Parte 1
Tiempo:
12:40 am, 10 de febrero de 2002.
Lugar:
Refugio, Pueblo de Engiter, Condado de Alzeka, Continente Ranmer.
Lanss soltó la mano de Taran cuando se terminaron de saludar.
Su vista se fue directamente hacia las dos figuras que Taran tenía detrás, una era totalmente inconfundible para cualquier que siquiera viviera en el mundo. La figura se alzaba imponente sobre sus piernas y taparrabos, sus músculos eran perfectos y estaban totalmente marcados en la estatua, su cabeza era la de un minotauro con sus grandes y afilados cuernos saliendo de la misma, estaba en una pose de victoria como siempre se lo representaba aquella figura era la de Narelam. El Dios que había creado la tierra según historias.
La otra figura era la de un hombre común no tenía nada de especial, un cuero que cubría su cuerpo casi parecía un hombre de las cavernas. Lanss miró hacia arriba y pudo ver la bandera de la Fabelización. Con la insignia de la letra "F" con sus flechas. Debajo de la bandera había una gran arma, era una especie de martillo parecía de piedra, su mango era fino en comparación a su cabezal. Que era más grande que su cabeza, incluso se atrevía a decir que era más grande que todo su torso. Tenía unas líneas oscuras que rodeaban el mango y el propio martillo. La parte delantera del martillo era liso se suponía que aquella era la parte con la que se pegaba en la parte trasera había dos huecos, esa arma sí que parece muy extraña, pensó Lanss. Taran miró hacia arriba y sonrió.
—¿Te gusta mi martillo chico? —preguntó Taran riendo.
—No quería parecer descortés —contestó Lanss.
—No hay de que muchacho —el hombre del ojo blanco y negro salió de su casa, Aboran y Zoey llegaron hasta allí justo en el momento que Imawer y Lodrus también llegaban.
—Ellos son las otras dos personas que llegaron con Lanss —dijo Ulumer.
—Mucho gusto señor —dijo Aboran extendiendo su mano—, mi nombre es Aboran Mardiver. Soy novia de Lanss.
—Mucho gusto niña —contestó Taran estrechando su mano.
—Yo soy Zoey Viquery —añadió la chica de ojos verdes oscuros estrechando su mano con Taran.
—El placer es todo mío Zoey —dijo el anciano—, sean bienvenidos a nuestro refugio, aquí pueden pasar todo el tiempo que quieran. Tienen un extenso patio para moverse, las piezas están disponibles. Pueden dormir cuanto gusten, nuestra cocinera Vai nos proporciona de la comida necesaria por gusto suyo. También gracias mi otro nieto, Efraín, hemos podido tomar contacto con otros pueblos y hogares gracias a que ese niño genio que encontró la forma de obtener comunicación con otras radios. Siéntanse como en casa, y cuando quieran irse son libres de hacerlo. Así mismo dentro de algunas semanas partiremos, lamento decir que tenemos comida contada y cuando se nos acabe, tendremos que irnos. Mientras tanto, descansen.
Unos cuatro días pasaron en las instalaciones de Taran Dokitroy, Zoey, Aboran y Lanss ya se habían terminado de establecer.
Zoey no encontraba mucho que hacer, sí. Tenía algo de paz y comida, pero le faltaba algo, y ese algo no podía sacárselo de la cabeza. ¿Cuándo saldrían de allí? ¿Lograrían llegar alguna vez al Condado de Alzeka? ¿Para qué era esa dirección? ¿Por qué no me dijo quién me espera en Alzeka? Era algo tan sencillo como decir un nombre dos palabras, no más que eso. Por qué me lo ha hecho tan complicado. Casi parece que quisiera verme sin papá. Zoey recordó el rostro de su padre, ¿Estaría en el Condado? Seguramente que sí, se quiso convencer a sí misma en sus pensamientos. No dejaba de mirar aquella llave común y corriente. ¿Qué tan importante sería esa llave? A lo mejor solamente es un recuerdo de mi abuela Megan al igual que la caja musical.
Pasó por el frente de una de las piezas y pudo distinguir que una de ellas estaba llena de chatarra, más de la común. Pudo ver la espalda de un chico que estaba sentado en el único escritorio. En ese momento Lanss y Aboran la alcanzaron, a Zoey últimamente le daba un poco de vergüenza quedarse con ellos dos. Casi no tenían intimidad, pero Aboran y Lanss habían insistido en que durmiera en la misma habitación, y en esos momentos Zoey lograba conciliar el sueño más deprisa. Parecía que la soledad realmente le afectaba, una noche quiso dormir en la habitación del frente, pero le fue imposible. Horribles pesadillas atentaban en sus sueños cuando lograba dormir, en cierto modo cuando estaba con Aboran y Lanss se sentía protegida.
En medio del patio habían colocado unas gradas, alrededor de siete personas se encontraban sentadas en ellas, un par de niños. Los amigos de Ulumer y otros tres señores. Zoey, Aboran y Lanss llegaron hasta las gradas.
—Por aquí chicos —expresó Lodrus en una de las gradas más altas, golpeando el asiento. Zoey, Aboran y Lanss se sentaron al lado de Lodrus.
—¿Qué estamos por ver exactamente? —preguntó Lanss mirando el medio del patio totalmente vacío.
—Esperen y verán, ya deben estar por salir —expresó Imawer, quién estaba disfrutando unos cuantos caramelos. Parecía que estaban a punto de echarse a perder, poco debía importarle.
En ese momento y como si Lodrus los hubiera llamado de alguna forma... Las puertas de la casa de Taran se abrieron. Dos figuras salieron de allí, el anciano Taran con la misma ropa del otro día (aquella túnica amarilla) y Ulumer, con túnica parecida, pero esta era de color negro. Los dos portaban una espada cada uno. Las tenían envainadas.