La ciudad aún herida por la reciente batalla, respiraba un aire pesado de inquietud y terror. En un rincón oscuro y apartado, donde la luz apenas podría penetrar, una tensión diferente se.iba gestando. Azazel, movido por una intensa lujuria que había ido creciendo dentro de su oscuro ser como tormenta, decidió que ya no le era posible esperar más tiempo.
Asmodeo con su belleza tan desvastadora que parecía irreal, estaba de pie absorto en sus propios pensamientos de venganza y odio. De repente sintió una presencia envolvente y oscura, como una densa sombra que se cernía sobre él.
Antes de poder reaccionar, Azazel lo rodeó con sus negras alas y sus fuertes brazos, aprisionandolo en un abrazo de sombras. Asmodeo, sintiendo la fuerza abrumadora de Azazel, se encontró acorralado. La oscuridad de Azazel era una marea negra que lo inundaba, haciéndolo sentir impotente por primera vez en mucho tiempo.
Su corazón, aunque corrompido, latía como un temor y una repulsión que no podía controlar. Azazel, con un rostro marcado por la fealdad de la maldad, miraba a Asmodeo con un deseo ardiente.
La belleza de uno de los príncipes de la oscuridad, con su perfección delicada y etérea, era un contraste brutal con la rudeza salvaje de Azazel. Éste último, con una sonrisa torcida, sabía que tenía el control. La lucha interna de Asmodeo solo alimentaba su oscuro deseo.
— No puedes escapar de mí — murmuró Azazel, su voz un susurro áspero en el oído de Asmodeo — Tu belleza es un exquisito tesoro que tomaré.
Asmodeo, sintiendo el aliento caliente de Azazel en su piel, intentó resistirse, pero la fuerza de Azazel era como un yugo de hierro. Su repugnancia crecía con cada segundo que pasaba, su mente luchaba por encontrar una posible salida de esa situación, pero su hermoso cuerpo estaba atrapado bajo la presión de Azazel.
— Eres una criatura perfecta Asmodeo — continuó Azazel, sus ojos brillando con una lujuria desmedida — Pero incluso la perfección puede ser tomada por la oscuridad.
La piel blanca de Asmodeo contrastaba con las alas negras de Azazel que lo envolvían creando así una imagen de belleza y fealdad en una lucha simbólica. Asmodeo, sintiéndose como un objeto más que como un ser, sintió una fuerte oleada de repulsión cuando Azazel, sin ningún respeto por su voluntad se inclinó a él y reclamó un beso.
El beso era una mezcla de posesión y violencia, un acto que desgarraba el espíritu de Asmodeo. Sentía el sabor amargo de la corrupción, la invasión a su pureza macabra por la brutalidad de Azazel. Cada segundo era una eternidad de repugnancia, cada toque una herida a su orgullo y a su ser.
Basta por favor, pensaba Asmodeo. Su mente gritando en un silencio desesperado. No puedo soportar esto.
Azazel disfrutando del control y la reacción de Asmodeo, intensificó el beso posesivo, deleitándose en esa belleza que ahora tenía atrapada. Pero en su deseo lujurioso y poder no detectó la presencia oculta entre las sombras, observando con ojos llenos de juicio y paciencia.
Luzbel, el otro príncipe de la oscuridad y actual pareja de Gabriel, observaba la escena desde las sombras , su presencia imperceptible para esos dos demonios enfrascados en su lucha de poder. Sus ojos fríos y calculadores, seguían cada movimiento y cada gesto. En su rostro se reflejaba la desaprobación total de la actitud de Azazel.
— Azazel — pensó Luzbel, sus pensamientos una maraña de antigüas rivalidades — Que cruda y peligrosa es tu lujiria. Y Asmodeo, qué débil te volviste para estar bajo el control de alguien como Azazel.
La escena que se desarrollaba frente de Luzbel era una representación de las fuerzas en conflictos en el mundo de las sombras. La belleza etérea y perfecta de Asmodeo junto a la brutalidad salvaje de Azazel era un espejo de la eterna batalla entre la luz y la oscuridad, la pureza y la corrupción.
Luzbel con una sonrisa apenas imperceptible, decidió que su momento de interferir aún no había llegado. Con un susurro inaudible se desvaneció en la oscuridad, dejando a Asmodeo y Azazel en su lucha personal.
La ciudad, ajena a esta batalla interna entre demonios, seguía su curso atrapada entre las fuerzas de la luz y las sombras.
Azazel, con una fuerza renovada por su posesión decidió intensificar su dominio sobre Asmodeo. Con un movimiento decidido materializó cadenas de sombras que se enroscaron en el deseable cuerpo de Asmodeo inmovilizandolo aún más.
— Eres mío — susurró Azazel su voz cargada de una posesividad oscura — No hay escapatoria hermoso demonio.
Asmodeo sintió las cadenas apretándose, cada eslabón era un recordatorio de su impotencia en ese momento. La importancia y el odio que sentía por Azazel se mezclaban con una intensa desesperación que no podía ocultar. Estaba atrapado , encadenado momentáneamente a un ser cuya lujuria superaba su propia oscuridad.
— Déjame — susurró Asmodeo, su voz apenas un rastro de su antigüa arrogancia.
Pero Azazel no cedió, con un último beso que era la promesa de dominio absoluto, se alejó dejando al tan apetitoso Asmodeo atrapado en las cadenas de sombras.
— Recuerda Asmodeo — dijo Azazel, sus ojos brillando con una satisfacción maliciosa — Siempre estarás bajo mi control.