La Maestra Del Amor

Llega el frío

Unos meses después de su partida viajé a Inglaterra, encontré unos estudios en Literatura que quise tomar. Necesitaba irme y sanar mi corazón.

 Cuando volví de estudiar, me convertí en el socio más joven de una editorial que tenía reconocimiento internacional.  Era un gran logro para un joven como yo.

Tenía éxito, tenía mi casa, mi motocicleta, amigos… aparentemente lo tenía todo, aun así, me sentía en soledad y no era del todo feliz.

Ese todavía cálido viernes de otoño, cuando salía del trabajo montado en mi moto, de improviso apareció un perro. Por evitar atropellarlo, me accidenté.

 La ambulancia que había llamado un compañero de trabajo me llevó hasta el hospital.

Afortunadamente no había sido grave, pero si debían hacerme curaciones en las raspaduras. Las enfermeras esa noche estaban ocupadas así que una doctora muy cordial se acercó a mí para atenderme.

Cuando nuestras miradas se cruzaron nuestros corazones sintieron que había nacido algo. Me atendió especialmente bien, curó todas mis raspaduras y las protegió. Me dio indicaciones de cómo cambiar los vendajes y como limpiarlas.

 Intercambiamos números con la excusa de una revisión posterior.  Ese día había llegado una doctora a curar las heridas de mi corazón.




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