Las noticias no cambiaban. No había nada nuevo.
El incendio del departamento había parado la ciudad. Era como en esas películas, donde, al mirar por la ventana, vez como la gente está tildada, como si todo se hubiera detenido. No habia ruido alguno, nada se movía, nadie reaccionaba.
Así se sentía la alegre ciudad.
Quieta.
Las tres y cuarto pasadas se veían reflejadas en las calles. Las veredas y las grandes avenidas estaban vacías, la brisa de Abril era la única que andaba por esta, moviendo los árboles que estaban de los dos lados de las veredas.
El camino a casa era tranquilo, en más cuando una semana de secundaria ya finalizaba. Caminar despacio es como caminar en la luna, todo parece moverse lento, más que nada en esas cuadras cerca de la casa antigua.
Exactamente esa casa, que al verla era como poder volver años atrás, cuando por el gran Buenos Aires caminaban mujeres elegantes, con vestidos anchos, y rodete con grandes peinetas.
Podía ver como a mi al rededor pasaban, con la cabeza en alto un grupo de mujeres, las cuales hablaban de algo que no podía escuchar. Sentía como la brisa movía lentamente la campera impermeable, en cámara lenta.
Un golpe me hizo volver a la realidad. Una señora de tal vez unos 70, 80 años, me pedía para ayudarla a cruzar. Tenía en las dos manos, lo que parecían ser bolsas de algún supermercado.
El departamento era el segundo de la avenida que estaba a la esquina, teníamos que llegar a la esquina y el segundo edificio le correspondía.
Para llegar a su departamento teníamos que pasar frente a el edificio que hace unos días estaba en pleno incendio. Este aún estaba clausurado, la gente que vivía en el era la única que podía pasar, mucha gente quería entrar, ver lo que ocurría, y por que los medios no había hablado más sobre esto.
Un simple incendio para muchos, pero las páginas y publicaciones de las redes sociales lo tomaban como algo más, algo raro veían en el. Tal vez uno o dos días después, habían comenzado a filtrarse unas fotos, tomadas por un grupo de adolecentes que habían entrado a el departamento de la chica.
No sé sabia justamente de que página o cuenta se habia subido, pero en esta se podía ver claramente, como el fuego se había, de alguna manera detenido, justo donde la habitación de la chica comenzaba. No era como si hubiera sido apagado por alguien, era como si justo allí, algo no permitiera que el fuego continuase.
Ya estábamos a unos pocos metros, la adorable señora permitió que volviera, dijo que estaría bien, quitó las bolsas que mis manos, y con una sonrisa se despidió.
Tenía que volver a casa, el día estaba demasiado tranquilo como para volver y estar encerrado en una habitación de dos por dos.
Camine hasta una de las heladerías a las cuales solía ir muchas veces, con algunos de mis amigos o simplemente a pasar la tarde con mi familia.
Esa heladería que estaba en la calle 3 de febrero, la cual tenía un hermoso árbol, el único árbol, que a estas alturas del año, tenía sus hojas verdes, y sus flores color rosa claro intactas.
Era una escena digna de ser dibujada, resaltando cada pétalo que cada flor tenía. Decidí buscar el ángulo perfecto, cuando lo encontré, saque ese cuaderno con flores amarillas, y llenarlo con algo más que simple letras. La primera hoja estaba ocupada, por esa historia corta que se me había pasado por la cabeza, la noche de lluvia, cuando los truenos hacían temblar los pisos, como rasguños, mientras que las ramas en las ventanas daban pequeños golpes, como si alguien estuviera pidiendo permiso para entrar desde la ventana.
Los dibujos en blanco y negro decían mucho más que cualquier dibujo con el mínimo color.
El color demostraba como alguien se sentía en ese momento, como estaban sus sentimientos.
El color negro de el lápiz de grafito no mostraba nada. Alguno pensarán que demuestra tristeza, depresión, pero para mi solo era un color que no demostraba nada, un color que podía demostrar alegría, temor, tristeza; todo en un solo color. Nunca sabría que sentía en ese momento, ya que, en el caso de que sea algo malo, nunca lo recordaría, lo pintarla de negro, invisible para los ojos de alguien.