"Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?"
Lucas 18:8
A Nathaly le gustaría decir que todo aquello era extraño para ella, nuevo, singular o incluso repugnante, pero no era así, carajo...no lo era.
Nathaly estaba acostumbrada a ver esas cosas: hombres y mujeres aprovechándose de niños inocentes, personas que solo tenían hijos con intención de venderlos o satisfacer sus perversos deseos, incluso estaba acostumbrada a escuchar sobre personas que secuestraban a sus intereses amorosos para después intentar enamorarlos y cuando el síndrome de Estocolmo no hacía su magia terminaban por eliminarlos, muchas de las personas que ella conocía practicaban activamente la necrofilia.
Nathaly estaba acostumbrada a vivir entre lo más bajo y enfermo de la sociedad.
En sí su primera interacción con dicho mundo de aberraciones y horrores fue gracias al propio Günther, el cual pertenecía a la secta sexual Un Mundo Libre, en la cual los abusos y parafilias más espantosas del mundo eran bien recibidas, y no solo eso, incluso normalizadas. Nathaly sabía sobre los rituales orgiásticos, la esclavitud y el centenar de abusos que se vivía en aquella comunidad, no lo había vivido de primera mano, pero si lo había visto: las cosas que le hacían a los niños, un lugar oculto en las montañas donde esclavizaban tanto a hombres como mujeres para poder vender bebés y órganos, las cosas que hacían con animales y un sin fin de horrores más; su segunda familia se dedicaba activamente a "cazar" a los miembros de la secta, todo con tal de liberar tanto a niños, adolescentes y adultos de aquel lugar; por eso Nathaly sabía que lo que sea que Günther sintiera por Aidan era eso, una aberración producto de su crianza en la secta.
Nathaly se mordió la lengua al ver la mirada aterrada y llena de tristeza de Aidan, "Joshua tenía razón...es solo un niño" pensó ella, Aidan miró a Nathaly angustiado, pidiéndole ayuda, de su boca no salía ni una palabra, pero sus ojos poseían una mirada tan desgarradora que no era necesaria ninguna palabra para transmitir todo el miedo y asco que sentía.
Günther estaba demasiado concentrado en Aidan como para siquiera percatarse que Nathaly seguía allí, de pie, observandolos, tal vez si se percataba pero no le importaba, tenía algo mucho más interesante y pequeño debajo de él.
Günther acarició la piel del cuello de Aidan, haciendo al niño sollozar, las manos del hombre bajaron con cuidado por el pecho de Aidan, sin percatarse que este, de hecho, ya estaba llorando, las manos de Günther bajaron hasta el estómago de Aidan, allí con cuidado levantó la tela suave del suéter que Aidan llevaba, dejando al descubierto el vientre plano del chico. Aidan contuvo la respiración cuando los labios fríos de Günther besaron su vientre, la piel pálida y suave del chico se torno en piel de gallina gracias al toque no deseado, las manos de Günther se introdujeron debajo de la tela del suéter, con cuidado empezaron a subir, dejando al descubierto la piel del chico, una gruesa lágrima bajó por el ojo izquierdo de Aidan, reafirmando que nada en esa situación le agradaba, mucho menos le creaba placer como se supone que debía ser. Nathaly notó que Aidan no estaba respirando, parecía estar conteniendo las ganas de gritar, la piel de su estómago y pecho estaba hundida, dejando ver sus costillas. Günther pareció notar aquello y con una sonrisa maliciosa saco su lengua, y lamió rápidamente la piel del pecho de Aidan, el chico soltó un pequeño sollozo y se cubrió la boca, volviendo a respirar.
Günther miró a Aidan con ternura y le dio un beso en la frente, mirándolo a la cara, Günther quería grabar cada expresión facial de Aidan en su mente, cada gesto, incluso los de miedo le parecían una auténtica obra de arte, aunque añoraba con su alma poder verlo sonreír como cuando era un niño pequeño e ingenuo que no entendía lo que podía hacer sentir en otros hombres como él.
— Respira, mi niño, solo respira y déjame a mí hacer el resto.
Las manos de Günther subieron hasta el pecho de Aidan, sus destructores dedos buscaron el busto plano del niño, pero Aidan lo tomó de las muñecas, deteniendolo, Aidan empezó a llorar destrozado y la sonrisa de Günther desapareció casi tan rápido como su erección.
— Esta bien, mi niño, lo entiendo — Günther volvió a inclinarse sobre Aidan, el niño cerró sus ojos aterrado, Günther le dio un breve beso en la comisura de los labios, para finalmente alejarse de él, sin apartar su mano del muslo de Aidan, que lloraba en silencio mirando al techo — ¿Quieres algo? — pregunto Günther, intentando tranquilizar a Aidan — ¿Algo de comer? ¿Algun videojuego? Recuerdo que eras un lector feroz, ¿Quieres un libro?
Aidan negó, abrazándose a si mismo.
— Quiero ir a casa — respondió por fin.
Günther suspiro, poniéndose de pie.
— Esta es tu casa ahora.
— Por favor — imploró Aidan, escondiendo su rostro en la almohada — ¿Por qué me has traído aquí?
Aidan ya sabía la respuesta, pero su inocente mente esperaba que fuera mentira.
Günther se recostó sobre Aidan, acariciando su rostro con delicadeza, limpiando sus lágrimas.