La luz de Lamia

Capitulo 42


CHRISTOPHER.





















 

Todo su cuerpo tiembla, aún no para de sollozar sobre mi hombro. Mis brazos la han envuelto en un abrazo firme y, aunque trato de corresponder a su gesto lo mejor que puedo, aún me siento confundido por su visita.

Ahora luce muy devastada, muy dolida, justo cómo aquella vez... cuando la ví en un cuarto de hospital porque había tratado de suicidarse. Aun recuerdo el cómo lucían sus ojos. Estos estaban llenos de angustia y de tristeza por la desaparición de su padre, al que por cierto... nunca volvimos a saber de él.

Seguimos abrazados, cerca de la entrada de mi casa. No digo nada, no sé qué decir. Me siento un inútil y un torpe por eso, pero creo que no es muy necesario que diga algo en este momento. Sólo la dejo desahogarse, sólo le permito llorar, no deja de aferrarse a mí con fuerza, cómo si dependiera su vida de mi abrazo.

Me atrevo después a acariciar su liso castaño claro, mientras trato de contenerla lo mejor que puedo. No encuentro cómo reaccionar ahora, no puedo comprender lo que ocurre, espero que no haya pasado algo grave. Reprimo difícilmente el preguntarle, y mejor decido esperar a que se tranquilice. No quiero ser un imprudente tampoco.

Trato de no entrar en pánico, pero me está preocupando demasiado verla así. Los pensamientos fatídicos y las conclusiones me acorralan hasta hacerme sentir impotente, pero trato de arrojarlo hasta lo más recóndito de mi cabeza para mantenerme firme.

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Maldita sea...

Los chicos...

De pronto me viene a la cabeza Marcus. Dios... Espero que no sea lo que estoy pensando.

—Entra, está helando.— propongo, susurrando contra su cabello que me hace cosquillas en la mejilla. Froto con suavidad sus brazos con mis manos y después me separo de ella para buscar su mirada. Sigo sosteniéndola por sus brazos, parece que he logrado calmarla un poco. Aun libera varios sollozos—. Vamos, tranquila.

Le abro paso y ella camina, limpiando con movimientos temblorosos sus lágrimas con las mangas de su suéter holgado. Cierro la puerta y camino detrás de ella después. La veo abrazarse así misma, por encima de ese suéter tejido color blanco, mientras continúa con su paso inseguro hasta llegar a la estancia. Le ofrezco algo para beber, pero ella sólo niega y se sienta en el sofá, clavando su mirada en sus manos que juegan ahora con el material de su suéter.

Rodeo la mesa del centro para llegar hasta donde ella y después me siento a su lado. Me echa una mirada cuando me acerco.

—Perdón por llegar así, Chris. Que pena, yo...—

—No digas eso. Sabes que serás bienvenida siempre. — niego, tratando de esbozar una sonrisa cerrada—. Siempre estaré cuando lo necesites. Nunca lo olvides.

Esboza una sonrisa de boca cerrada, que aún no llega a iluminar su mirada. Sus ojos ahora muestran un brillo extraño, cálido.

Toma mi mano después, me estremezco cuando lo hace. Su acto también me acapara de sorpresa y de nerviosismo. Miro por un momento el enlace que ha hecho y después levanto mi mirada para verla a ella.

Trago grueso.

—Gracias, Christopher. Yo lo sé. Siempre has sido un ángel con todo el mundo.

La sola mención de esa palabra... echa abajo todo dentro de mí.

Mi sonrisa débil desaparece al recordarla a ella, y la sensación de pérdida se arraiga de nuevo a mí.

—No quería molestarte en tu casa, pero estaba preocupada.

— No, claro que no es molestia. La situación ha estado difícil por aquí, es todo. Josh y yo fuimos a Manhattan por unos asuntos familiares, pero nada grave.

Asiente ella, parece que he logrado convencerla. Muerdo mi labio inferior, indeciso en preguntarle lo que pasa.

— Pues aquí ha pasado de todo, Chris. ¿Ya te enteraste de lo que pasó en casa de la abuela de Marcus? Fue muy extraño.

Eso me devuelve bruscamente al aquí y de pronto el ritmo de mi corazón acelera, a una potencia antinatural.

—Hubo un horrible incendio que la consumió por completo. Lo pasaron en las noticias el día de ayer. Aun desconocen la causa, pero fue un caos terrible. Se perdió todo en ella. Por suerte no había nadie dentro en el momento.

De pronto... mis alborotados nervios se relajan un poco y una sensación de alivio me llena el pecho. Al menos no saben nada las autoridades respecto a nuestra presencia ahí. No necesitamos un problema como ése ahora.

Suelto un suspiro y después desvío mi mirada de ella.

—Supongo que ya sabes que Marc lleva desaparecido días. ¿No?

De pronto la confusión y la angustia regresan a mí. La miro, frunciendo el ceño, ella se muestra perpleja por mi reacción.

— ¿Días?, ¿estás segura?

Asiente.

—Desde el fin de semana. Creí que lo sabías.— se encoge de hombros. También luce confundida—. Edward dijo que lo llamaste hoy, preguntando por él.

— Oh... sí, pero yo apenas me enteré ayer de que estaba desaparecido. No creí que ya llevaba más tiempo así... — trato de concentrarme para buscar una explicación a esto, pero verdaderamente me cuesta entenderlo.

Hace cuatro días llegó Koran, hace cuatro días empezaron los asesinatos en varias ciudades de Nueva York, pero Marc ya estaba desaparecido desde antes que empezara todo eso. Entonces eso quiere decir que la elite no lo tiene a él ni a su familia, porque ya no estaban cuando empezó todo el caos. Es una posibilidad, y él quizá esté bien.

Me siento aliviado, pero aun no entiendo el porqué...  sigue sin aparecer.

¿Entonces en dónde está?, ¿habrá salido de viaje con su familia? Pero es absurdo... ¿por qué no quisieron avisarle a ninguno de nosotros sobre ello?

No tiene sentido, pero aun así prefiero esa opción que me asegura que está vivo. Sólo espero que esté bien, en donde sea que se encuentre ahora.



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En el texto hay: misterio, demonios, amor

Editado: 15.03.2023

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