Mauricio se había quedado inmóvil por la sorpresa y Alma al no sentir respuesta por su parte, le soltó el rostro, avergonzada por tan temeraria hazaña.
—Yo…lo siento, me dejé llevar —habló la joven, bajando la mirada a sus manos que agarraban fuertemente la tela de su falda—. No sé qué me pasó, te prometo que no volverá a pasar.
Mauricio se maldijo mentalmente por su falta de reacción, la verdad era que estaba acostumbrado a que las mujeres mostraran interés por él, pero con Alma era diferente, por momentos, cuando estaba junto a ella se sentía como un chiquillo sin ninguna experiencia, como ocurrió hasta hace un momento.
Al ver que la joven hacía ademán de levantarse, la cogió de las manos y la volvió a su asiento.
—¿A dónde crees que vas? —interrogó Mauricio, muy serio mirando los ojos asombrados de Alma.
Ahora la sorprendida era ella, se quedó quieta mirando el ceño fruncido del hombre, esperaba una regañina por cometer tal atrevimiento hacia él, pero este nunca llegó, Mauricio se puso de pie llevándose con él el cuerpo de Alma, a quien tomó de la cintura y la nuca para después mirarla a los ojos.
—No me gusta que me sorprendan, así que esta, me la cobro —afirmó el pelinegro para luego besar a una muy estupefacta castaña.
Tras unos segundos, la joven se relajó entre los brazos del hombre, alzó los brazos, colocó las manos en la nuca lleno de cabellos oscuros y se aferró a ellos para proceder a responder al beso que comenzaba a subir de tono.
Después de un momento, se separaron el uno del otro muy despacio y terminaron juntando sus frentes mientras calmaban sus respiraciones; se quedaron unidos por el abrazo que Bracco había iniciado cuando la beso, él abrió los ojos, vio que Alma aún se encontraba con los ojos cerrados y las mejillas sonrojadas.
Pasó la mano que tenía en la nuca de la joven hacia su mejilla, acariciándola suavemente, ella abrió los ojos y lo miró con algo de miedo, él siguió acariciando su mejilla, sin soltarla en ningún momento.
—Ya nos habíamos tardado demasiado, preciosa —habló Mauricio, bajando la mirada a los labios de la joven.
Alma quiso hablar, pero fue interrumpida por otro beso que Mauricio le dio. Tras unos segundos, fueron interrumpidos por el sonido de un celular, el italiano maldijo en su idioma natal y procedió a sacar el celular del interior de su saco, frunció el ceño al ver de quien se trataba, cortó la llamada y apagó el celular antes de guardarlo.
—¿Algún problema? —preguntó la joven, extrañada por el comportamiento del pelinegro.
—No, nada importante —respondió él, pidiendo la cuenta—. Será mejor que nos vayamos, tienes que estar presente en la presentación de tu colección —sugirió—, te llevaré al evento, yo debo ver un asunto que había olvidado, luego, tú y yo hablaremos —expresó al notar el semblante tenso de la joven.
Alma, afirmó con la cabeza y avanzó hacía la salida, sin esperar que Mauricio pagara por su consumo.
—Tonta, tonta, tonta —susurró la joven, mientras se acercaba al vehículo de su jefe—. Luego, tú y yo hablaremos —repitió lo que Mauricio había dicho—. ¡Sí, claro! —expresó irónica, pateando una pequeña piedra del camino.
—¿Pasa algo? —preguntó Bracco, en cuanto llegó junto a ella.
—¿Qué? ¿Por qué lo preguntas? —cuestionó Alma, algo confusa.
—Vi que trastabillaste hace un momento—explicó el hombre—. ¿Pisaste aquella piedra? —preguntó, mirando hacia el suelo.
—¿Qué? —interrogó la joven—¡Ah! ¡Sí! No me di cuenta, es que no estoy acostumbrada a estos zapatos —explicó apoyándose en el auto.
—Bueno, no tienes por qué ponerte zapatos tan altos si no te sientes cómoda con ellos —aseguró él, abriendo la puerta del auto—. Ven, cuidado te vuelves a tropezar —concluyó y ayudó a la joven a subir.
—Gracias.
Mauricio condujo hasta el local de la presentación y acompañó a Alma al interior del edificio, allí se encontraron con Nico, que estaba teniendo problemas con unos accesorios que aún no llegaban, el rubio discutía con la empresa encargada de realizar el envío.
Bracco se despidió de Alma con un beso en la mejilla, alegando que volvería justo antes del evento.
Alma se despabiló y se puso manos a la obra, quitando el aparato por el cual Nico gritaba a la persona al otro lado de la línea, habló con calma y consiguió que la empresa se hiciera cargo de conseguir las joyas que ella necesitaba para completar los atuendos que se modelarían ese día, envió las fotos que tenía guardadas en el celular con el modelo de cada joya.
Solucionado ese problema prosiguió con la revisión de cada atuendo y vigilando que cada modelo estuviera listo con sus peinados y maquillaje acordé al atuendo que llevarían puesto.
Una hora antes de que el evento comenzara, las joyas llegaron y fueron revisadas para luego ser repartidas a cada modelo. Minutos antes de que iniciara el desfile, llegó Bracco con cara de pocos amigos, cosa que incomodó a Alma, ya que el hombre parecía aún más molesto de cuando se fue.
Mauricio estaba que echaba humo, había ido a las oficinas de «Colorato» buscando a Francesca para exigirle que dejara en paz a Alma, pero se la habían negado, incluso lo pararon en la entrada, no dejaron que pasara más allá de la recepción que se encontraba en el primer piso, él se había quedado fuera del edificio esperando ver que la mujer se dignara a recibirlo.