Mientras me secaba el cabello, pude ver a Paul moverse por la habitación en el espejo; se había puesto pantalón negro, zapatos y finalmente se puso una camisa confeccionada en tela fluídica, con tonos grises en degradado; dobló las mangas por encima de los codos, dejando los brazos libres. Todo el tiempo que le tomó prepararse, lo estuve admirando en el espejo. ¡Cielos!. De hecho, era muy guapo. ¿Cómo no me había dado cuenta de esto antes?. Alejé los pensamientos libidinosos que comenzaban a invadir mi mente antes de dejar caer la secadora y literalmente saltar encima de él.
Deduje, por su ropa, que íbamos a algún lugar lindo, y le di gracias a Dios por darme el lujo de que, en el último momento, cuando estaba empacando mis cosas en casa para el viaje, me acordé de tirar un vestido en mi bolso y un par de sandalias de tacón. Al menos no quedaría mal a su lado, aunque cualquiera se sentiría abrumado ante tanta belleza y masculinidad. Suspiré, regresando a la habitación para vestirme. Paul decidió esperarme en la sala, distrayéndose con algún juego de la televisión.
Me puse mi vestido, un modelo negro con cuello halter, la falda me llegaba hasta la mitad del muslo y mi espalda quedó completamente expuesta, pero la noche era calurosa. Me maquillé un poco, me puse las sandalias, ajusté las tiras alrededor de mis tobillos, dejé el cabello suelto y terminé el look rociando mi perfume favorito en puntos estratégicos. Me evalué críticamente frente al espejo y quedé satisfecha con el resultado. Me sentí hermosa, como no me había sentido hermosa en mucho tiempo; Mis ojos habían recuperado su brillo original.
Respiré hondo y fui a la sala; Paul apartó la mirada del televisor en el momento en que entré por la puerta y lo que vi en sus ojos me agradó mucho: era una mezcla de admiración, deseo y orgullo.
Se levantó lentamente, se acercó a donde yo estaba y silbó:
-¡Ay Leah!. Eres increíble. -Tomaste mi mano y me hiciste girar bajo mis pies. -¡Dios mío!. Espero no tener ningún problema para mantenerte a salvo de los sementales de Seattle. -Dijo preocupado.
-Gracias. -Dije sonrojándome ante el cumplido. -Pero tuve que trabajar duro para estar a tu nivel. ¡Eres cualquier cosa!. Nunca imaginé que algún día tendría tanto placer de verte vestido. -Concluí.
Dejó escapar una carcajada antes de abrazarme.
-Salgamos de aquí pronto, antes de que desista de la noche y te arrastre de regreso a la habitación. -Me susurró al oído, haciéndome estremecer.
Sonreí y le ofrecí mi mano para que pudiéramos irnos.
Afuera del hotel me pidió que lo dejara conducir, acepté, después de todo no tenía idea de adónde íbamos.
Quince minutos más tarde nos detuvimos frente a un elegante restaurante en el centro de la ciudad; Bajó del auto y me abrió la puerta, como un perfecto caballero.
El Maitre confirmó nuestra reserva y nos acompañó hasta una mesa, en un rincón tranquilo, ofreciéndonos el menú. Elegimos nuestros platos e hicimos nuestros pedidos. Eché un vistazo a nuestro alrededor y me di cuenta, para mi sorpresa, de que muchas de las mujeres allí presentes, incluso las que iban acompañadas, tenían cierta dificultad en apartar sus ojos codiciosos de la persona que estaba conmigo. Volví mis ojos hacia él y vi que me miraba con el ceño fruncido.
-¿Algún problema?. -Yo pregunté.
Se inclinó sobre la mesa hacia mí y luego dijo: -¿Crees que al gerente del restaurante le molestaría mucho si orinara alrededor de la mesa para marcar MI TERRITORIO?. -Ese era el Lobo hablando más fuerte.
-¿De qué estás hablando?. Pregunté, parpadeando aturdida.
-¡Desde que pusiste tus hermosos pies aquí, todos los hombres presentes parecen haber sido víctimas de algún tipo de rigidez en el cuello!. Ni siquiera lo están disfrazando. Juro que son al menos cinco, que mañana tendrán las espinillas azules por haber sido pateados debajo de la mesa por sus compañeras ofendidas. -Me informó enojado.
Podría verse aún más sexy cuando dejaba que la ira se reflejara en sus ojos. Miré a nuestro alrededor y me di cuenta con asombro de que lo que decía era verdad.
-Pero sigo en desventaja respecto a ti. -Dije. -Además de las miradas, te ganaste varios suspiros de tus admiradoras.
-No necesitó mirar a su alrededor para confirmar mis palabras; su oído era perfecto, al igual que todo lo demás en él, debo añadir.
Se calmó y sonreímos con complicidad mientras nos servía la cena.
Mientras disfrutábamos de la comida, aprovechó para contarme sobre su visita a Sara.
-Mi hermana está bien. Y mi sobrino… . -Sus ojos brillaban llenos de orgullo. -¡Es la cosita más hermosa que he visto en mi vida!. Es fuerte, grande y, ¿puedes creer que ya sonríe?. -Dijo asombrado.
-Estoy muy feliz por Sara y John. -Dijo con sinceridad. -Serán unos padres estupendos.
-Estuvo de acuerdo conmigo, luego dijo que había aprovechado para ver a unos amigos y que fueron ellos quienes le habían dado la sugerencia del próximo lugar al que iríamos.
-¿Y qué es ese lugar?. -Pregunté con curiosidad.
-Ya lo verás. –Dijo, manteniendo el misterio.
Terminamos nuestro postre y nos fuimos. Diez minutos después, detuvo el auto frente a una discoteca muy popular y se volvió hacia mí, diciendo: -¡Espero que tus sandalias sean cómodas, porque pretendo hacerte bailar toda la noche!. -Dijo sonriendo, antes de bajar del auto.
-Ja. Pagaré por ver eso. -Me río, divertida ante la idea de verlo bailar.
Caminó alrededor del auto, me abrió la puerta, le arrojó las llaves al valet y puso su mano en mi espalda, guiándome hasta la entrada.
¡El lugar era increíble!. Tenía dos pistas diferentes; Pasamos directamente por el primero, donde el sonido del Hip-Hop llenaba el ambiente y pasamos a la segunda pista donde se escuchaba el sonido de una música latina contagiosa. En la parte más alta había un entrepiso y Paul tomó la iniciativa, tomándome la mano con firmeza y conduciéndonos a una mesa, donde había cuatro personas enfrascadas en una animada conversación.
-¡Oye, Jason!. -Soltó mi mano para saludar a uno de los chicos.
-¡De verdad viniste, hombre!. -Un chico rubio, alto y guapo, de poco más de veinte años, lo abrazó entusiasmado. Entonces notó mi presencia. -¿Y ésta quién es?. - Preguntó mirándome sin ocultar su admiración para luego regalarme la que supuse era su mejor sonrisa conquistadora.
-Ella es Leah. -informó Paul sonriendo. -Ella también es de La Push.
-Bienvenido a Seattle Leah. -Se presentó tomando mi mano. -Soy Jason Smith, y es un placer conocerte. -Concluyó, manteniendo mis dedos atrapados entre los suyos por más tiempo del necesario, aprovechando para soltar y darme una mirada evaluadora. Sus compañeros de mesa nos miraron intrigados.
Paul se movía inquieto a mi lado y vi, por el rabillo del ojo, que él estaba tan incómodo como yo ante la actitud claramente agradecida de su amigo.
-Gracias. -Sonreí levemente, tirando de mi mano.
Entonces una linda pelirroja, que acompañaba al grupo, se colgó de los hombros de Paul, saludándolo con besos en la cara antes de decir insinuantemente, sin volverse hacia mí: -¿No me vas a presentar a tu amiguita?. -Preguntó en tono antipático. Se separó de sus abrazos y dijo:
-Jane es Leah. Leah es Jane. -Y señalaron el uno al otro; Formalizamos nuestra presentación con sólo sonrisas amarillas de uno al otro.
Paul aprovechó la oportunidad para presentarme a los otros dos chicos que formaban parte del grupo.
-Leah, quiero que conozcas a Dylan y David. -Dijo sonriendo, colocando sus brazos sobre los hombros de los dos amigos, que eran gemelos; Los saludé y ellos me sonrieron amablemente, invitándonos a sentarnos con ellos.
Paul sacó una silla para que me sentara a su lado, apoyó su brazo posesivamente en el respaldo, manteniendo sus ojos enfocados en Jason, como para advertirle. Sonreí internamente, era un gran cumplido competir por dos hombres como esos.
Jane no pareció entender por qué ambos estaban interesados en mí y, después de unos minutos, se levantó y tomó a Paul de la mano, diciéndole cálidamente: -Bailemos.
Y se fue, arrastrándolo a la pista de baile, sin dudarlo, ni darle la oportunidad de rechazar la invitación.
Me quedé allí, observándolos en la pista.
-Voy al bar, ¿aceptas algo Leah?. -Me preguntó uno de los gemelos. Normalmente no bebía, pero esta vez iba a hacer una excepción; Quizás con la ayuda del alcohol sería más fácil soportar ver a Jane codeándose con Paul en la pista de baile.
-¿Tequila?. -Le pregunté sonriendo.
Mis ojos se dirigieron nuevamente hacia la pareja bailando Salsa a unos metros de donde estábamos; tenían una gran relación. Me sorprendió ver la facilidad de Paul en la pista de baile, ¡nunca imaginé que fuera tan buen bailarín!. «¡Este tipo realmente es una caja de sorpresas!». Pensé dentro de mí. El ritmo cambió a algo más lento y sensual y vi como Jane se aferraba a él sin ninguna ceremonia; Mis ojos se entrecerraron cuando la vi sonriendo con satisfacción.
Aparté mi atención de ellos cuando Dylan… , ¿o fue David?. No pude distinguirlos. -Dejó caer una botella de Tequila sobre la mesa frente a nosotros, justificándose: -¡Aproveché y traje la botella enseguida, para ahorrarnos tantos viajes al bar!. -Nos informó sonriendo.
Nosotros también sonreímos, mientras servía nuestras copas y sugería un brindis:
-Por Leah, que nuestra amistad sea larga y feliz. -Dijo, antes de tomar un solo sorbo de su bebida.
-Amistad. -Dijimos todos juntos, sonriendo, y derramamos nuestros vasos.
Volvieron a llenar los vasos y lo bebí nuevamente; La bebida me quemó la garganta. Tosí un poco y ellos se rieron: no tenía mucha resistencia a beber y esos dos vasos ya me engancharon un poco. Tomé otro antes de que se le pasara el efecto y Jason tomó el vaso de mi mano y lo sostuvo con firmeza, invitándome con una sonrisa brillando en su hermoso rostro: -¿Bailás conmigo?.
-Por supuesto. -Acepté. ¿¡Porque no!?.
Cuando llegamos a la pista de baile, rodeó firmemente mi cintura con sus brazos, juntando nuestros cuerpos. El ritmo de la música me contagió y me entregué por completo al baile. Jason era un buen bailarín, me guiaba por la pista de baile con confianza y destreza. Después de la segunda canción, tomé la oportunidad de mirar alrededor de la pista de baile, no había señales de Paul y Jane. Miré la mesa donde habíamos dejado a los gemelos y vi a Paul sentado, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho; parecía enojado y aburrido al mismo tiempo; Pensé que esto se debía al hecho de que su amiga Jane no lo soltó mientras le hablaba algo al oído.
Decidí regresar a la mesa alegando que hacía calor, Jason me llevó hasta allí de la mano y cuando nos acercamos a los demás, noté que Paul miraba enojado el hecho de que Jason mantuviera mi mano en la suya; su expresión se volvió aún más enojada. Me deshice de la mano de Jason y rápidamente me senté a su lado: no quería ningún problema de mi lado. Cogí mi vaso, que alguien había tenido la amabilidad de rellenarme, y me lo bebí todo de un trago. -¿¡Desde cuándo bebes!?. -Preguntó Paul, en voz baja e irritada.
-¿Desde cuándo te debo una satisfacción?. -Respondí en el mismo tono.
Me miró fijamente por unos momentos antes de tomarme de la mano y prácticamente arrastrarme a la pista de baile.
Comenzamos a bailar, cuidando de mantener nuestros cuerpos alejados el uno del otro. Se inclinó un poco para hablar cerca de mi oído:
-¿Estás molesta?. ¿Fue algo que dije o hice?. -Preguntó mirándome.
-¡No, en realidad no hiciste nada!. No te preocupes por mí, estoy bien. -Le dije secamente, desviando mis ojos de los suyos.
-Realmente no necesito preocuparme por ti, después de todo ya hay demasiada gente cuidando de ti aquí. -Dijo irritado.
Volví la cara para mirarlo, antes de responder:
-Creo que hay algún error. No hay nadie cuidando de mí, como de ti… . -Dije reticente.
-No seas absurda Leah. Jane sólo intenta llamar la atención de Jason. A ella le gusta él.
-Al parecer su estrategia de llamar la atención no funcionó muy bien. Al menos no con él, ¿verdad?. -Pregunté con recelo.
Él sonrió, relajándose y acercando su cuerpo al mío. -La ÚNICA atención femenina que quiero en este lugar es la tuya. - Me susurró al oído. -¿Crees que puedes prescindir de un poco de ella conmigo?. -Preguntó esperanzado.
-Preguntando así, así, no creo poder negarlo. -Dije sonriendo. Me dio su sonrisa más hermosa, que me dejó sin aliento y se acurrucó más cerca de mí.
-Eres una hechicera, ¿sabes?. -Me acusó mordisqueándome la oreja haciéndome estremecer.
La música cambió, empezó a tocar Zouk, un ritmo sensual, y nos dejamos llevar; Fue, cuanto menos, una experiencia emocionante: Paul tenía una soltura increíble y sabía conducir muy bien.
Al final de la canción ambos estábamos jadeando. Regresamos a la mesa y fuimos recibidos con aplausos y silbidos por los gemelos, uno de ellos, que en ese momento ya se había incorporado a una compañía, nos dijo sonriendo: -¡Deberías hacer espectáculos de danza!. Juro que nunca he visto nada más sensual que ustedes dos bailando -Dijo asombrado. -¿¡Fue bien, eh, Paul!?. -Terminó siendo divertido.
Nos reímos de su broma. Los únicos a los que no pareció gustarles fueron Jane y Jason; ignoramos ambos. David, que estaba solo, me invitó a bailar; Miré a Paul, quien asintió con calma y regresó a la pista de baile. Después de algunas canciones, su hermano vino a ocupar su lugar, mientras David ya estaba invitando a otra chica y Paul bailaba con la cita de Dylan. Bailamos felices y cautivados por el ritmo hasta que sentí un toque en mi hombro y Paul nos sonrió, proponiendo:
-¿Qué tal si ustedes me devuelven a mi niña y yo les devuelvo la suya?.
-¡Listo amigo!. -Aceptó Dylan, divertido.
Bailamos y reímos juntos durante otras dos horas, hasta que decidimos irnos, agotados pero felices.
Nos despedimos de todos prometiendo volver a verlos antes de regresar a La Pusch. Cuando nos estábamos acomodando en el auto, recordé haberle preguntado a Paul: -¿Dónde aprendiste a bailar tan bien?.
-Es culpa de Sara. Me hizo practicar con ella. -Dijo encogiéndose de hombros.
-¿Los chicos de la reserva conocen ese lado tuyo del vals?. -Me metí con él.
-¡No!. Y ni siquiera lo sabrán. -Dijo amenazadoramente. – Al menos no sin que te entregues. –Concluyó riéndose al verme caer en mi propia trampa.
-Ni siquiera se me ocurrió decirles nada. -Mentí, haciendo pucheros y fingiendo estar ofendida.
-Eso creo. -Dijo riéndose y cerrando el tema.
Me relajé y comencé a quedarme dormida incluso antes de que él arrancara el auto.