La Lluvia de Almas

Descanso

Por más que tenia prohibido ir al colegio, o juntarme con amigos, la sanción no canceló la idea de Má para que fuera a lo de la tía Beth a la mañana siguiente del extraño acontecimiento, a arreglar su terreno. 
Sabia que era como el hijo que nunca tuvo, ese que le hacía las cosas de la casa y todo eso, pero en cambio y por desgracia según ella, había tenido a una hija Eliana, la cual era como tener un cactus ya que nunca hacía nada y de pura suerte la veías. 
Ellos viven apartados de la ciudad, en una quinta, con un terreno súper extenso que se encuentra al lado de un bosque al cual, solíamos ir de chiquitos y tal vez el hecho de vivir prácticamente en el medio de la nada,con solo un aburrido bosque, hacia que Eli viva en su cuarto, saliendo milagrosamente, dos veces al día.

El viaje era bastante largo y más con los tres exagerados bolsos de ropa que Má me preparaba, como si me fuera a la guerra se me hacia algo tedioso.
Y llegar allá para ver un campo lleno de hojas por el viento, animales muertos que sus queridos perros dejaban, y una maleza que te llegaba a la altura de las rodillas, me hacía querés volverme antes de entrar a saludar.

El colectivo que me llevaba a la estación de tren estaba vacío para mi suerte y la música de mis auriculares lo suficientemente alta como para ignorar los tediosos llantos de un bebé.
Me parecía que el chófer creía que llevaba papas o cualquier otra verdura, pasaba las lomas de burro a toda velocidad, creo que en vez de pisar el freno pisaba el acelerador, y fue en una de esas que me desperte, aturdido por una canción de rock pesado que no se como quedo guardada en mi celular.
La señora con el bebé ya se habian bajado pero no se en que momento, solo estábamos el chófer y yo, las cortinas raramente estaban cerradas, y podía ver por el espejo que el chófer se habia colocado lo que parecía ser un cubre bocas negro al igual que los anteojos.
Ya un poco asustado, el hueco en la cortina me permitió ver que estábamos ya muy lejos de la ciudad, solo se podía observar terrenos amplios sin ninguna casa en los mismos.

–Disculpe, donde estamos?– consulte casi gritando.

–Te dijeron que no lo hagas, pero como buen seguidor lo hiciste. Ahora serás tomado como un profeta.– Podía notar una sonrisa en su rostro.

Al mirar por la ventanilla, podía ver como el cielo cada vez se oscurecía más, hasta el punto de que fuera imposible ver el campo.
La ventanilla del conductor me permitió ver luces al costado de la carretera, una detrás de la otra, estas estaba sostenidas por personas. Muchas personas, cubiertas con largas mantas negras, que no permitían ver sus rostros, y solo cada tanto, se podía distinguir una mujer con una túnica blanca, como la que había visto en el baño, solo que esta vez habían muchas de ella.

Acorde cantaban una melodía que se me era imposible escuchar, hasta que el chófer comenzó a cantarla igual.

–Santus vida es, aquí vivir...Libertad existir, aquí vivir...Con sus colores recordaremos la tierra al la puja ganar"–

El terror empezó a recorrer mi cuerpo, y el aire comenzaba a faltar, intente romper las ventanas pero lo único que lograba era lastimarme además de llamar la atención de las personas que estaban fuera.
Una de ellas la reconocí.  
Era Belén.
Pero al lado de esta estaba la señora que había visto cerca de casa, la cual había ayudado con sus compras. Había mucha más gente, la cual tal vez, había visto en la calle o en la escuela.
Podía asegurar que eran estos los momentos en los que le rogaba a todos los santos y dioses, pedía que me ayuden, que me salven de esta.
Y estaba mal acordarme de ellos en estos momentos, pero el miedo era tan fuerte que consumía mis pensamientos, estaba tildado, viendo como el camino era interminable al igual que la fila de personas con solo paztisal de fondo, pero a lo lejos pude ver a alguien en el medio de la ruta, vestida de blanco, haciendo señas como para parar el colectivo.
Este se detuvo y pude ver como la persona se quitaba la capucha, se corría el cabello y subía por la puerta del medio.
Se acercó con la cabeza agachada y se sentó al lado mío.

Era Má. Estaba llorando.
Me partía el alma, odiaba verla llorar, siempre prometí hacer lo que sea por ella, para no ver una mísera lágrima recorriendo su rostro.

–Bru, mi amor– me dijo tiernamente, acariciando mi cara, como tocando cada una de mis pequeñas manchitas que ella amaba tanto de mi. Esas que ella también tenía.

–Que te hicieron Má? Que esta pasando?–dije preocupado al ver como personas empezaban a ingresar al colectivo.

–Hijo tienes que hacerles caso, hace lo que te dicen, lo que tu mente quiere.–

–Que cosa Má? No entiendo por favor decime que pasa– las lágrimas mojaban el suéter verde de lana que me había hecho la abuela.

–El rito– su mirada se volvió fría, intimidante.

Y fue cuando las demás personas vestidas de negro, la tomaron de los brazos y comenzaron a llevársela. 
Intente agarrarla, no quería que la separen de mi, no quería que le hicieran nada. Tenía miedo, era la persona con la que quería estar en estos momentos.
Pero unas manos me sostenían, mientras que me susurraban la misma canción. 
Escuche pisadas fuertes, provenientes de afuera de el autobús, y visualice como todos, incluida Má, se arrodillaban agachando la cabeza, como alabando a alguien.
Vi como sus negros y largos dedos se introducían desde la puerta, como agarrándose para poder ingresar en el mismo, pero el golpe en mi hombro me despertó.

El chófer me decía que ya habíamos llegado a la terminal y que lamentablemente no me podía quedar.
Todo había sido un sueño. Un raro sueño.

Baje desorientado, no recordaba que tenía que hacer, sentía que todos me miraban como si fuera un bicho raro.
Comencé a caminar sin rumbo, hasta que choque con un señor, pidiendo disculpas recordé que el tren estaba por salir, y que si no llegaba a casa de tía Beth , estaría en problemas y dejaría a dos señoras preocupadas y muy furiosas.



#2075 en Paranormal

En el texto hay: amor, brujas, suspenso

Editado: 08.06.2020

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