La liga ciudadana

Prólogo: Nueva Era

El 29 de agosto de 2198 pasó a formar parte de la historia de la humanidad como “El día de la llegada”

A las nueve de la mañana de “El día de la llegada”, una nave procedente del planeta Baco aterrizó en la Tierra. La humanidad tembló ante su sombra, conteniendo el aliento, a la espera de las consecuencias que acarrearía esa estructura de metal venida del cielo. 

No hubo seres extraños, viscosos, ni verdes. Su anatomía era igual o parecida a la anatomía humana. Su líder, el Rey Khor, envió un mensaje de paz a todos los ciudadanos mientras que, con su capacidad para controlar los multiversos, la gravedad y la telequinesis, provocaba infartos  a los cuatro líderes republicanos de Europa, el único continente que todavía era habitable, sin siquiera moverse del improvisado escenario.

No hubo guerra. Los humanos, aterrorizados, se arrodillaron ante los poderes de esta nueva raza.

Se autoproclamó el nuevo Rey  Interplanetario de Baco y La Tierra e implantó una nueva monarquía que se recordaría durante décadas como el Neoimperialismo Interplanetario Baconiano (NIB).

Todos los humanos perdieron sus derechos como individuos, con posibilidad de recuperarlos aportando una gran suma de monedas Baconianas  que aumentaría año tras año. Ya no se consideraban personas, sino objetos esclavizados condenados a trabajar forzosamente. Las pocas familias humanas adineradas que consiguieron sus derechos como ciudadanos, conscientes de la superioridad de poder de los Baconianos, se conformaron y pasaron a formar parte de la Élite y el consejo del Rey Khor.

Poco después de imponer todas sus leyes, decidieron ejercer la Ley de la selección natural. Dicha norma decretaba que todo aquel ser con deformidades, falta de extremidades o cualquier enfermedad que afectara gravemente a su salud debía ser ejecutado públicamente, por un crimen contra la evolución. Con esta atroz medida, resolvieron el problema de la sobrepoblación en la Tierra, ya que no estaba en condiciones de recibir a nuevos habitantes.

Se convocó a toda la población en plazas y ayuntamientos, para concienciar a las masas de este nuevo cambio. A las doce empezó la ejecución. Miles de niños, hombres y mujeres eran decapitados, ahorcados o exterminados a punta de pistola por el ejército Baconiano. 

Una niña rubia de 15 años apartaba la mirada constantemente, con un mal presentimiento en el cuerpo. Eir trataba de tapar los ojitos de su hermano Min, de dos años, mientras que sus hermanastras, Mina y Lisa, junto a su madrastra, la Sr Rotgold, observaban atentamente la tarima con un destello de felicidad en sus ojos.

La joven supo que algo inusual estaba pasando desde el momento en que partieron hacia el viejo ayuntamiento. Su padre no los había acompañado y difícilmente podría alcanzarlos conduciendo solo su silla de ruedas. La campana sonó de nuevo, señal que acababan de retirar los cuerpos sin vida de las guillotinas. Alzó la vista y palideció al instante. Observó cómo el Capitán General  Kincaid hacía flotar en el aire a su padre, colocándolo debajo de una de las afiladas láminas con una siniestra sonrisa.

No podía creerlo. “¿Por qué querrían matar a papá?” Era uno de los ingenieros más brillantes del mundo y estaba segura de que no había hecho nada malo. Se refregó los ojos, pensando que era un mal sueño, que pronto su alarma la despertaría y estaría en casa. Pero al retirar las manos, conectó con unos ojos azules tan claros como los suyos.

Lucas Greene observó a sus hijos desde la tarima. Estaba asustado, no podía moverse. La masa de sangre viscosa de la tabla en la que apoyaba su cabeza le empapaba el cuello y le provocaba vómitos por el hedor que desprendía, el  hedor de la muerte. Pero tenía que ser fuerte, por Eir y Min. 

Su fin estaba cerca. Todo su trabajo, todo su esfuerzo por mantener a sus hijos a salvo, por cumplir los deseos de su difunta esposa y procurarles un buen futuro, todo tirado por la borda. ¿Qué harían ahora sus pobres ángeles? Estaba claro que quedarían a cargo de Margo, pero no se fiaba de esa arpía manipuladora. Sus trucos para conquistarle ya no le cegaban, sabía que poco le importaban esas pobres criaturas que lo observaban con angustia.

Los brillantes ojos azules de su hija le encontraron y penetraron tan fuerte en su ser que quedó mudo. No sabía que decirle, como aliviar su dolor. Solo podía prepararla para lo que se avecinaba, para luchar por su vida.

Eir gritó, soltó a su hermano y se abalanzó hacia la tarima en un intento desesperado por parar la ejecución. Uno de los guardias bloqueó su paso modificando la gravedad justo un centímetro delante de la niña, creando una barrera invisible pero impenetrable que los separaba.

Lucas solo pudo observarla con ojos llorosos y formar una sonrisa. Intentó hablar y reconfortar a la pequeña, pero aquel muro invisible no permitía el paso de las ondas.

Eir intentó leer los labios de su padre, sin éxito. Resignada, decidió volver al lado de su madrastra y hermano, esperando que el guardia mostrara compasión y le permitiera escuchar lo que su padre tenía que decirle.

—… carta. Eres fuerte como tu madre, mi ángel. Sé que sabrás cuidar de Min y de tí. Solo te pido que no llores por nosotros. Estaremos bien.



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En el texto hay: principe, amor, planeta

Editado: 12.06.2019

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