Ariadna tragó saliva, luego levantó la mirada y clavando sus ojos en mí, aseveró:
—Dalo por hecho, Mitsuki—luego me hizo ese saludo que yo anteriormente le había hecho en un sueño previo y la comunicación terminó.
Las semanas pasaron y desde el Takamagahara, utilicé el diario para intercambiar algunas palabras con Ariadna, pero siempre que le preguntaba por su madre Adriana me esquivaba y, al parecer, muchas veces cerró el diario tras leer mis palabras cuando tocaba el tema.
He intentado meterme en sus sueños pero mayoritariamente han sido fracasos los que obtuve. Habrán sido veinte las veces que Ariadna soñó, a decir verdad siempre me pareció una chica muy soñadora. Diecinueve veces fui bloqueado pero una, la última vez que lo intenté, por poco logré penetrar en su subconsciente, mas inmediatamente fui expulsado del mismo.
Acudí a Amaterasu para que me ayude, pero ella solo me ignoró.
Luego probé conectar con mi madre, pero todo esfuerzo fue en vano (con ella realmente era imposible siquiera tratar de inmiscuirme en su mundo de ensueños). Me encontraba solo y aislado en una dimensión que paradójicamente potenciaba el poder de la imaginación a la vez que el del aburrimiento.
En ese entonces mis recuerdos vinieron a mi nuevamente, y todo los pensamientos que tenía en aquel momento rondaban al rededor de Adriana y alguna que otra sensación de nostalgia y soledad:
"¿Como será su nueva apariencia?
¿Como se verá ahora que han pasado tantos años?
¿Me terminaré acostumbrando a llamarla Kylie?
¿Como reaccionaré cuando la vea con Will?
¿En verdad ella ama a ese cretino?
Parece ser que el la cuido cuando estuvo en peligro. El estuvo ahí para ella, de eso se trata, de estar en el momento indicado.
¡Maldito Tsukuyomi! de no haber sido por él, seriamos todos felices. Aunque mi madre...
¿Realmente soy hijo del dios de la luna y producto de un ataque sexual?
¿Realmente mi propia madre me quiso matar?
¿Le habré importado a alguien, alguna vez?
Aunque... es verdad, aún recuerdo a mi madre y como me ha llorado todos estos años... ¿Será verdad lo que Amaterasu, habló sobre mi origen?
Aun así... eso ya no importa. Lo que importa es que vamos a matar a Tsukuyomi y entonces podré salir de este lugar para finalmente, poderla ver otra vez...
Adriana... ¡No! Kylie, Kylie. Debo acostumbrarme a su nuevo nombre.
¿Será que... puedo escribirle desde aquí como a Ariadna? ¿Podré hacerle llegar mis sentimientos?
No perderé nada con intentarlo..."
Tras pensar y cuestionar todas estas cosas en mi alma, me propuse crear unos versos para ella. Con un pequeño esfuerzo imaginé una pizarra, luego con mi dedo indice comencé a dibujar en ella algunas letras.
Cuando hube sentido que mi creación estaba completa no pude contener las lagrimas y terminé por romper a llorar. Es que cada palabra que escribía retumbaba en mi ser y golpeaba mi corazón con la tristeza y el hartazgo que uno tiene cuando se cansa de extrañar a alguien.
Entonces Amaterasu interrumpió mis frustraciones...
—¿Qué sucede mi querido prisionero del amor?—me dijo con tono burlesco.
—No estoy de humor para tus charlas—le contesté con total falta de interés en su persona.
—¿Por qué eres tan cruel conmigo? ¿qué te he hecho yo? vine porque tu tristeza me inundo el alma como por contagio. Yo también puedo sentir cosas, no soy un objeto. Llevo encerrada aquí mil noches, mil años, interminables y trágicas horas.
—¿Acaso tu no puedes interactuar con los humanos al igual que Tsukuyomi?
—No. De lo contrario me habría buscado algún hombre que me consolase en mis soledades.
—¿Que le sucede a ustedes los dioses que sois tan trágicos en vuestro existir?
—Tu eres demasiado inocente, nosotros llevamos siglos siendo ignorados y estamos esperando algo tal y como lo hacen los adultos aburridos. Tu, apenas has dejado de ser un niño.
—Tengo como cuarenta y seis años, por sino lo sabias...
—De los cuales treinta estuviste recluido de la sociedad.
—Pero eso esta a punto de terminar.
—¿Tanto la extrañas?
—¿Acaso lees la mente o que?
—Si, lo hago. Es más, puedo meterme en tu mente y hablarte por telepatía.
—JAJAJA buen chiste—le dije con total incredulidad.
—Realmente puedo hacerlo, ponme a prueba si quieres.
—Bueno, emmm, lo intentaré—comencé a enfocarme en Adriana
—Intenta algo o alguien que no sea Kylie por favor.
—Está bien, permíteme intentarlo nuevamente—le dije sonrojado. Comencé a pensar en Falktown, en mi casa, mi madre y los animales, recuerdos a los que le había dado poca importancia.
—¿Qué pasa, extrañas a tu madre? Jajaja— se mofaba de mi estado emocional.