Me quedé en una habitación de invitados que siempre estaba preparada para mi y empecé a sacar la ropa de los bolsos y a guardarla en el enorme ropero. Mientras tanto le mandé un mensaje a Má diciéndole que estaba todo bien y que ya había llegado.
-Me está esperando con un plato de guiso, y si no voy dentro de dos minutos va a venir más enojada que diablo cuando le pisan la cola.-me reí por el comentario y sabia que a Mà también le causaría, siempre hablábamos de cómo el humor de la Tía podía cambiar tan de repente.
Por eso escribí rápido después de escuchar un grito de advertencia de Tía y baje rápido las escaleras de tronco, mirando por el gran ventanal que daba al gran bosque que estaba oscuro, en su mayoría, ya que en el medio de este se podía visualizar lo que podía ser un farol, supuse que lo había puesto el tiempo que no estuve.
Me había llamado mucha la atención, no le encontraba lógica a por que pondrían eso allí, y en más solo uno cuando el bosque era demasiado grande y peligroso.
Llegue a la cocina saltando, los lugares grandes como estos me ponían contento, energético, me daban ganas de correr por estos; en mas porque esta era del tamaño de mi departamento. Tía me miraba sonriendo como si no entendiera mi locura, cuando parte de esta provenía de ella. Me acode en la mesada de mármol negro, en la cual apoyo dos platos desbordando de la comida que tanto me gustaba.
Eli grito desde las escaleras pidiendo que le lleve el plato con comida, estaba jugando en su computadora y no podía desconectarse.
-Tal vez mi querido primito me puede traer el plato!- y como buen primo que era, agarre los dos platos y sonriendo me di vuelta para ir a la parte trasera de la casa, donde estaba la pieza de ella.
El comedor estaba en una completa oscuridad, con sus sillones blancos intactos y muchas mesitas ratoneras al costado de cada uno de estos, entraba muy poca luz del farol por los grandes ventanales que se encontraban por toda la casa.
Subí el escalón y golpee la puerta con el pie, intentando abrir esta, la cual estaba cerrada.
-Déjalo ahí Bru, ahora no puedo abrir!-escuche como grito -Gracias peque!-
Podía asegurar que estaba con los auriculares ya que gritaba más de lo normal, pero no le di importancia y di la vuelta decidido a irme a la habitación antes de que la comida se enfriara.
La Tía estaba mirando su computador tal vez estaba escribiendo en su nuevo libro, vivía trabajando en eso, así que sería muy probable que estos días tenga que arreglármelas solo.
Subí las escaleras en punta de pie, rapidito.
El piso de cerámica estaba completamente frio y cubría toda la casa menos en la habitación, donde una alfombra de peluche cubría cada metro de esta, perfecta para dormir en este o andar descalzo.
Puse el plato en un de la sillas que estaban al costado de la cama, esa que estaba allí por todas las veces que Tía me cuidaba o me cantaba cuando me quedaba con ella y fue cuando los recuerdos empezaron a revolotear por mi mente.
Cuando con Juanchu queríamos recorrer todo el bosque, llegando tarde a casa y preocupando mucho a tía, pero si llegábamos , todos sudados, pero llegábamos al fin, solo que llenos de barro, listos para manchar su inmaculada casa blanca. Después de un intenso baño, nos acostaba en esa cama de dos plazas y nos contaba historias: mayormente de terror, suspenso y sobre todo sobre el bosque que se encontraba allí, ese que siempre nos había llamado la atención, hasta de grande, hasta la última vez que pisamos juntos ese bosque.
Esa última vez antes que el decida pasar un año de intercambio en Venecia. Ese país que tanto odiaba, que me había robado una parte de mi.
Sacudí la cabeza, como intentando quitar esos pensamientos que venían acompañados con una gran tristeza, pero se me hacía imposible, ya que al cerrar los ojos lo puedo ver sentado en uno de los sillones marrones que se encontraban bajo la galería en el patio trasero de la casa de los abuelos, en esos días en los que nos habíamos quedado mucho tiempo con ellos por la razón que dentro de poco se mudarían a otro país.
Recuerdo que estaba jugando a la pelota, y corría escapando de él gran bulldog Rockie, que me pisaba los talones con sus grandes patas para poder quitarme la pelota y cambiar así de roles.
-Quiero ver qué haces si te alcanza!- dijo sonriendo Juanchu quitando la vista del libro de medicina que venía leyendo hace ya más de dos horas.
-No me va a alcanzar, sabes que soy más rápido!-decía con el poco aliento que me quedaba.
Mirando por el rabillo del ojo note como me miraba sonriente, como desafiándome. Eso que hacia siempre para darme fuerzas y alentarme, siempre queriendo que sea mejor, cuidándome como buen hermano que él era.
Luego de unos minutos me tire sobre el sillón que se encontraba al lado de èl, y quitándole el libro de cirugía lo mire triste, ya que los abuelos no eran los únicos que me dejarían. Se iría a un curso de intercambio, con una familia de Venecia, donde pasaría alrededor de un año y medio, trabajando en uno de los mejores hospitales de enseñanza que estaban, dentro de todo, con un coste aceptable. Ese viaje que terminaría con su vida, que nos dejaría solos a Mà y a mi, a su novia y a todos los que lo querían y adoraban. Habia pasado toda su adolecencia estudiando para ser el mejor, haciendo lo mejor tanto como para él como para nosotros, y el destino fue injusto con él, lo abandono la vida, lo dejo barado en el medio de la tormenta arruinando todos sus sueños, sus metas, su vida.
Pero había jurado no estar triste, vivir la vida por el, cumplir sus sueños, asi que sacudiendo la cabeza aun mas fuerte moviendo mi pelo, quite todos los pensamientos. Y fue cuando la luz de ese farol me llamo la atención al encenderse de repente.
Abrí la puerta con cuidado y escuche que la Tía estaba hablando con alguien, seguro con Mà; Y de puntas de pie comencé a caminar hacia las escaleras, me había puesto unas medias para no sufrir tanto el piso frio, y no hacer tanto ruido.