Ilenia
Un día de catástrofe sin duda. Mi contadora renunció y me ofreció seguir manejando mis cuentas desde una empresa de servicios financieros. Realmente me sentía molesta, no me gustaban esas grandes corporaciones que se llevaban todo por delante. Prefería buscar a alguien más y se lo había dicho claramente; sin embargo, ella me había insistido y prometió presentarme a aquellos empresarios en la tarde.
Con todo el trabajo que había tenido en el día, todavía tocaba asistir a una gala benéfica, organizada por el Orfanato Estatal, con el cual mi empresa colaboraba activamente, bendito evento en que mi ex contadora, pretendía contactarme con esa gente que a mí me interesaba muy poco conocer, pues ya había tomado una decisión. Yo tenía una forma de manejarme y nada me haría cambiar.
Al llegar al lugar, el salón estaba en medio de un predio de césped perfectamente cortado, con setos bordeando un sin fin de senderos de piedra blanca. Era el atardecer, por lo que llevaba un vestido no tan formal.
Entré al recinto, lujosamente engalanado, y de inmediato un camarero me recibió ofreciéndome una copa que tomé gustosa. De una sola mirada pude distinguir algunos conocidos, pero con el humor que traía no deseaba enfrascarme en ninguna conversación, por lo que saludé a la distancia a aquellos con los que cruzaba mirada, con una sonrisa perfectamente estudiada.
Por un momento, me sentí como mi hermano Milo, quien no soportaba estos eventos y que luego de saludar a todos desaparecía por completo. Hubiera hecho lo mismo si no fuera porque Alberta, mi antigua contadora, me interceptó después de dar unos pasos hacia el interior.
— Señorita Mordano — me abordó con su característica formalidad. Sonreí y ella continuó hablando sin mediar saludos. — Si me permite podría presentarle a las personas con las que estoy trabajando ahora.
Ya habíamos hablado por teléfono al respecto. Yo no tenía ningún deseo de que una gran empresa llevara mis finanzas, de hecho había considerado pedirle a Niall, mi mejor amigo y beta de la manada, que se ocupara hasta que encontrara a alguien o incluso pensé pedir un contador a alguna manada vecina. No obstante, también accedí horas antes a conocer a estas personas, en deferencia por todos los años en que Alberta había trabajado junto a mí.
— De acuerdo — acepté y ella me guio por el salón, que era inmenso. Lo recorrimos por completo hasta llegar al otro lado, en donde se podía acceder unos extensos jardines.
Cruzamos todo el patio y comenzamos a acercarnos a un salón pequeño. Por un instante mi loba saltó dentro de mí y me detuve, un sutil aroma a manzanas y nueces caramelizadas tocó mi nariz.
<<¿Lo sentiste?>>
<<Sí.>>
<<Apresúrate, no te quedes parada como una tonta, se nos escapará.>>
Aceleré el paso para alcanzar a Alberta, que continuaba caminando sin darse cuenta mi ausencia. Cuando ingresamos en el recinto, el aroma se hizo más intenso y abrumador, no tuve que buscar mucho hasta notar cerca del centro a un hombre que me observaba fijamente. Evidentemente, él también había percibido mi presencia, aunque era humano, y al analizarlo noté que su rostro me resultaba familiar. Pero no nos habíamos visto antes, hubiera notado su aroma de inmediato. Era atractivo, de cabello castaño, piel blanca y ojos azules; su cuerpo se notaba delgado pero atlético. Tardé un momento en percatarme de que nos dirigíamos hacia él. Un grupo de hombres mayores lo rodeaban.
— Estos son los señores Baumann — nos presentó Alberta cuando estuvimos junto a ellos. — Esta es la señorita Mordano.
— Es un placer — él extendió su mano para saludarme y su voz se oía suave y aterciopelada y sus ojos brillaban con intensidad al mirarme.
Respondí el saludo con una sonrisa cordial, mi mente funcionaba a mil, no podía creer que mi pareja destinada fuera el hombre para el que tenía planificado un rotundo no.
— Lo mismo digo — respondí disfrutando del suave y cálido apretón que estaba recibiendo de la mano masculina. Lo solté sin poder posponerlo más y procedí a saludar a quien debería ser su padre. No pude saber que fue de los otros hombres porque se habían alejado.
— La señorita Mordano aún no se siente segura de pasar sus negocios al cuidado del Estudio Contable Baumann, pero le aseguré que ustedes podrían convencerla — la contadora hablaba con una sonrisa tratando de tender un puente entre ambas partes, sabiendo que yo ya había decidido buscar un contador particular.
— Estoy seguro de que podremos llegar a un acuerdo — afirmó el más joven.
Sonreí ante su seguridad.
— No creo que pueda hacerme cambiar de opinión, pero estoy dispuesta a oír su propuesta.
<<¡Qué dices acepta ya! Estaremos con él muchas horas si aceptamos, lo conquistaremos en un abrir y cerrar de ojos.>>
— Me encantará contarle todas las ventajas de trabajar con nosotros — él aceptó el desafío y yo amplié mi sonrisa en respuesta.
Parecía que no había nadie más en la sala, que no fuéramos nosotros dos, pero esto acabó muy rápido, porque una chica rubia nos interrumpió.
— Cariño, me había perdido — dijo ella colgándose del brazo de mi pareja destinada.
<<Arrancaré su mano.>>
Mi loba quiso manifestarse y me costó mucho retenerla, al punto de que mis manos empezaron a mostrar garras, por lo que solté la copa que llevaba y me incliné hacia los vidrios tratando de tranquilizarme.
— Qué torpe — murmuré y en ese momento un camarero se acercó.
— Yo me encargo, señorita, no se preocupe — me dijo.
— Discúlpenme un momento, por favor — me excusé y me dirigí con prontitud al baño, al mirarme pude ver que mis ojos también habían cambiado. Quién sabe si no le gruñí a esa mujer, sin darme cuenta.
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Editado: 30.07.2024