La leyenda de los Ignis | #2 |

Capítulo 63. Fin

Gael y Nathaniel entraron a toda prisa en el internado Morsteen cargando a un malherido y nada consciente Óscar. Sabían que era algo arriesgado ir allí, pero era el lugar que se encontraba más cercano de los que le podrían atender. Además, si Ezequiel y sus hombres estaban por las montañas buscándolos, el internado estaría libre de enemigos.

Nada más atravesar la puerta se encontraron con la señora Figueroa, quien trataba de sacar a unos cuantos alumnos del lugar de una manera más o menos ordenada. 

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó alarmada al ver al profesor Quemada.

—Se está desangrando, hay que parar la hemorragia —respondió Nathaniel, quien seguía destrozado.

De hecho estaba más allí que aquí. Aún no se creía que le hubiese hecho caso a la petición de Nicky y la hubiese dejado allí...

—¡Nate! —chilló Clo mientras corría por el pasillo y saltaba a los brazos de su hermano.

Nunca se había alegrado tanto de verlo. Repasó su cuerpo varias veces para asegurarse de que estaba bien y que la sangre que veía no era de él.

—Tienes que venir conmigo —anunció seria la rubia.

Nate desvió la mirada hacia la señora Figueroa, quien ya se estaba llevando a Óscar a la enfermaría con la ayuda de Gael. Después volvió a fijar la vista en su hermana y se percató de que había algo distinto en ella. Subió su brazo y con sus dedos rozó el cuello de la chica donde se encontraba una conexión con un dragón serpiente. Sonrió orgulloso.

—Veo que...

—¡No hay tiempo! —interrumpió Clo arrastrándolo hasta una de las clases.

En el interior se encontraban el señor Jaquinot, su madre, la directora, María, Bruno y un señor de unos setenta años que discutía acaloradamente con Javier Jaquinot mientras Adrianna trataba de tranquilizar la situación.

Al verlo Angélica sonrió aliviada, su hijo estaba bien. Bruno abrazó con fuerza a su amigo.

—¿Y mi hermana?, ¿está bien? —preguntó preocupado.

Claudia miró hacia su hermano, ¡con todo el alivió de ver que estaba bien se había olvidado de NIcky! Nate desvió la mirada, no sabía cómo decirle a Bruno lo que había pasado. Si él mismo no se lo perdonaba, ¿cómo esperaba que este lo hiciese?

—No está...

Bruno negó con la cabeza.

—¿A qué te refieres?, ¿no la has encontrado? —preguntó confuso—. ¿O no la has traído por qué no era seguro? —insistió.

—Bruno, escúchame, no está aquí —repitió—. La tiene mi padre.

María avanzó hacia su novio y lo cogió del brazo para reconfortarlo. Sentía como el chico se tambaleaba y estaba a punto de caerse al suelo.

Javier Jaquinot dejó su discusión con el señor y avanzó hasta colocarse frente al Domador.

—¿Me estás diciendo que ese psicópata tiene a mi hija?

No era una pregunta aunque así la formulase.

—Tenemos que pensar como rescatarla —respondió Nathaniel desesperado.

El chico se negaba a creer del todo lo que estaba pasando. No podía dejar que su padre la encerrase.

—No —respondió Javier—. Conozco a tu padre y no es a mi hija a quien quiere. Me cambiaré por ella —respondió serio.

—No puedes hacer eso. Javier, conozco a mi marido y sé que te mataría en cuanto pudiese.

—Es mi hija.

El señor con el pelo completamente blanco, la piel blanca como la porcelana, los ojos azules y pequeñas arrugas bastante bien disimuladas avanzó hacia él.

—¡Deja de comportarte como un niño! —regañó—. No supieste cuidar a mi hija, y ahora tampoco a mi niña, ¡acéptalo y piensa cómo solucionarlo!

Las duras palabras hicieron enmudecer a todos.

—Abuelo, no es culpa de mi padre —trató de defenderlo Bruno.

Podía ser que estos dos nunca estuviesen de acuerdo, pero al menos Javier había estado algo de tiempo con ellos. Su abuelo había desaparecido tras la muerte de Diana.

—Sí que lo es, y lo sabe, pero ya no hay remedio, hay que pensar cómo sacarla de ahí.

—Ya he dicho que me intercambiaré por ella.

María miraba la escena agobiada. Quería ayudar a Bruno, pero no sabía cómo hacerlo. Quizá lo mejor era estar junto a él y abrazarlo para hacerle saber que estaba allí junto a él por si la necesitaba.

—¡No seas idiota! ¿Es que acaso no conoces a ese tipo?, ¿hace falta que Angélica te detalle cómo es? —Hizo una pausa—. ¡Te tenderá una trampa y te atrapará, pero no soltará a mi niña! —le explicó furioso.

Adrianna estaba perdiendo la paciencia con esos dos. No eran momentos para asuntos de familia.

—¡Basta ya! —chilló la directora y se giró hacia Nathaniel—. ¿Tienen también al profesor Quemada? —preguntó con evidente preocupación.



#602 en Fantasía
#128 en Joven Adulto

En el texto hay: internado, drama y romance, dragones

Editado: 23.09.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.