La Luna Negra

Capítulo 1

Llegué a la universidad bastante tarde, había mucho tráfico y una niebla muy, muy densa. Entré en clase como si una avalancha de elefantes pasara por mi lado.

— Señorita Arias, ¿tiene algo que decir al respecto? —me preguntó la profesora.

— Es que había mucho tráfico y niebla —respondí con todo el valor que pude reunir.

— Bien, pues entonces siéntese ya —dijo señalando mi pupitre. Yo asentí en silencio. Dejé la mochila en el respaldo de la silla y me senté, saqué mi libro y libreta e intenté seguir la clase.

 

Era la hora de la comida, recogí mi mochila del respaldo y guardé todos los libros y libretas en mi taquilla. Me dirigí al comedor, me puse en la fila y esperé mi turno. Había puré de patatas, ensalada, filete de cerdo y de postre tarta de arándanos. Cuando llegó mi turno me serví un poco de todo y me senté al lado de mi mejor amigo, Mateo.

— Bueno, ¿qué tal las clases? —me preguntó mientras se metía un trozo de filete en la boca.

— Bien, supongo —respondí mientras pinchaba con mi tenedor un poco de ensalada.

— ¿Estás bien, Karen? —preguntó Mateo poniéndome una mano en el hombro.

— Sí, claro. ¿Por qué no lo iba a estar? —lo miré a los ojos. Y sonrió, una de esas sonrisas que te derritías al momento. Le devolví la sonrisa y me concentré de nuevo en la comida.

— ¿Quieres ir luego a la pista de baloncesto? Les he retado a Logan y a Sergio a un partido de básket. A ver si les gano —me guiñó un ojo sonriendo. No podía decir que no a esa propuesta.

— Claro que iré, pero hay que darnos prisa, si no, no habrá tiempo. Nos dimos prisa en comer todo y no dejar una migaja. Recogimos nuestras mochilas y nos dirigimos a la pista de baloncesto cogidos de la mano. Cualquiera pensaría que éramos novios.

Llegamos y me senté en uno de los bancos que había próximos a la pista. Mateo ya se había despojado de la camiseta y estaba solo en unos pantalones de deporte cortos. Se dio la vuelta y me sonrió. Yo le enseñé el pulgar hacia arriba y le devolví la sonrisa. Estuvo hablando con Logan y Sergio varios minutos, y luego empezaron a jugar.

Mateo era muy ágil con la pelota, pero aún así eran dos contra uno. Saqué de mi mochila los auriculares y el MP3 y empecé a escuchar música mientras observaba el partido.

Pasó una hora, luego dos, y me quedé frita, era demasiado para mí estar ahí sin hacer nada. Además, estaba muy cansada. No sé cuánto tiempo estuve dormida, solo sé que alguien me estaba zarandeando y yo me quejaba.

— Venga, dormilona. ¡Despierta! —gritaba Mateo.



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En el texto hay: brujo, poderes, lunas

Editado: 25.09.2021

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