No había pasado demasiado tiempo desde la última batalla contra Asmodeo, hacía un día y medio de eso, y el adolescente intentaba ser normal ya que su tía Laura había experimentado una brutal experiencia. Por suerte el ángel que vive dentro de él pudo alterarle los recuerdos, así Laura podría seguir con su vida normal.
Pero Asmodeo no permitiría que Daniel se relaje ni mucho menos se aliste con sus nuevas habilidades. El demonio no le dió tregua alguna, y eligió el día en que Daniel junto a sus compañeros del colegio estaban para atacar. Laura había llegado allí para llevarle alimentos cuando Asmodeo atacó volviendo el campamento un escenario de guerra total.
El campo de batalla resonaba con el clamor de la lucha entre la luz y la oscuridad. Daniel y Asmodeo se enfrentaban en una confrontación feroz, con sus fuerzas casi igualadas. Mientras Daniel lanzaba ataques llenos de la energía de Seraphiel, Asmodeo contraatacaba con una oscuridad palpable y amenazante.
De repente, Asmodeo, con una sonrisa cruel, giró su atención hacia Laura, la tía de Daniel, que observaba la batalla desde una distancia prudente, apoyando a su sobrino con su presencia y oración. Con un movimiento rápido y violento, Asmodeo se lanzó hacia ella y la tomó por el brazo, levantándola con facilidad.
—Veamos cuánto dolor puedes soportar, Daniel —dijo Asmodeo, su voz goteando veneno.
Antes de que Daniel pudiera reaccionar, Asmodeo lanzó a Laura desde una altura de quince metros, igual que el hacia un día atrás. El grito de Laura perforó el aire, y el corazón de Daniel se detuvo un momento.
—¡No! —gritó Daniel, sintiendo cómo una gran vez desesperación amenazaba con consumirlo.
Con un esfuerzo supremo, Seraphiel canalizó su energía a través de Daniel, permitiéndole moverse con una velocidad sobrehumana. Daniel se lanzó hacia el borde del precipicio, sus ojos fijos en la figura de su tía cayendo rápidamente. En el último instante, logró atraparla, aunque la fuerza del impacto los hizo rodar violentamente por el suelo.
El alivio fue momentáneo. Laura estaba inconsciente, con múltiples heridas visibles. Daniel sintió un frío helado apoderarse de él. Si no hacía algo rápido, podría perderla.
—Aguanta, tía Laura. Te pondrás bien —dijo con voz temblorosa, mientras su energía sanadora comenzaba a fluir hacia ella, intentando estabilizar sus heridas.
Asmodeo aprovechó el momento de distracción de Daniel y lanzó un ataque devastador. La energía oscura se estrelló contra Daniel, haciéndolo retroceder y soltar a Laura. Dolor atravesó su cuerpo, pero su determinación no flaqueó.
Gabriel, desde los cielos, observó la escena con preocupación. No podían permitir que Asmodeo ganara, no después de todo lo que habían sacrificado.
—Daniel, debes levantarte —la voz de Seraphiel resonó con fuerza en la mente de Daniel—. No puedes dejar que el miedo y el dolor te detengan.
Con un esfuerzo supremo, Daniel se levantó, su mirada fija en Asmodeo.
—Esto termina aquí —dijo, su voz cargada de una determinación férrea.
La batalla continuó con renovada intensidad. Daniel, impulsado por la fuerza de Seraphiel y el amor por su tía, lanzó un ataque final con toda su energía. La luz divina atravesó a Asmodeo, rompiendo su forma oscura y haciéndolo desaparecer con un grito ensordecedor.
El campo de batalla quedó en silencio. La figura de Asmodeo se desvaneció, y con él, la oscuridad que había traído. Daniel cayó de rodillas, exhausto, pero con un profundo sentido de alivio.
Gabriel descendió desde los cielos, su presencia imponente y tranquilizadora. Se acercó a Daniel y colocó una mano sobre su hombro.
—Lo has hecho bien, Daniel. La luz ha prevalecido.
Daniel apenas podía escuchar las palabras de Gabriel. Todo lo que importaba en ese momento era su tía Laura. Se arrastró hasta donde ella yacía, sus manos temblorosas mientras revisaba sus heridas.
—Gabriel, necesito tu ayuda —dijo con desesperación.
Gabriel asintió y se arrodilló junto a ellos. Con un gesto, canalizó su propia energía divina hacia Laura, ayudando a sanar sus heridas. Después de unos momentos, los ojos de Laura se abrieron lentamente.
—Daniel... —su voz era débil, pero estaba viva.
Daniel dejó escapar un sollozo de alivio y la abrazó con cuidado.
—Estás a salvo, tía Laura. Estás a salvo.
Las consecuencias de la batalla fueron profundas. Aunque habían derrotado a Asmodeo, el costo había sido alto. Daniel sabía que el camino hacia la recuperación sería largo, tanto para él como para su tía. Pero en ese momento, abrazados en el campo de batalla, con Gabriel y Seraphiel a su lado, sentían que habían ganado más que una simple victoria.
Habían recuperado la esperanza, y con ella, la fuerza para seguir adelante.