba.
Editado: 06.04.2020