— ¿Haza? ¿Estás aquí? — Joshua entró en la bodega de la iglesia, en busca de su amada.
— ¿Y cómo se conocieron? — preguntó Julieta, sentándose en una de las mesas de la bodega de la iglesia.
Joshua bajo la cabeza, colocando sus manos a los lados del cuerpo de Julieta, mirándola fijamente.
— No estoy orgulloso de como la conocí, pero así fue, iba ha hacerle lo mismo que a ti, pero...algo en ella me hizo odiarme, tanto pero tanto, que quise matarme, pero como soy un cobarde decidí intentar cambiar — Joshua se separó, caminando alrededor de la bodega —. Apenas inicie el proceso de cambiar.
— Pero se nota que eso es lo que quieres, te conozco lo suficiente como para saber tus emociones, Haza te cambio.
— Sí y no, quiero cambiar por mí mismo, por mí familia, Haza fue ese empujoncito que me faltaba, digo, ser un mujeriego arruina vidas es genial, sin compromisos ni nada, sólo que cuando eso te destruye la piel, destruye a tú familia y a tí mismo todo cambia.
Julieta se rió, bajándose de la mesa.
— Estuve en depresión por lo que me hiciste, me tacharon de "zorra" y me hicieron sentir como tal, me insultaban y gritaban, fue tanto el abuso que creí que era lo que merecía, nunca dije nada, simplemente lo acepte y me acosté con otros más, pensé que realmente era eso, una prostituta, me hicieron sentir tan mal que al igual que tú quise morir — Julieta se paró frente a Joshua, tomándolo de la mandíbula forzando a que la mirará, aunque él se sentía avergonzado y arrepentido debía aceptar lo que hizo —. Pero Dios puso a alguien más en mí vida, mí familia me apoyó y algunos hermanos en fe también lo hicieron, fui a terapia y finalmente, al igual que Haza, Asper fue ese empujoncito que necesitaba, sólo faltaba olvidar y perdonar, eso fue lo que vine hacer.
Joshua bajo la mirada.
— No lo merezco.
— Lo sé, pero te lo estoy dando y no se aceptan devoluciones.
Julieta giró sobre sí misma, sonriendo y Joshua lo supo: ella estaba feliz, radiante, más hermosa de lo que alguna vez fue, simplemente era tan radiante que su felicidad le hacía creer que alguna vez él también sería feliz y podría ser así, ser una buena persona, un buen hijo de Dios, un buen hijo, un buen hermano y el hombre indicado para Haza.
Julieta estaba tan feliz, tanto, que parecía que ni el fin del mundo le quitaría la sonrisa, parecía estar en paz, tanto así que Joshua casi podía percibir el Espíritu Santo en ella. Sin duda su familia, comunidad religiosa y ese tal Asper la habían ayudado a salir adelante, a olvidar el trauma que Joshua le había provocado.
Julieta se detuvo tomando su celular, que vibraba con intensidad.
— ¿Hola? — Julieta apartó el teléfono de su oído al escuchar un grito.
Sin dudarlo la chica se apartó de Joshua para atender la llamada.
Toda esa situación era tan irreal, tan imposible que Joshua pensaba que estaba soñando, era de una forma extraordinario y hermoso, el ver a Julieta tan bien, tan feliz lo hacía sentir también feliz, esa paz que la chica transmitía era simplemente hermoso.
— Voy a cambiar — afirmó Joshua mirando fijamente una cruz de madera en uno de los ventanales —. Dios, ayúdame a cambiar, perdona todos mis pecados y envíame a un ángel, uno que me ayude a superar los caos en mí mente, te lo imploró señor mío.
Joshua sonrió, sintiéndose en paz consigo mismo, se sentía pleno, feliz, completo. Hacía tanto que no oraba, casi había olvidado cómo hacerlo, pero luego recordó que era tener una charla con Dios, eso le gustaba y mucho, nunca más dejaría de hacerlo, su alma se sentía aliviada, al igual que el caos de su mente.
— Debo irme — anunció Julieta entrando en la bodega —. Asper está al borde de un colapso y mis padres están a punto de poner un "Alerta Amber" por mí.
Joshua la miró confundido.
— ¿No sabían que venías aquí?
Julieta negó.
— Nunca me habrían dejado venir, al menos no sola y al verte te habrían golpeado hasta la muerte.
Joshua se llevó la mano a la nuca avergonzado.
— Lo merezco.
Julieta asintió.
— Quizás un poco.
— ¿Seguiremos en contacto?
Julieta negó sin dejar de sonreír.
— No, creó que no, es mejor así, ¿No? Terminar todo de esta forma, ¿No crees? Te he perdonado, no sólo por tí, sino por mí, necesitaba cerrar esa etapa en mí vida.
— Tienes razón, lo lamento.
Julieta asintió, abrazando a Joshua, dejando que la calidez de sus cuerpos se tocarán por última vez.
— Deja que Dios te cambie, Joshua, deja que él te libre, que sane tú alma.
Joshua se separó y sujeto a Julieta de las mejillas.
— Lo haré, porque con Dios nada es imposible.
Julieta sonrió.
— Amén.
Y esa fue la última vez que la vio, y eso estaba bien.