La leyenda de los Ignis | #2 |

Capítulo 17. ¿El comienzo de una bonita amistad?

—¿A dónde vamos? —preguntó María tratando de seguirle el ritmo a Nicole.

—A por Nate y Clo —respondió ella simplemente.

¿Qué? No, no y no. Esos dos la odiaban, ¿cómo se le ocurría llevarla ahí sin Bruno?

—Creo que...

—María, los juicios van a empezar y tenemos que ir a por ellos —cortó Nicole algo seca.

No quería ser borde con la joven, pero en ese momento tenía la cabeza en otra cosa. Necesitaba hablar con su mejor amiga y aclarar todo lo que había pasado el día anterior.

María decidió seguir en silencio a la chica hasta llegar a la casa de los Calonge.

Claudia abrió la puerta y se echó a los brazos de Nicole. Casi no la dejaba respirar.

—Lo siento, lo siento. De verdad que lo siento —se disculpó.

—A buenas horas —le recriminó su hermano.

—¡Nate! —exclamó Nicole.

—Tiene razón... Es que llevo unos días horribles... Pasa —le invitó sin siquiera percatarse de que venía acompañada.

María entró sigilosamente y se quedó pegada a la pared como si de un mueble más se tratase.

—Ven, tengo que hablar contigo —dijo Clo arrastrando a Nicole hasta su cuarto.

—Nate, María no ha desayunado, dale algo —chilló Nicky mientras era arrastrada a la habitación de Claudia.

Nathaniel y María se quedaron en silencio y a solas.

—Tienes cosas en la cocina —dijo Nathaniel rompiendo ese incómodo silencio.

María no sabía muy bien si aceptar su oferta o no, pero el estomago le crujía tanto que no tuvo otra opción. Abrió los estantes y comprobó desilusionada que tan solo había comida saludable. Ni un mísero bollo, qué tristeza...

Cogió un yogur natural, lo vertió en un bol, le echo unos cuantos frutos rojos y avena y comenzó a comérselo en el cuarto de estar junto a Nathaniel, quien leía un libro ignorándola por completo.

—Bueno, ¿y que tal ayer? —preguntó ella tratando de entablar una conversación.

Él se giró y arqueó una ceja. ¿De verdad quería hablar? Ellos dos no tenían nada en común, ¿de qué quería conversar?, ¿del tiempo? Siguió leyendo su libro, pero María no iba a darse por vencida tan fácilmente.

—¿Qué tal la familia? —le preguntó ella amablemente.

Siempre oía hablar de la famosa y atemorizante Angélica Vargas, pero jamás había escuchado ni una palabra sobre su padre. Tenía curiosidad.

Nate la miró algo curioso, ¿qué tal la familia? Ni que fuesen amigos.

—Mi madre está entrenando con el padre de Nicky y a mi hermana la acabas de ver —respondió seco.

¿Y su padre? De pronto María lo entendió todo, el padre de Nate estaría muerto al igual que la madre de Nicky, por eso nunca hablaban de él, y por eso también Javier y Angélica siempre andaban juntos. Esa sería la razón de que el chico siempre fuese tan borde...

—Oh, siento mucho lo de tu padre.

Nathaniel dejó el libro sobre la mesa, se giró y la miró confuso.

—¿Qué sientes?

—Ya sabes...Que falleciese.

—No está muerto, pero como si lo estuviese —respondió él retomando su lectura.

¿Qué? Ahora si que no entendía nada. Pero ¿qué pasaba con ese chico?, ¿cómo Nicky podía estar tan loca por él? Había que sacarle las palabras con cuentagotas.

—¿Estás nervioso por ser el nuevo profesor?—insistió ella.

Nada, que la chica no se daba por vencida...

—Ahora serás compañero del profesor Quemada —dijo a modo de broma entre risas, pero enseguida se dio cuenta del error que había cometido.

Los músculos del chico comenzaban a tensarse.

—O sea, que no me cae muy bien, tú eres mucho mejor, siempre se lo digo a Nicky —dijo nerviosa.

Ya no sabía ni qué palabras salían por su boca, solo quería tratar de arreglar la situación.

—María, no me lo tomes a mal, no creo que seas mala persona ni nada de eso, pero tampoco creo que tú y yo congeniemos. No tenemos nada en común —dijo tratando de sonar algo amable.

—Tenemos a Nicky —respondió ella con una amplia sonrisa.

Por primera vez lo calló. En eso tenía razón la joven y eso provocó una pequeña sonrisa en él.

—¡Has sonreído, has sonreído! —exclamó María emocionada.

—Está bien —dijo él tratando de restarle importancia.

—Al final vas a acabar cogiéndome cariño.

Él arqueó la ceja. Lo dudaba.

—Venga, haz un esfuerzo. Parece que vamos a estar aquí un buen rato. ¿De verdad quieres que estemos en silencio?

Nate dejó el libro en la mesa. Se daba por vencido. Estaba claro que con ella al lado no podría finalizar su lectura.



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En el texto hay: internado, drama y romance, dragones

Editado: 23.09.2018

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