IV
Los días siguientes Carlitos continuó galanteando a Gloria, intentando ser persuasivo, pero de una forma muy discreta, con la única intención que lo fuera asimilando sutilmente sin que se sintiera presionada. Las misivas que enviaba a su madre, en las que seguía impartiendo órdenes, y que eran recogidas por sus supuestos sobrinos, se estaban volviendo más frecuentes. Los aparentes familiares para acallar cualquier sospecha o pregunta incomoda decidieron llevar consigo, justo al momento de ir a buscarla, sendos ramos de rosas, y hasta irresistibles chocolates, y todo patrocinado por su jefe. Gloria empezó a sospechar de donde provenían esos detalles, cuando uno de ellos inoportunamente mencionó el nombre de Carlitos, pero eso a ella no le molestó saberlo. Simplemente lo tomó como un bello e inesperado gesto de su parte.
Desde entonces con mayor frecuencia cada tarde, lo veía trasegar por los patios, eso sí, siempre acompañado de sus disimulados escoltas, y este no perdía la oportunidad para acercársele, y hablarle por el tiempo que le fuera disponible. Aprovechaba para contarle acerca de algunas historias fantásticas, y de los muchos países que conocía, Por su parte ella sencillamente lo escuchaba, pensaba que tal vez el encierro lo hacía exagerar. De cualquier forma, a ella le encantaba oír sus anécdotas así fueran descabelladas.
Carlitos no perdía la oportunidad para aproximársele, y compartir algún momento, por mínimo que este fuera, para él representaba un verdadero placer. Se sentía tan bien a su lado que las últimas ocasiones en las que se habían encontrado, con un gesto los sujetos que siempre lo acompañaban desaparecían para dejarlos solos en algún pasillo, a pesar de hallarse rodeados de una gran cantidad de celdas, era como tener un momento de intimidad solo para ellos dos. Era frecuente que en esos esporádicos encuentros se escucharan risas, y una que otra expresión altisonante al gestarse alguna broma. Parecía que sus compañías se complementaban bien, hasta podría pensarse que cuando él no la buscaba, era ella la que merodeaba por cada uno de los patios intentando localizarlo. Y si por alguna razón él no la hallaba su comportamiento se tornaba irritable ese día, igual pasaba con ella en especial, cuando permanecía en la enfermería por horas atendiendo alguna emergencia; de tal forma muchas veces terminaba riñendo con sus compañeros. No cabía duda, que se necesitaban mutuamente. Ella presa de la soledad, y sometida a múltiples engaños tras la convivencia con sus exparejas machistas, y el por su parte inmerso en un torbellino que parecía pronto explotar, escondiendo un pasado que evitaba a toda costa exhibir, pues una leve demostración de sus actividades podría significarle la muerte. Así se encontraba últimamente, tratando de mostrarse tal como era; sin ambages, pero cohibido por las execrables acciones que había perpetrado. Tal vez ponerse en evidencia, la pondría a ella en un peligro inminente, y eso sería algo que nunca podría perdonarse.
De repente las cosas empezaron a cambiar para él. Ese viernes en la tarde, terminando la semana, mientras departía alegremente con Gloria en uno de los corredores de la correccional, alcanzó a ver de soslayo a un sujeto que él conocía muy bien, acompañado del director del penal, se trataba del mismísimo, “Chino Canci”, que acababa de ser liberado en México, tras purgar una condena de 10 años en prisión. Aparentemente se encontraba visitando a uno de sus antiguos socios que aún permanecía en el reclusorio. Cuando Carlitos lo descubrió, hizo un sutil movimiento para ocultarse tras de Gloria, y aunque ella advirtió el torpe movimiento, no le dio mucha importancia. Una vez le dieron la espalda, se despidió algo descompuesto de ella, y corrió a refugiarse en su celda. Comprendiendo la gravedad de lo que acababa de presenciar, preparó una nueva misiva para sus aparentes familiares, y se dirigió a la enfermería para entregársela a Gloria. Como de costumbre, ella la recibió sin preguntar nada. Curiosamente los supuestos sobrinos nunca aparecieron por sus órdenes, y se dio inicio a una descomunal ola de violencia en la ciudad.
Incluso para corroborar sus sospechas de lo se veía llegar, dentro de la misma presión sus escoltas fueron desapareciendo uno a uno, sin que nadie diera razón de ellos, viéndose cada día más solitario para dar sus caminatas. Uno de los dragoneantes que le servía de informante, y al cual le había hecho algunos favores en el pasado, le advirtió que las cosas se pondrían complejas, pues iban a cambiar al director de la prisión, y que ya no gozaría de ninguna prebenda. Entonces previendo que la treta que había empleado para seguir manejando los hilos de la criminalidad desde la cárcel sin que nadie lo estuviera buscando, y oculto a la vista se de sus más enconados rivales, llegaba a su final, decidió entonces encomendarle al guardia con el que conversaba que lo ocultara por un tiempo en alguna mazmorra de las más alejadas como si intentara hacerse casi invisible, mientras las cosas se calmaban.
Nadie supo de él por unos cuantos meses. Mientras en la calle “El Chino Canci”, un hombre cruel, y con ansia de poder, intentaba recuperar el espacio que había perdido en ese periodo que estuvo preso en el extranjero; dejando una estela de muerte a su paso. Se consideraba heredero legitimo del emporio criminal que se había creado años atrás, y por nada del mundo dejaría arrebatárselo de nuevo. Reagrupo extintas bandas y las puso a funcionar bajo sus órdenes, creo un grupo motorizado para implementar la extorsión exprés, los bandidos comunes y corrientes a partir de entonces tuvieron que pagar tributo, si querían seguir ejerciendo, o simplemente perderían la vida, y además logró que las otras modalidades delincuenciales existentes, a partir de entonces pasaran a su control, hasta se podría pensar que en la ciudad a partir de este momento ya no se movería un dedo, sin su autorización. Como era de esperarse los ríos de sangre corrieron por doquier. Fue tal el suceso, que hasta avezados bandidos de otras regiones empezaron a llegar, amparados con la consigna de que aquí si se podía trabajar. Todo aquello convirtió a las calles en verdaderos campos de batalla, donde la lucha por la supervivencia era bestial, solo contenidas meses después cuando se lograron todos varios ajustes necesarios en la cúpula de la criminalidad. Incluso su plan iba más allá; incluía tener un director de la cárcel amigo, para tener aún un mayor control de los clanes delincuenciales; lo cual logró en poco tiempo tras mover algunas influencias. Sabía muy bien que desde la prisión podría seguir manejando los hilos del crimen organizado sin que nadie pusiera los ojos sobre ellos, simplemente porque ya estaban presos.