Los primeros esbozos del sol iluminaron la pequeña habitación. Prajnā estaba meditando sobre el suelo, en posición de loto. Parecía una estatua, quieta y sin vida. Su consciencia volaba intranquila por el subconsciente, asumiendo lentamente el recuerdo de su muerte.
Cuando sintió la luz acariciando su piel, abrió los ojos. «Tengo hambre.» Ese fue su primer pensamiento; estaba hambriento. Se levantó lentamente y salió de la habitación, sintiéndose desacostumbrado a su débil cuerpo.
El silencio envolvía cada rincón de la humilde morada. «Deben estar de caza.» Pensó.
Sus padres eran cazadores. El mundo más allá de las murallas es salvaje y peligroso, plagado de bestias monstruosas que viven en la naturaleza y acechan los caminos. Las partidas de caza son largas y muy arriesgadas. En ocasiones, podrían pasar semanas enteras antes de volver.
Prajnā resopló con cierto disgusto. En su vida anterior, había pasado cientos de años en soledad, lamentando todas las cosas que había perdido. Pero ahora que todo ha vuelto, quería estar más ellos, recuperar el tiempo que llegó a desperdiciar.
Rebuscó en las alacenas sin mucha esperanza de buena comida. Encontró algunos pedazos de pan tierno y los mordisqueó con ganas. Un desayuno pobre, pero suficiente para él.
Mientras comía ensimismado, alguien golpeó tres veces la puerta. Prajnā levantó su cabeza con curiosidad, mirando el portal, pero estaba hambriento y no tenía muchas ganas de atender a su visitante.
— ¡Prajnā, más te vale abrir! — Gritó una voz tras la puerta de madera. — ¡Hoy es nuestro primer día en la Escuelo del Árbol Partido! ¡Si llego tarde por tu culpa...! — La amenaza flotó en el aire, pero quedó bien clara con un cuarto golpe, aún más fuerte.
Prajnā sonrió con cierto humor, dejando el pan en la mesa. Reconocía aquella voz. Saltó con agilidad de su asiento y abrió la entrada de su hogar. Las bisagras chirriaron al girar. Al otro lado de la puerta, esperaba un chico de su misma edad, con cabello desordenado, ojos verdes y expresión tosca. Vestía con prendas marciales de buena tela, llenas de complicados dibujos de color granate intenso.
— Zahkāh Tomoe, ¡eres tú! — Exclamó Prajnā. Sus fascinantes ojos estaban abiertos en una mueca de asombro.
— ¡Pues claro, tonto del bote! ¿Quién creías que era, la princesa Jun? — Respondió Tomoe sin la menor educación, golpeando con un dedo la frente de Prajnā.
Fingiéndose molesto, Prajnā se frotó la frente. Pero en su interior, se regocijaba por ver a su mejor amigo otra vez.
— ¿Hoy era nuestro primer día? — Inquirió, buscando en un sinnúmero de recuerdos. — Lo... olvidé. Anoche tuve muchas cosas en las que pensar.
— Hmp. — Tomoe rodó los ojos, claramente escéptico. Hoy comenzaban una nueva etapa en sus vidas, ¿Y Prajnā simplemente lo olvidó? — Entonces corre y vístete. Si en diez minutos no estás listo, me marcharé sin ti.
— Me bastará con cinco. — Prometió Prajnā, desapareciendo al instante por las escaleras.
Tomoe esperó, caminando de un lado a otro con evidente nerviosismo. Al cabo de pocos minutos, Prajnā reapareció, ataviado con prendas de entrenamientos humildes y algo desgastadas.
Se marcharon juntos, a toda prisa. Las primeras pruebas de la Escuela del Árbol Roto comenzarían en cuanto la luz del sol tocara sus puertas. Apenas debían quedar unos minutos.
Llegaron justo a tiempo para ver el sol reflejado sobre las puertas de madera de ciprés y marfil. Cientos de estudiantes se conglomeraban en el camino, expectantes por lo que estaba por suceder.
Los grandes portones se abrieron. Tras ellos, esperaba un anciano de cabello largo y entrecano. Su barba era tan larga y fina que casi tocaba el suelo. Sonrió ligeramente al grupo de aspirantes y extendió los brazos, dejando que el viento agitara su túnica de gran maestro.
— Bienvenidos, jóvenes aspirantes. — Su voz, aunque parecía trémula y débil, alcanzó los oídos de todo el mundo, incluso de los más lejanos, con total claridad. — Como muchos de ustedes sabrán, una vez cada tres años la Escuela del Árbol Roto abre sus puertas al mundo.
El anciano posó su mirada en cada candidato, midiendo sus rostros. — Si os encontráis hoy aquí, significa que deseáis iniciaros en la auténtica mágia. Sin embargo, no todo el mundo está calificado. Primero deberéis pasar por tres pruebas. A través de ellas, conoceremos vuestras aptitudes y talentos ocultos. ¡Procuren no defraudarnos!