22:15h
Hacía quince minutos que Sil y Kolson se habían marchado.
Ambos jóvenes asistirían al baile con su verdadera CB, para evitar riesgos innecesarios.
Kert, Mario, Toni y Eir se encontraban en la sede de la LC esperando noticias. Cada minuto sin respuestas se hacía eterno y Eir movía una de sus piernas frenéticamente, provocando un leve repiqueteo.
Pulsaba una y otra vez el botón de su máscara. Ya había encontrado la imagen holográfica perfecta, un tono verde adornado con pequeñas flores doradas que concordaban a la perfección con su vestido. Pero estaba nerviosa y necesitaba una distracción.
— Eir, ¿Puedes calmarte? ¿O calmar a tu pierna? — le preguntó Mario, irritado por el incesante sonido.
— ¡Silencio! — Kert hizo un ademán a todos los presentes. Al parecer, Kolson se estaba comunicando.
La joven intentó leer las facciones del colíder, sin obtener ningún resultado.
— Está bien, a las diez y media llegarán Mario y Eir, manteneos alerta. — cortó la conexión con el micrófono y se dispuso a informar sobre las novedades. — Tenemos una buena y mala noticia. La buena es que los reyes no se han inmiscuido en el baile. Se encuentran en un pequeño balcón interior, observando desde lejos la interacción de las jóvenes con su hijo. Intuyen que el Capitán General Kincaid se encuentra con ellos.
— ¿Cómo que intuyen? — sabía que llevaban máscaras, pero era imposible que aquel sujeto pasara desapercibido.
— Al parecer los miembros del consejo y sus respectivas familias visten idénticamente al príncipe, tanto la máscara como el traje.
— ¿Sabes cuantos hombres son?
— En el mejor de los casos, serían once miembros del consejo, más el príncipe, el rey y su sobrino. Si contamos un hijo y un sobrino por cada miembro; exceptuando a Kincaid, quien sé que solo tiene una sobrina; serían un total de veinticuatro hombres. Ese es el mínimo.
Por ese motivo dejaron que se filtrara el color del traje del príncipe en la prensa. De este modo las señoritas se distribuirían entre varios candidatos, deseando tener suerte.
— ¿Y cómo voy a saber cuál es el príncipe?
— Kolson cree que puede descartar a algunos y obviamente hay miembros del consejo que son demasiado viejos.
Eir agradeció internamente las clases de Sil. Aunque aquel joven parecía bastante alto comparado con su estatura, seguro que pasaría desapercibido entre los hombres de su misma edad. Tan solo le quedaba memorizar los rasgos de los ojos y lo poco que sabía sobre sus gustos para encontrarle. Como último recurso podía buscar a Keigo, aunque sería muy imprudente, pues se expondría demasiado y no sabía cómo reaccionaría.
— La parte buena de todo esto es que las damas están muy confusas. Ninguna de ellas ha podido encontrar al príncipe. Nos han informado también sobre la distribución del salón. Como nos esperábamos, han escogido la sala real, por lo que los invitados acceden bajando unas escaleras tras subir por otras atravesando el muro del castillo. En el fondo de la sala se encuentra el balcón donde residen los reyes. A ambos lados de este hay dos enormes escaleras. Los refrigerios y la comida se sirven a derecha e izquierda de la entrada principal, dejando el espacio del centro para el baile. Justo al lado de las mesas, se encuentran las salidas al jardín. Según me han informado hay dos guardias custodiando las escaleras que conducen al balcón de los reyes y otros cuatro protegiendo el jardín delantero. Hay dos guardias más que se pasean por todo el jardín. Creo que lo mejor sería saltar el muro de la parte trasera cuando esos dos últimos guardias se encuentren en la parte delantera. ¿Qué opinas Toni? — preguntó mientras mostraba el esquema que había dibujado en su portátil.
— ¿Enserio, paint? ¿Todavía existe? — Kert rodó los ojos.
— ¡Toni, concéntrate!
— Está bien. — observó el esquema detenidamente. Entrar por el jardín trasero significaba saltar no uno, sino dos muros, pero la alternativa no era mucho mejor. — Por lo que veo es nuestra única opción, mejor dos muros que cuatro guardias.
— Decidido entonces. Mario, Eir, es vuestro turno.
Los jóvenes se levantaron de inmediato y salieron de la LC para entrar en el carruaje eléctrico que los llevaría hasta las puertas de palacio.
Era una suerte que ningún ciudadano baconiano se dignara a trabajar como cochero. Normalmente se encargaban los neoesclavos y dadas sus pequeñas intervenciones en incendios, peleas interraciales y palizas de guardianes hacia neoesclavos, contaban con algunos seguidores que los ayudaban ocasionalmente.
La gran mayoría tenía miedo de ser descubiertos y por lo tanto, no se sentían capaces de unirse a la liga ciudadana pero si ofrecían su servicio en muestra de gratitud.
Antes de acceder al vehículo, se colocaron ambas máscaras correctamente. Confiaban en aquel señor, pero jamás desvelaban sus identidades en público.
Mario ayudó a Eir a subirse, pues tanto el vestido como el peso de las armas le dificultaban aquella acción.