La luz de la venganza

17.- No te vayas

Aurora

Todo a mi alrededor había desaparecido, en mis oídos solo podía escuchar un pitido de aquellos que marca el monitor de signos diciendo que la vida de una persona todavía no se ha perdido.

Mi corazón se estrujó de mil maneras cuando vi a mi mejor amiga conectada a varios aparatos marcando que ella aún seguía en este plano terrenal.

Me quedé parada por unos segundos en el umbral de la puerta, las lágrimas descendían por mis mejillas y cada respiración que daba me quemaba por dentro.

Camine hasta sentarme en la silla junto a la camilla, sus párpados estaban cerrados, tome su mano con delicadeza sintiendo su calidez. Deje que un pequeño sollozo escapara de mi garganta.

Sus ojos cafés comenzaron a abrirse y rápidamente retire todas las lágrimas que inundaban mi rostro para verme fuerte ante ella.

Porque Violeta no podía verme así de rota.

–Nunca me dijiste nada– acaricie su mejilla– ¿por qué?

–No quería preocuparte, bastante tenías con todo lo que habías pasado y yo no quería ser una carga más en tu vida– bajo la mirada y pude notar que los ojos se le pusieron rojos– cuando te decía que iba a visitar a mi abuela en realidad venía al hospital para una revisión. Te dije que iría a California porque me iban a internar, pensé que saldría con vida pero ahora me doy cuenta que no.

–Pudiste haberme dicho, como tú mejor amiga tenía todo el derecho de saberlo y cuidar de ti– un nudo se instaló en mi garganta impidiendo que siguiera con mis palabras.

–No quería ser una carga, este problema lo he tenido desde pequeña, desde el primer día en que te conocí y nos hicimos amigas les suplique a mis padres que no te dijeran nada. No quería que sufrieras todos los días pensando que era el último día que me verías.

–Ahora entiendo tantas cosas, el porque nunca hacías esfuerzo, cuando hablaba de que haría sin ti si algún día te ibas de mi vida, el porque nunca corrías...– la respiración comenzó a faltarme conforme iba hablando.

–Mi gran corazón me lo impedía– la voz se le entre cortaba y una lágrima bajo por su mejilla– ¿Me perdonas?

–No tengo nada que perdonarte– negué varias veces.

–Claro que si, porque no podré estar contigo lo que te queda de vida, no iremos a la universidad juntas, rentar un departamento e independizarnos, no podré estar junto a ti el día de tu boda, ver el rostro de mis sobrinitos y tampoco sentarnos en una banca del parque cuando estemos viejitas para criticar a los que estén pasando frente a nosotras. Perdón por dejarte pero esto– se puso la mano sobre el corazón– ya no resiste mucho.

Escucharla decir todas las cosas que no podríamos hacer juntas fue como si una daga me atravesará el corazón y las gotas de sangre se esparcieran por todo tu cuerpo causando más dolor.

Verla en aquella camilla con tantas ganas de seguir viviendo pero sin la posibilidad de hacerlo te hacía querer gritarle al cielo y maldecirlo hasta que te cansaras porque te estaba arrebatando una gran parte de tu corazón.

En la vida hay cosas que te dañan, pero ninguna se compara a ver cómo una amiga que se convirtió en tu hermana se está despidiendo de ti porque su luz se está apagando poco a poco.

–No– cerré los ojos con fuerza para que así al abrirlos me diera cuenta de que todo esto es solamente una horrible pesadilla– no puedes romper todos los sueños que teníamos juntas, tu eres mi única amiga, ¿cómo podré vivir sin ti? Las hermanas no se deben dejar en ningún momento Violeta.

Mi pecho y cada parte de mi ser me ardía como nunca, era de las peores sensaciones que se podía sentir en la vida.

–No consigas una amiga tan rápido o sino vendré por la noches a jalarte los pies– una pequeña sonrisa apareció en la comisura de sus labios– cuídate Aurora, fuiste la mejor amiga que alguien pudo haber tenido, me voy feliz porque se que tus verdaderos padres te aman y nunca te dejarán sola.

–No, no te despidas.

Pero ya era demasiado tarde, sus ojos comenzaron a cerrarse y el monitor de signos indicaba que ella ya se había ido.

–¡No te vayas Violeta!– la abrace con todas mis fuerzas esperando a que abriera los ojos– abre esos ojos que todavía nos quedan muchas cosas por vivir.

Mi cuerpo se congelo al ya no escuchar el palpitar de su corazón, su cuerpo aún seguía frente a mi, pero ella ya se había ido.

Una enfermera trato de zafarme del cuerpo de Violeta pero no lo consiguió, mis súplicas se escuchaban en toda la habitación al igual que mi llanto.

Unas manos me tomaron de los brazos haciendo que soltara su cuerpo, patalee con todas mis fuerzas esperando a que la persona que me estuviera reteniendo me soltara.

–¡Hagan algo!¡Despiertenla!¡Hagan su maldito trabajo y hagan que abra los ojos!– les suplique a la enfermera y al doctor que había entrado en la habitación.

–Ya no hay nada que podamos hacer– dijo con frialdad el doctor sin siquiera tentarse el corazón.

Sus palabras tan frías hicieron que me quebrara más de lo que una persona podría estar, fue entonces que las manos que me tenían esposada para no ir a abrazar el cuerpo de Violeta me pegaron a su pecho donde pude sentir una respiración agitada.

–¡Sueltame!– luche por safarme pero no pude– ¡Sebastián sueltame!

La garganta me ardía de tanto gritar, los ojos me dolían de tanto llorar y aquella impotencia de no poder hacer nada por ella comenzo a incrementar cada vez más en mi interior.

Pude ver en el umbral de la puerta como los padres de Violeta lloraban, pero su llanto era menor al mío. Porque ellos ya estaban preparados para este momento, más sin encambio para mí era todo lo contrario.

En un solo segundo mi mundo se había terminado porque se había ido mi mejor amiga, mi hermana, mi alma gemela y no de forma amorosa.

La persona que yo consideraba parte de mi familia ya no respiraba, en su rostro ya no había una sonrisa que te hacía querer seguir con vida.



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En el texto hay: mafia, trianglo amoroso, amor

Editado: 23.08.2024

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